¿Cacerolas tumban gobiernos?
Guillermo Alvarez Bajares, El Tiempo/ND31 December, 2010
El tono de exasperación de las palabras del señor Chávez, así como los rostros de unos cuantos de los militares de alto y mediano rango que asistían a la salutación tradicional de año nuevo al sector castrense, en Maracay, son prueba fehaciente de que algo huele mal en Dinamarca. No es para menos. Frente a lo que el comandante-presidente llama “mis fuerzas armadas” (así, con un descarnado sentido de la propiedad de seres humanos) pudo oírse con perfecta nitidez en la noche aragueña un ”cacerolazo” que debe estar todavía resonando en los oídos de Chávez y en la conciencia de muchos hombres de uniforme.¡Ojo! No soy conspirador. No estoy metido en golpes ni en maniobras que retuerzan la legalidad. No invito a nadie a tomar caminos distintos a los que indica la Constitución de 1999. Pero exijo, porque tengo derecho a hacerlo, que los demás venezolanos cumplan a cabalidad los deberes y obligaciones que nos impone la Carta Magna. Y desafortunadamente para el esquema democrático del país, al día de hoy y luego de doce años de mando, que no de gobierno, el venezolano que mas viola el ordenamiento legal es precisamente quien debería ser ejemplo y garante de esa legalidad en todas las áreas.
Ya está bueno de hablar, llorar, cantar, prometer, amenazar, despilfarrar, mentir y todo lo demás que hace el señor Chávez en nombre de un pueblo que cada día lo siente mas distante. Basta de la incesante e insoportable cháchara en las cadenas de TV y radio. Doce años han sido mas que suficientes para dibujar al detalle el estruendoso fracaso del régimen militar y sería criminal con el país prorrogar su término siquiera por un día.
Por otra parte, el tribunal que día a día juzga al señor Chávez no está en las fuerzas armadas que hoy maneja como si fueran un montón de uniformados a su servicio personal.
Tampoco está en las argucias leguleyescas que han permitido el apoderamiento, por parte del PSUV y del clan militar que por alguna razón inexplicable “cuadró” convenientemente con el autor intelectual de los golpes de 1992, de los poderes judicial, legislativo y electoral. (no hago mención del llamado “poder” moral porque la cosa no està para reírse). Todo este control de lo que alguna vez fueron instituciones de la democracia impide ahora, pero no será por siempre, que funcionen los órganos de la justicia.
Las cacerolas de Maracay que exasperaron al señor Chávez y cuyo sonido lo llevó nuevamente a agredir e insultar a mas de la mitad de los venezolanos ante la impasibilidad aparente del sector militar, son una pequeña muestra del sentir de Venezuela. Millones de cacerolas han de sonar durante estos meses próximos y cada una de ellas representa una factura que el pueblo está pasando por adelantado el señor Chávez. Cada una de esas facturas representa un hogar, una madre de familia, un rancho, una invasión, un desempleado, una promesa incumplida, un preso político, un exiliado, un hijo asesinado, millones de dólares derrochados o robados.
Probablemente es cierto que las cacerolas no sirven para tumbar gobiernos. Pero avisan, señor Chávez.
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