Con la imputación de la diputada (despojada de su curul) el Gobierno coloca sobre la mesa una de sus cartas: el pavor que le inspira la alternancia. En la medida en que la aprobación del chavismo decaiga (y ya se sabe que Maduro apenas tiene un pírrico 24 por ciento de aceptación), las componendas arreciarán.
Gloria M. Bastidas @gloriabastidas.-
Resulta
curioso: este régimen rompe con toda lógica con una vocación que nos
deja perplejos. Invierte los valores. Los trastoca. Cree que basta con
señalar con su dedo índice a una persona para convertirla en
delincuente. La más reciente demostración del virtuosismo que exhibe en
esta materia la dio con la imputación de la diputada (despojada de su
curul) María Corina Machado.
Hay
un dato en el currículo de la dirigente que, de entrada, choca con la
acusación que pretendía hacerle la Fiscalía General de la República.
Machado fue la primera de su promoción en la Universidad Católica Andrés
Bello (UCAB). Es una ingeniera magna cum laude. Ocupó también el primer
puesto en la Especialización en Finanzas que cursó en el Instituto de
Estudios Superiores y de Administración, IESA. Entonces, desde luego, a
uno le llama la atención que Machado haya pasado de magna cum laude a
potencial magnicida, así, de sopetón, por obra y gracia de la revolución
bolivariana. Se trata de una metamorfosis tan difícil de digerir como
resultó difícil para Gregor Samsa, el protagonista de La metamorfosis, de Kafka, levantarse y verse convertido en un repugnante insecto.
Pero
una cosa es la literatura y otra la realidad. Y, que sepamos, no
presenta la diputada (despojada de su cargo) María Corina Machado rasgos
psicopáticos. Pudiera ser que a alguien que ostente la mención
honorífica magna cum laude, como es su caso, le diera por asesinar al
Presidente para alcanzar notoriedad, por ejemplo. Un superdotado con
necesidad de diez minutos de gloria. Sin embargo, un prerrequisito para
eso sería que esa persona presentara algún desajuste de personalidad. Y,
repito, no parece ser el caso de Machado. No se ha dicho jamás eso de
ella. Sí lo dijo de Chávez el fallecido psiquiatra Franzel Delgado
Senior en entrevistas que concediera al desaparecido semanario Descifrado en la calle y al diario El Nacional.
De manera que esta imputación de Machado por su presunta vinculación
con un plan magnicida lucía, cuando menos, truculenta. Eso explica que
al Ministerio Público no le quedara más remedio, porque este guión
sonaba extremadamente inverosímil, cambiar el motivo de la imputación.
Ahora Machado no es una potencial magnicida. Ahora el motivo de la
imputación es conspiración para destruir la forma republicana, un delito
sancionado con presidio de 8 a 16 años por el Código Penal.
No es la primera vez que el Gobierno la emprende contra María Corina Machado. Su afán por convertirla en un Gregor Samsa de la política es de vieja data. Recordemos aquel Aló, Presidente del 15 de febrero de 2004. Ese día vimos por televisión a un Chávez enardecido que atribuía a Machado los delitos (¿habrá dicho presuntos?) de conspiración y traición a la patria. ¿La razón? Chávez argumentó que la acusación obedecía a que había recibido fondos de la National Endowment for Democracy (NED). Y la NED, agregaba un Chávez sulfurado, estaba adscrita al Departamento de Estado de Estados Unidos y seguía instrucciones de la denostada CIA. Así fue como en marzo de ese mismo año (nótese cuán autónomo es el poder judicial) la entonces fiscal sexta del Ministerio Público, Luisa Ortega Díaz (nótese también cómo Ortega Díaz después llegaría a ser fiscal general de la República) inició una investigación penal contra Súmate y contra sus directivos.
¿Qué
le cobraban en esa oportunidad a Machado? Que había organizado un
aparato llamado Súmate, con 30 mil voluntarios en todo el país, para la
activación de la figura del referéndum revocatorio presidencial. Que
Machado había sido una figura clave para la recolección de casi tres
millones de firmas que pusieron a temblar al establisment chavista.
