Saturday, May 30, 2015

Un síntoma llamado Rafael Esquivel

EN: Recibido por email


Alonso Moleiro
 
Lo más grave en torno al caso de Rafael Esquivel estriba en torno a aquello que insinúa, en lugar de lo que afirma de manera expresa. Los señalamientos directos en su contra son parte de la anécdota informativa.

De manera más amplia, sin embargo, el caso del Presidente de la Federación Venezolana de Fútbol nos da una idea muy general, pero bastante diáfana, en torno a cómo han administrado las cosas quienes han ocupado el poder en Venezuela en estos años.

Es cuesta arriba hacer afirmaciones categóricas en torno a la inocencia de este funcionario desde la distancia. Las leyendas sobre los excesos de su administración, sin embargo, tienen tiempo deambulando. Da la impresión de que la forma terminante y precisa con la cual está actuando la justicia ­la acusación habla de "corrupción generalizada" y "sobornos masivos"- habla mucho sobre los elementos de juicio al momento de hacerle un planteamiento en los tribunales.

Las historias en torno a las máculas en el mundo del espectáculo futbolístico por supuesto que trascienden las fronteras venezolanas. Hace mucho tiempo que se hacen señalamientos indirectos sobre el proceder del mismo Josep Blatter, presidente de la 
FIFA, y de otros federativos globales. Por ejemplo, el paraguayo Nicolás Leoz, ex-presidente de la Conmebol, la Confederación Sudamericana de Fútbol, uno de los burócratas más longevos de este particular universo, también aparece seriamente involucrado en algunas de estas acusaciones.

Lo que es imposible es separar la historia detallada de Esquivel del decadente contexto venezolano actual. El inesperado escándalo del presidente de la FVF ­hecho prisionero mientras tomaba su desayuno en un hotel de Zurich- tiene lugar en un momento en el cual, azotado por una terrible crisis económica, los venezolanos comunes despiertan del delirio comunal chavista. Las arcas nacionales han sido vaciadas en sórdidos contubernios de empresas de maletín, contratos sobrefacturados, triangulación de bienes, lavado de dinero, entre otras expresiones del más abyecto tercermundismo.

Como muchísimos otros poderosos de carácter palaciego, Esquivel tiene que haber administrado mucho dinero en la millonaria Venezuela petrolera del chavismo. Muy especialmente, en la década anterior. También lo han hecho ministros, viceministros, presidentes, vicepresidentes, jueces, fiscales, diputados y funcionarios de toda laya de la Venezuela Bolivariana. Han llevado adelante sus gestiones de forma dispendiosa, nepótica, sin contraloría, inmoral, irresponsable y cómplice.

De no haber sido emboscado por la policía en Suiza, aquí estaría Esquivel, plácido en su cargo, camino a una enésima reelección en la FVF.

Esquivel es, a no dudarlo, un clásico de la dirigencia venezolana actual. La expresión de un país que es necesario dejar atrás. Es un ítem más en torno al profundo debate que habrá que dar, una vez que termine esta pesadilla, en torno al adecentamiento de la moral pública y la transparencia en la gestión en Venezuela. La gangrenada Venezuela de hoy.

A diferencia de lo que piensan los chavistas, los cargos públicos son pasajeros, y todo el mundo debe rendir cuentas de su gestión. Un debate en el cual se llegue al fondo en torno a la improbidad estructural de la administración pública venezolana, potenciada tóxicamente por el chavismo y sus primitivos esquemas de poder.

Rafael Esquivel no es el comienzo ni el final de nada. Es, sobre todo, un síntoma.

@alonsomoleiro


Vía Tal Cual
Que pasa Margarita

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