EDITORIAL
EL NACIONAL
Los pranes no solo siguen siendo los que controlan las cárceles
venezolanas, sino que ahora también están en la calle cumpliendo labores dentro
del aparato del Estado. Desde luego que esta etapa de “pranes asimilados” se
lleva a cabo paulatinamente, ya sea pasando información sobre las bandas
criminales o ejerciendo sobre el resto de la comunidad trabajos de vigilancia
acerca de las actividades políticas que no están en el marco de las funciones
normales de los cuerpos de seguridad.
La ministra Fosforito está empeñada en hacernos creer que ha recuperado
80% de los recintos penitenciarios, cosa completamente falsa, solo que ahora
los pranes trabajan conjuntamente con ella mediante acuerdos oscuros y nada
transparentes.
Es conocido que pranes de muchas cárceles del país que han salido en
libertad trabajan directamente a las órdenes de esta señora y con credenciales
del Ministerio para el Servicio Penitenciario. Esto les permite no solo
atemorizar a la comunidad sino también, en algunos casos, extorsionar a
comerciantes.
Otros reos a los que aún no ha podido dejar en libertad porque sus
crímenes son demasiado abominables, se ocupan de llevar el control total de las
cárceles y de esa manera manejan las bandas delictivas que operan en el país.
En realidad, ellos son los verdaderos “directores de cárceles”, los originales
son de pura decoración.
Las cárceles están en control de los presos con la complicidad del
Ministerio Penitenciario que les permite manejar el tráfico de armas, drogas,
alcohol, teléfonos celulares y cuanta aberración sucede en nuestros recintos
carcelarios como, por ejemplo, cobrarle una especie de vacuna a cada recluso,
la cual deben pagar semanalmente para garantizar su seguridad en esos lugares.
Todo es manejado exclusivamente por ellos.
Un gran negocio que, en forma de pirámide, está relacionado con la
Guardia Nacional, funcionarios del Ministerio Penitenciario y los pranes y su
equipo de trabajo.
No existen dudas de que estos pranes son obra de las mismas autoridades
penitenciarias, porque se les hacía más fácil negociar el ingreso de cosas
ilícitas e ilegales a las cárceles trabajando con un jefe de los reclusos que
con todos, así se centraliza mejor el negocio que, según afirmaba el
recientemente fallecido padre del penitenciarismo en Venezuela, Elio Gómez
Grillo, es tan productivo como Pdvsa.
Decía Nelson Mandela que el respeto a los derechos humanos de un país se
medía por la forma como eran tratados los presos. Por esas razones todos los
informes tanto de organismos internacionales, entre estos la ONU y la OEA, como
de organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, ubican las cárceles
venezolanas como las peores del mundo, pues los derechos humanos no existen en
ellas ante el silencio cómplice de la Defensoría del Pueblo.
Por eso un cabo de presos,
al mejor estilo gomecista, como Julio Cesar Pérez, con una medida de arresto
domiciliario dictada por un tribunal de Lara por los envenenamientos de
Uribana, sigue en su cargo.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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