EDITORIAL EL NACIONAL
La
convocatoria de un sector de la oposición para llevar a cabo una marcha de
protesta en la capital que debe desarrollarse pacíficamente este sábado ha
generado ciertas controversias. ¿Por qué la MUD no la respalda? ¿Hay que seguir
únicamente en paz y calma, procurando el camino electoral? ¿No es ya tiempo de
realizar acciones de impacto contra el mal gobierno? Tales son, entre otras no
menos dignas de atención, las reacciones que giran alrededor del llamado que
hacen desde la cárcel dos líderes políticos de significativa importancia.
Para
distanciarse del evento, la MUD argumenta que la han puesto ante una decisión
inconsulta, frente a un paso que debió calcularse con anticipación ante su
cónclave, no en balde se trata de un movimiento de envergadura que modifica, o
puede modificar, la ruta que han trazado después de extensa deliberación ante
la cercanía de las elecciones parlamentarias. No parecen razones triviales, pero
se está ante un hecho cumplido que conviene mirar con mayor atención y que no
debe despreciarse a la ligera como si los otros sectores de la oposición fueran
enemigos acérrimos de la MUD.
Si la MUD
es solo una congregación de partidos, y no una estructura que domina
férreamente los planes específicos de esos partidos, debió pensar mejor su
decisión de hacer mutis ante la venidera manifestación. Como no está en
capacidad de coartar una iniciativa específica, su obligación, o quizá su
conveniencia, debió orientarse hacia una conducta menos drástica, hacia una
conciliación que evitara el crecimiento de las fisuras en su seno, o que la
gente considera o siente que existen.
¿Por qué?
Porque el adversario es el gobierno, y en la pugna no se deben descalificar en
un primer momento las propuestas del aliado, aún cuando se consideren
atropelladas y riesgosas. Porque las manifestaciones de protesta ya forman
parte del paisaje, son el pan de cada día, son una herramienta cada vez más
utilizada por el descontento de la ciudadanía, y a la MUD no le conviene que la
vean o la sientan alejada del clamor popular. Porque una ruta exclusivamente
electoral es respetable y también certera, pero no puede encerrarse con
terquedad en sus límites. La ira del pueblo va a esperar con ansia la
celebración de las parlamentarias, pero también quiere saciar su impaciencia.
En el
fondo es una cuestión de praxis, de esa praxis de todos los días a la que deben
aferrarse las organizaciones políticas para mantenerse en el candelero, pero
parece que no se ha considerado así en las alturas de cierto sector de la
oposición. La ortodoxia y las planificaciones mesuradas son necesarias, o más
bien indispensables, pero no son para nada insustituibles.
Están sujetas a cambio, en la
medida en que el ambiente o una decisión de unos líderes de importancia lo
sugieran desde la situación de injusta prisión que ellos padecen. Tal es la
situación que no ha captado la MUD en toda su trascendencia, pese a que no
dejan de tener fundamento sus reproches ante las acciones dislocadas.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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