Thays Peñalver
La
reciente decisión de la OPEP fue de un pragmatismo tan sencillo como
escalofriante. Luego de alcanzar los 30 millones de producción en 2004 (Anuario 04, pág. 17) y pasar toda una década produciendo lo mismo (Anuario 13, pág. 18),
ya no pueden recortar la producción sin que ello signifique perder para
siempre ese mercado. Como bien reza el último informe de la OPEP,
Estados Unidos en 2015 producirá 1,5 millones de barriles más y 2
millones de barriles en energías alternativas, así que barril que salga
del mercado es barril que se sustituye.
La verdad es que Venezuela no está preparada para afrontar 2015, que será sin duda el peor año de su historia económica.
Con la mayoría de los analistas económicos advirtiendo, antes del
derrumbe de los precios del petróleo, de una inflación superior al 100% y
una contracción gigantesca de la economía, la irresponsabilidad
financiera del gobierno, ha sido de tal magnitud, que duplicó el
presupuesto público en créditos adicionales. Así
es que el presupuesto de 2015 es menor que lo gastado en 2014 y no
prevé aumentos salariales para paliar la inflación frente a unos pagos
de deuda francamente aterradores, deudas milmillonarias con proveedores,
los pagos de los arbitrajes internacionales y sin recursos económicos
por un barril que no tiene piso real.
Mientras
las perspectivas son poco alentadoras, la revolución bolivariana se
consume de la peor manera posible, destruida de abajo hacia arriba, en
una lucha del pobre contra el pobre. El pobre que hace cola para
revenderles a los otros pobres un paquete de harina precocida o un litro
de aceite a cuatro veces su valor. Terminó como lo explicó Fidel Castro
en sus memorias, con pobres “organizados” traficando con materiales de
construcción gratuitos del gobierno, vendiéndoselos a los pobres más
necesitados. Con colas de pobres dedicados al ultracapitalismo, apelando
a los prestamistas del barrio (que cobran 20% mensual de intereses) o a
sus mecanismos de acumulación de capitales (san o bolso) para comprar
televisores de 40 pulgadas subvencionados por el gobierno y revenderlos
al precio más imperialista posible. Con pobres sacando en pipetas desde
alimentos y medicinas hasta gasolina por trochas infestadas de alimañas
(humanas y animales) para ganarse unos pesos colombianos. Con un pobre
pagando el acetaminofén por pastilla al precio de una caja. Porque la
verdad es que la revolución, simplemente, terminó sacando lo peor de
cada quien.
He
allí la peor verdad de todas, un sistema tan cruel que culminó en la
explotación del pobre por el pobre. Por eso lo que le viene a Maduro es
la misma realidad de Fidel y su periodo especial, la misma realidad de
los chinos o los norcoreanos. Porque hasta Kim Jong-il el nefasto líder
de Corea del Norte no solo terminó diciéndole a su gente que “el campo
socialista ha fracasado”, sino una frase aún más lapidaria: “No sirve de
nada decirle a alguien con el estómago vacío que el socialismo es
bueno”.
Pero
lo esencial de todo es el drama social que se avecina, frente a una
descomposición generalizada. Un país en el que los responsables de las
más de 150.000 muertes con arma de fuego son muchachitos de entre 16 y
25 años. Los asesinos fueron nada menos que el producto de la
revolución, aquellos que nunca conocieron un pasado cuartorrepublicano
y, en muchos casos, los asesinos fueron aquellos que solo conocieron los
“valores revolucionarios” y el único presidente que han conocido se
llamó Hugo Chávez.
Debieron
haber sido los supuestos receptores de la mayor inversión social en la
historia de América Latina, pero terminaron siendo cualquiera de los 2
millones de nacidos de madre adolescente durante la revolución que nunca
vieron un centavo, o quizás cualquiera de los 100.000 nacidos de madres
incluso por debajo de los 14 años (Censo INE), porque los dólares que les tocaban a esas niñas abusadas, fueron empleados para “salvar al planeta del capitalismo”.
Frente
a esta realidad, un petróleo a 70 dólares significa que el venezolano
cotizaría en 60. Es decir, la misma cantidad de dólares que en 2009, que
es casi la mitad de los dólares de 2013 o 2014. Y si el dólar
desapareció este año, las reservas llegaron al límite de 2003 y las
alertas de default se extendieron entre los acreedores, imaginemos un
país con la mitad de los dólares, destinados en su mayoría a pagos de
acreedores. Si 2014 fue el año de mayor conflictividad en las calles,
hasta duplicar el número de manifestaciones y protestas (Observatorio de Conflictividad), el 2015
sin lugar a dudas va a ser el año más duro que hayamos vivido, porque
con una inflación ya cercana al 100% ya, simplemente, es un asunto de
bolsillos.
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