ROBERTO GIUSTI
| EL UNIVERSAL
martes 14 de octubre de 2014 12:00 AM
Cualquiera que no siga de
cerca la situación boliviana podría tomarse como natural la emocionada
evocación que hizo Evo Morales de los padres de la revolución boliviana,
luego de su contundente triunfo electoral del domingo pasado. Sin
ahorrarse adjetivos y en cumplimiento de un ritual obligatorio, el hijo
predilecto de "la raza cósmica" recurrió al inevitable lugar común:
"Este triunfo queda dedicado a todos los pueblos de América Latina que
luchan contra el capitalismo y el imperialismo. Es dedicado a Fidel
Castro y a Hugo Chávez y a todos los gobiernos antiimperialistas y
anticapitalistas". Así, al menos en el plano retórico, daba fe de sus
viejas lealtades, complacía a la audiencia de Telesur y cumplía con
quienes lo apoyaron cuando era un desconocido aunque revoltoso dirigente
sindical de los cocaleros del Chapare.
Fervor
Pero la cosa no es tan sencilla. Ciertamente Evo es un fenómeno electoral, con tres victorias electorales consecutivas que hablan del fervor que despierta en las grandes mayorías de su país. Pero a estas alturas, si su gobierno hubiera fracasado en las políticas sociales y en el proceso de reivindicación y reconocimiento de una población indígena sumida en la pobreza y la desigualdad, no estaría ganando con el apoyo del 61% de los electores.
Para encontrar una causa que explique el fenómeno debemos remontarnos a la nacionalización del petróleo y el gas (2006), que ahora aporta casi la mitad de los ingresos por exportaciones (unos seis mil millones de dólares). Morales no sólo se dedicó a redistribuir la renta con programas como "Juancito Pinto", sino que también comprendió la necesidad de acordarse con los sectores productivos del país y una consecuencia de esto ha sido el triunfo electoral que ha logrado en el Departamento de Santa Cruz, bastión de la oposición y centro de gravedad del empresariado boliviano.
Con mayor crecimiento del PIB
Pero el acercamiento, cuyo principio podría remontarse al 2006 y que se ha venido consolidando con el tiempo, ha hecho de Bolivia, junto a Colombia, uno de los dos países con mayor crecimiento del PIB en la región (5,6%), en el primer trimestre de este año. Pero obra son amores y así, en junio pasado, el gobierno asumió como propia una hoja de ruta propuesta por los empresarios que contempla la inversión de 13 mil millones de dólares en la producción de 45 millones de toneladas de alimentos, el cultivo de 13 millones de hectáreas y la generación de más de un millón de empleos hasta el 2005.
Con Evo, es justicia decirlo, Bolivia ha dejado ser el país más pobre del continente para convertirse en ejemplo de lo que (más allá de la retórica ampulosa) deben hacer los gobiernos que, todavía lo consideran y exhiben como un subproducto del ya fracasado socialismo del siglo XXI. Eso, claro está, en el plano económico porque en el político el tema se complica y el ejemplo de Evo sigue siendo cuestionable. Tema, este último para otra entrega.
Fervor
Pero la cosa no es tan sencilla. Ciertamente Evo es un fenómeno electoral, con tres victorias electorales consecutivas que hablan del fervor que despierta en las grandes mayorías de su país. Pero a estas alturas, si su gobierno hubiera fracasado en las políticas sociales y en el proceso de reivindicación y reconocimiento de una población indígena sumida en la pobreza y la desigualdad, no estaría ganando con el apoyo del 61% de los electores.
Para encontrar una causa que explique el fenómeno debemos remontarnos a la nacionalización del petróleo y el gas (2006), que ahora aporta casi la mitad de los ingresos por exportaciones (unos seis mil millones de dólares). Morales no sólo se dedicó a redistribuir la renta con programas como "Juancito Pinto", sino que también comprendió la necesidad de acordarse con los sectores productivos del país y una consecuencia de esto ha sido el triunfo electoral que ha logrado en el Departamento de Santa Cruz, bastión de la oposición y centro de gravedad del empresariado boliviano.
Con mayor crecimiento del PIB
Pero el acercamiento, cuyo principio podría remontarse al 2006 y que se ha venido consolidando con el tiempo, ha hecho de Bolivia, junto a Colombia, uno de los dos países con mayor crecimiento del PIB en la región (5,6%), en el primer trimestre de este año. Pero obra son amores y así, en junio pasado, el gobierno asumió como propia una hoja de ruta propuesta por los empresarios que contempla la inversión de 13 mil millones de dólares en la producción de 45 millones de toneladas de alimentos, el cultivo de 13 millones de hectáreas y la generación de más de un millón de empleos hasta el 2005.
Con Evo, es justicia decirlo, Bolivia ha dejado ser el país más pobre del continente para convertirse en ejemplo de lo que (más allá de la retórica ampulosa) deben hacer los gobiernos que, todavía lo consideran y exhiben como un subproducto del ya fracasado socialismo del siglo XXI. Eso, claro está, en el plano económico porque en el político el tema se complica y el ejemplo de Evo sigue siendo cuestionable. Tema, este último para otra entrega.
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