Nada más que eso le cobraban. ¿Y por qué se lo cobraban? Por lo que
dice el filósofo político italiano Norberto Bobbio: porque lo más
importante de la democracia moderna es la sociedad civil. Ella es una
pieza poderosísima en el ajedrez del poder. Y eso no se lo perdonan a
María Corina Machado: que organizó al rebaño. Y ese aparataje que Súmate
montó fue crucial en las elecciones de abril de 2013, cuando
prácticamente hubo un empate técnico entre Capriles y Maduro, si acaso
no un triunfo del primero. Eso habla de la dimensión del trabajo de
Machado, que no fue solo de ella, claro está, sino de un ejército de
ciudadanos, pero en el que ella dejó una impronta que no es del agrado
de los dueños del poder.
Bobbio
considera que el derecho a la asociación es el nervio de la democracia.
Y eso fue lo que hizo Machado desde Súmate: ejercer esa disposición
constitucional. Para Bobbio, el pluralismo nace del derecho de
asociación. ¿Asociarse en qué? En partidos. En sindicatos. En
organizaciones no gubernamentales (de derechos humanos, por ejemplo). En
gremios profesionales (Colegio de Periodistas, Colegio de Ingenieros,
Colegio de Abogados, Colegio de Médicos). “Cuando se habla de democracia
pluralista se habla de democracia no tanto de muchos individuos: se
habla de una democracia de muchos grupos (…) Los individuos para contar
políticamente deben pasar a través de estos grupos”, dice Bobbio. Es
decir, ésas son las partes que hacen el todo en una democracia. O casi
el todo. Porque lo otro es el Estado propiamente hablando. Bobbio cita
al escritor inglés-americano Thomas Paine, autor del libro El derecho y el hombre, quien
afirmaba tajantemente: “La sociedad es buena y el Estado es malo”. Lo
que quería decir Paine —recuerda Bobbio— es que la primera debe ser más
fuerte que el segundo.
Entonces
ya vemos por qué le cobran a María Corina Machado ser cofundadora de
Súmate. Porque Súmate, en tanto que representaba el interés de un grupo
de la sociedad que se oponía a la clase política dominante, era
expresión genuina de la democracia moderna, en la que el derecho de
asociación constituye una conquista. Eso es todo lo que está detrás de
aquella investigación penal iniciada por Luisa Ortega Díaz. Súmate era
el exponente de la organización electoral y ciudadana, que es
incompatible con un régimen que aspira a la eternidad. Era un
contrapoder. Como ha sido un contrapoder el gremio médico para denunciar
el auge del dengue; como ha sido un contrapoder el Colegio de
Ingenieros para denunciar la negligencia y corrupción del Gobierno en
materia eléctrica; como ha sido un contrapoder el Colegio Nacional de
Periodistas para denunciar los atropellos a la libertad de expresión. Un
proyecto de corte autoritario, despótico, no tolera a la sociedad
civil. Porque es la fuerza de la sociedad civil la que puede ponerlo en
aprietos y expulsarlo del poder.
¿Y
ahora? ¿Qué hay detrás de la imputación por conspiración? Además de
cerrarle el paso a María Corina Machado ante una futura postulación para
las parlamentarias del 2015 (y para unas eventuales presidenciales que
puedan darse), que sería la razón real de la acusación que le formulan,
hay otra razón simbólica, que es la razón de fondo: el Gobierno
obstruye, recurriendo a la vía judicial —un ardid que suelen usar las
dictaduras—, el principio de la alternancia. ¿Qué es la alternancia? Que
otros puedan acceder al poder. Como dice el discípulo de Bobbio, el
politólogo italiano Michelangelo Bovero: que la alternancia se vuelva
posible. Que sea factible. Y para que sea factible no se pueden sacar
del juego a los competidores que tienen chance de ganar bajo una
componenda. Es como si en un mundial de fútbol sacaran a Messi de la
cancha, salvo que Messi cometiera una falta grave.
¿La
ha cometido Machado? Lo que observamos es a un régimen que la ha
declarado objetivo militar: primero vino la acusación por lo de Súmate;
después, su inhabilitación como parlamentaria; y, recientemente, los
cargos por supuestamente atentar contra la forma republicana.
Lo
que los chavistas pretenden al despojar a María Corina Machado de sus
derechos políticos —que es lo que se busca con esta imputación— es
mandar este metamensaje: no nos arrebatarán la primacía política;
ustedes, oposición, no tienen derecho a escoger sus candidatos: los
candidatos los escogemos nosotros por descarte; es decir, si no es
Machado, está bien, será un sustituto, también de la oposición, pero
Machado, no. Ése no es un mecanismo transparente. No puede serlo. Todos
los actores políticos deben tener el mismo chance.
