Roberto Briceño León
Los santos populares gozan de su
veneración mucho antes que las burocracias hayan confirmado su
santidad. Los devotos expresan una fe de orígenes ignotos, cuyo fervor
se acrecienta con las noticias de los favores recibidos. Al final, la
popularidad de los santos es un asunto de incumbencia más sociológica
que teológica.
En Venezuela tenemos
una amplia gama de santos populares, quienes expresan la diversidad de
las creencias religiosas mezcladas con otras identidades étnicas o
raciales. Una parte de la población muestra devoción por el “Negro
Felipe”, mientras que otra lo siente por el “Indio Guaicaipuro” y otra
por la “Reina María Lionza”, que para unos es india y para otros es
blanca. Son las grandes figuras. A su lado hay antiguos y nuevos
personajes, que forman la corte de intermediarios o deidades que reciben
las plegarias. Entre todos ellos destaca la figura de José Gregorio
Hernández, quien con su sobrio traje negro o su bata blanca, adorna con
estampas y estatuas los altares del país.
¿Cuál
de esas figuras atrae más el fervor de los venezolanos? Las
preferencias se reparten en diferentes zonas, pero ¿qué ocurre en el
conjunto del país? En una investigación del Laboratorio de Ciencias
Sociales, con una muestra nacional, quisimos conocer la magnitud de la
preferencia por esos llamados santos populares.
Los
resultados fueron contundentes. 75% de los venezolanos cree en la
santidad de José Gregorio Hernández, mientras los otros santos no
superaban 25%. Esta cifra representa la suma de los distintos grados de
creencia, pues preguntábamos si creían mucho, algo o poco. Si
consideramos sólo aquellos que dijeron que creían mucho, la diferencia
es aún mayor, pues mientras la mitad de los encuestados dijo que creía
mucho en José Gregorio, sólo 7% expresó lo mismo por María Lionza, el
Negro Felipe o Guaicaipuro. Es decir, siete veces más es la creencia
fuerte en José Gregorio que en los otros santos populares. En cuanto al
rechazo, la tendencia es similar, 25% no cree en José Gregorio, y al
menos 75% no cree en las otras deidades. Y esto ocurre por igual entre
ricos y pobres, educados y analfabetas, izquierdistas o derechistas.
¿Cómo
podemos explicar sociológicamente este fervor por José Gregorio? La
primera interpretación puede vincularse a la preeminencia del
catolicismo como el culto más difundido en la sociedad venezolana. Pero
sostenemos que hay algo más, y que el culto a José Gregorio es un
reflejo de la modernidad mestiza de Venezuela. En la fe a José Gregorio
se combina la ciencia y la religión, la modernidad y la tradicionalidad,
el pensamiento racional y el pensamiento mágico. José Gregorio es un
médico, que utiliza los saberes de la ciencia moderna y que por lo tanto
puede curar como lo hacen las terapias contemporáneas. Pero, al mismo
tiempo, expresa un poder que va más allá de lo que la ciencia sola puede
lograr, porque irradia las fuerzas más poderosas de la fe, y tiene la
bondad y la generosidad infinita, la grandeza del poder de Dios, que la
ciencia no puede alcanzar con sus medios racionales. José Gregorio
opera, cura lesiones, sana y consuela en el imaginario, tuerce destinos
con su mano de médico y su poder espiritual. El dilema de muchos
enfermos entre ir al médico en busca de pastillas o al brujo solicitando
oraciones y ensalmes, José Gregorio lo resolvió. Ofrece un dos por uno:
la ciencia y la religión.
José
Gregorio es un representante de la modernidad y al mismo tiempo su
víctima. Su muerte, como consecuencia del atropellamiento de un carro en
una ciudad que apenas comenzaba a tener vehículos, le abrió las puertas
hacia la eternidad. Lo convirtió en el emblema de un país que anhela y
busca las bondades de la modernidad, sin perder su tradición, su fe y su
identidad.
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