OVIDIO
PÉREZ MORALES
El 19 de
marzo del año pasado dirigí un mensaje hecho público al presidente Nicolás
Maduro en relación a la grave crisis nacional.
A poco
más de transcurrido un año y empeorada dicha crisis, retomo, con alguna
precisión adicional, lo que entonces propuse “la formación de un gobierno de
transición, que abra paso a una gobernabilidad sólida y estable a través de los
mecanismos que posibilita la Carta Fundamental”. Para identificar ese gobierno
nuevo ofrecía algunos sinónimos: gobierno de Integración, de unión, de
emergencia e incluso de salvación nacional, para caracterizar tanto su urgencia
como su significación e importancia.
Este año
debe haber elecciones parlamentarias –cuya fecha se mantiene indebidamente en
suspenso–. A pesar del alineamiento del Consejo Nacional Electoral con el
gobierno y de todas las reservas que se puedan formular sobre el mecanismo del
proceso, el acudir a las urnas ofrece a la ciudadanía una oportunidad para
expresar convicciones, rechazos y anhelos y provocar un cambio hacia una mejor
conducción política. En cualquier hipótesis estimo que el votar se hace
obligante.
Considero
la propuesta de un gobierno de transición, o según se lo quiera denominar, como
complemento de las elecciones parlamentarias. Cualquiera sea el resultado de
éstas, la gravísima crisis nacional urge una reformulación en los cuadros del
poder para posibilitar la indispensable reconciliación, el obligante
reencuentro de los venezolanos, que posibiliten el ulterior progreso del país
en un marco de pluralismo democrático.
Con una
Venezuela partida por la mitad –para decir lo menos–, en confrontación suicida
e irracional marcha hacia el precipicio ¿en qué futuro deseable se podría
pensar?
El día
después es
una película que intenta ser profecía de lo que le espera al mundo luego de una
guerra nuclear. Buen instrumento pedagógico para tiempos en que la
confrontación ciega la mirada y empuja hacia horizontes autodestructivos.
¿Quiénes resultarían ganadores? Los difuntos y sus deudos incapacitados que los
velarían.
La Biblia
ofrece un pasaje muy ilustrativo en el Libro Primero de los Reyes (12,
1-20). Roboam, sucesor de Salomón, endureció la terca, dura y desordenada
política de su padre, haciéndose sordo a razonables consejos. Entonces Jeroboam
se alzó con la gente que esperaba un cambio y dividió el Reino ¿Qué vino
después? Ruina común de Judá e Israel, destrucción, destierro. Para todos.
Gobierno
de transición quiere decir dejar a un lado el dogmatismo ideológico, la
intolerancia partidista, la exclusión de la disidencia, el monopolismo
estatizante y abrir paso a una Venezuela realmente de-y-para todos, en la que
todos participemos en su construcción.
Rojos,
amarillos, verdes, blancos, morados, grises e incoloros podemos-debemos hacer
de este pedazo de suelo, que nos ha dado Dios (“Tierra de gracia” se le llamó),
un hogar común, no “a pesar de”, sino “precisamente por” y con nuestras
diferencias.
¡Después
de las tragedias abundan los “malhayas”. Que “un día después” no tengamos que
lamentar nuestra miopía de corazón.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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