En: http://konzapata.com/2014/10/se-descontrolaron-las-fieras-de-la-furia-y-del-odio-en-el-chavismo/
Por Pedro Benítez @PedroBenitezF.-
La semana pasada un frío de navaja
recorrió el espinazo de cada uno de los altos dirigentes del chavismo. A
medida que han ido brotando las informaciones en torno a las auténticas
circunstancias y motivaciones del homicidio del diputado Robert Serra,
varias cosas van quedando más o menos claras:
Podría haber una conexión entre los asesinatos de Juancho Montoya el
12 de febrero y el de José Odreman, pasando por el de Serra.
Si eso fue así, entonces lo ocurrido ese día no fue sino una acción
de encubrimiento donde el verdadero objetivo fue Montoya y Bassil Da
Costa, la trágica víctima colateral. Lo demás fue una operación para
desviar la responsabilidad hacia los estudiantes (que fueron lo que
convocaron esa marcha hacia la Fiscalía) y a Leopoldo López. Los
verdaderos autores intelectuales están en otro lado.
Empezamos a sospechar parte de lo que los altos mandos del régimen ya
saben: todo el discurso oficial dirigido a culpar a sectores de la
oposición o del extranjero de los crímenes de Montoya, Otaiza, Serra y
Odreman, en realidad busca encubrir un profundo conflicto interno que ha
llegado a los tiros.
Hasta ahora, y pese la repetitiva versión oficialista, no han
aparecido pruebas ni nada que conecte a nadie ligado a la oposición y a
algún grupo o personaje político del extranjero con esa extraña y cada
vez menos casual cadena de asesinatos.
Los mensajes crípticos y entre líneas de algunos altos mandos
políticos del oficialismo, como lo que, por ejemplo, expresó el ex
alcalde de Caracas Freddy Bernal: “Nadie es invulnerable. Pudiera ser
que eventos como estos sigan”, o la declaración del presidente de la
Asamblea Nacional, Diosdado Cabello (“yo me siento amenazado”), podrían
no estar pensados ni dirigidos a nadie del otro lado de la talanquera ni
fuera de las fronteras nacionales.
Todo indica que la situación se salió de control.
Algo está podrido y muy podrido. Si el poder corrompe, y el poder
absoluto corrompe absolutamente, es normal entonces que ya esté
descompuesto.
Si se nos permite especular, digamos que no es la primera vez que
cosas como las que sospechamos han ocurrido antes: para los años 1973 y
1974, en la última y breve presidencia del general Juan Domingo Perón,
su movimiento se dividió en dos facciones armadas que terminaron por
dedicarse a resolver a tiros sus diferencias de criterios: Los
Montoneros y la Triple A.
Pues bien, el chavismo le ha dado dinero, armas, cargos, relevancia y
coartada política a una serie de grupos con actividades al margen de la
ley, y que todos sabemos que bajo la cobertura de colectivos sociales
han operado en realidad como grupos armados de choque.
¿Toda esa gente armada a quién responde? ¿Quién los controla? ¿Cuál es la línea de mando?
El ambiente de caos, desorden e invasiones que se apoderó del
municipio Libertador desde que Bernal llegó a la alcaldía en 2000 fue
premeditado; el objetivo era crear un anillo de “seguridad popular” en
torno a los edificios donde tienen asiento los poderes públicos. Eso fue
evolucionando hasta convertirse entre otras cosas en una red de
negocios no lícitos pero tolerados.
Poder, dinero e impunidad. Mézclese y estos son los resultados.
Todo esto es parte del proceso de descomposición de eso que para
ahorrarnos explicaciones denominamos chavismo, y que Jon Lee Anderson
recogió magistralmente en su crónica sobre la Torre de David.
Vista así las cosas, el desabastecimiento, el paralelo fuera de
control, la inflación incontrolable, el colapso económico, el aumento de
la pobreza, la crisis sanitaria, etc., no son sino la consecuencia de
un mal mucho más profundo que le impide al grupo en el poder actuar de
manera racional. Y no en contra del orden natural de las cosas.
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