¿Y
cuál fue el metamensaje que envió el régimen al haber despojado a
Machado (la diputada más votada de las últimas elecciones
parlamentarias) de su investidura como parlamentaria? Que hay unos votos
(los que se adhieren al chavismo) que son más válidos que otros, que
tienen más valor que otros, que son superiores. Y eso tampoco es
transparente. Es parecido a lo que se dice en Rebelión en la Granja,
de Orwell: todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros. Y
ésa ha sido una constante del chavismo: abolir el peso del voto
opositor, y por esta vía, de paso, desmovilizar a sus adversarios. ¿Por
qué razón valen más los votos que obtuvo Jorge Rodríguez para la
Alcaldía de Caracas que los que logró Antonio Ledezma para la Alcaldía
Metropolitana? ¿Por qué razón lo que la mayoría de los votantes dijo el 2
de diciembre de 2007, cuando se celebró el referéndum para la reforma
constitucional, no fue acatado por el Gobierno ni por el Tribunal
Supremo ni por la Asamblea Nacional?
Bovero explica la importancia de que la competencia sea real: “El
acto de elegir debe desarrollarse según las reglas de un juego
correcto, con base en las cuales sea respetada la dignidad de todas y
cada una de las ideas y orientaciones políticas. Ello implica que el
sufragio debe ser no sólo universal, sino igual, que el voto
de cada individuo debe contar —es más, ser contado— por uno, y ningún
voto debe valer menos que otro, además de que ninguna de las
indicaciones dadas por los individuos mediante su voto particular debe
caer en la nada. El juego es democrático solamente si ningún ciudadano
resulta excluido o, en cualquier modo, incorrectamente penalizado frente
a los demás. En principio, cualquier preferencia
política de los ciudadanos —con tal de que recoja una suma de consensos
mínimamente relevante— debe encontrar expresión y adecuada representacióninstitucional”.
Lo
anterior está íntimamente relacionado con la definición que da Bovero
de lo que es la democracia: “El régimen democrático es aquel régimen en
que a la pregunta: ‘¿Quién toma la decisión?’, se responde: ‘Todos’.
Todos: naturalmente los que han alcanzado por lo menos la edad de la
razón. A la pregunta: ‘¿Cómo?’, se responde: Por unanimidad, y si no es
posible la unanimidad, sobre todo cuando el grupo es muy extenso: “Por
mayoría”.
Pero el todos es
lo que está en entredicho cuando a la diputada María Corina Machado le
expropian su curul y, aún más, le colocan vidrios en el camino para una
futura postulación. El todos es lo
que está en entredicho cuando hacen presos a Daniel Ceballos, alcalde de
San Cristóbal, y a Enzo Scarano, alcalde de San Diego. Eltodos es lo que
está en entredicho cuando a Leopoldo López lo inhabilitan después de un
exitoso paso por la Alcaldía de Chacao y, encima, lo mandan a la cárcel
en tiempos en que su rating repunta.
Volvemos, además, al tema de la verosimilitud: no puede ser que el
grueso de los líderes opositores tengan cuentas pendientes con la
justicia. Que sean unos Gregor Samsa. Unos insectos repugnantes. Unos
magnicidas. Unos traidores a la patria. Unos ladrones. Unos terroristas.
Es aquí donde se nota el ardid. La triquiñuela. Este es un gobierno que
cree que la componenda es también una regla de juego.
Y ahora, como nunca, estará entredicho el todos. En
la medida en que el Gobierno pierda respaldo popular, las triquiñuelas
se harán más grotescas. La última encuesta de Datanálisis es reveladora:
la aprobación de Maduro es de un pírrico 24, 5 por ciento. Eso
significa que tres cuartas partes de los encuestados no lo aprueban. El
71,1 por ciento cree que Maduro saldrá de la presidencia tras la
celebración de un referéndum revocatorio en 2016. El 85, 7 por ciento
piensa que la situación del país es negativa.
¿Todo
eso cómo se traduce? La lectura es que la inmensa mayoría considera que
el Gobierno no está tomando las decisiones correctas. Y para eso se
elige a un gobierno: para que decida. En consecuencia, ante la
celebración de un acto electoral, lo predecible sería que los electores
cambien a los actores que toman las decisiones. Es decir, que se
produzca la alternancia, que es a lo que los chavistas temen por sobre
todas las cosas. Por eso es que el ardid contra María Corina Machado hay
que traducirlo como lo que es: como el preámbulo que indica que el
régimen hará todo cuanto pueda para impedir una renovación política en
el país. El asunto es que pueda.
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