DIEGO BAUTISTA URBANEJA | EL UNIVERSAL
jueves 12 de enero de 2012 12:00 AM
Es importante manejar el tema de la concurrencia a las elecciones primarias. El oficialismo está sembrando la expectativa de que serán un fracaso. Es que les tiene miedo.
Ya el mismo Chávez puso el baremo con el que trabajará ese mensaje: "no votará ni el 20% del electorado". Como si el 20% fuera una minucia. Europa entera se quedó boquiabierta cuando en las primarias del partido socialista francés concurrió a votar una cifra que no llegaba al 10% del electorado. Ese 20% que Chávez trata con tanto desdén es una cantidad enorme, algo así como tres millones seiscientos mil votantes.
Hay todo un abanico de pronósticos al respecto. Algunas encuestadoras apuntan a cifras muy altas. Otras, que también constatan esas cifras, son más cautelosas a la hora de evaluar cuánta de esa gente que dice estar muy segura de ir a votar, lo hará realmente. Alfredo Keller ha dicho con buen tino que "votará al menos un millón de electores", sugiriendo que de ahí para arriba todo es ganancia. Todos sabemos que muchos son los votantes que prefieren no pronunciarse en las primarias, y se reservan para respaldar con todas sus fuerzas al candidato que resulte triunfador en ellas, de modo de no pasar por el traguito de ver a su preferido derrotado. La experiencia mundial y nacional indica que una asistencia que rondara un 10% de los votantes sería una excelente cantidad. El problema es que esa cifra está por debajo de expectativas que se han ido creando, no se sabe bien cómo. Oliendo que allí puede haber una veta por explotar, el propio Chávez, como hemos visto, trata de remachar, con toda la marrullería que lo caracteriza, la posible diferencia entre expectativas y votación efectiva. De manera que el sector democrático tiene que ir manejando esa disparidad.
Creo que lo que corresponde es aceptar cualquier cifra que se obtenga como buena, y partir de ahí a trabajar para el siete de octubre. Si es muy alta, tanto mejor, pero si es menor, corresponde celebrar lo que haya habido y seguir adelante. Como regla de terreno, el Gobierno cantará fracaso y la Unidad cantará éxito. Pero será la Unidad la que habrá protagonizado la gran experiencia.
En cualquier caso, la labor será ardua. Pero hay que ir a lo sustancial y no perderlo de vista, y lo sustancial es que lo logrado en términos de Unidad Democrática es sencillamente impresionante. Las fuerzas democráticas de otros países lo asienten con admiración.
Hace poco más de un año, ganamos las elecciones parlamentarias. Desde entonces se han alcanzado cosas que parecían aún más difíciles que lo que se logró al presentar candidaturas únicas para la Asamblea Nacional. Se consiguió un compromiso unitario entre candidatos con muchos méritos para ser cada uno de ellos el abanderado. Se logró un compromiso unitario en torno a unas tesis políticas fundamentales que sirven de marco ideológico a la Unidad Democrática. Dentro de poco se anunciará un compromiso unitario respecto a unos lineamientos programáticos elaborados con gran esmero y calidad. Luego del doce de febrero se tendrá un candidato único, elegido por muchísimos venezolanos y respaldado por todos los demás precandidatos y por todas las organizaciones políticas.
Todo eso es necesario recordarlo y tenerlo muy presente, porque ante tan importantes logros, no hay que dejar que una cifra de votantes inferior a la que algunos pueden pensar que ocurrirá, introduzca un elemento de desánimo o decepción en el electorado democrático. Sabemos que en todo caso eso sería un desaliento inicial, que se disolvería al calor de la campaña y las grandes posibilidades de triunfo que ella irá revelando. Pero es que ni siquiera como desaliento inicial podemos consentir que tenga lugar. Vamos a requerir en el año 2012 de todas nuestras fuerzas en lo que será una dura competencia con un adversario apertrechado de todo tipo de recursos y sería una lástima no contar con esas energías desde el mismísimo comienzo de la carrera. Y lo que menos podemos permitirnos es que sea la visión oficialista de nuestros propias realizaciones, la que domine nuestra percepción de ellas, como por misteriosas razones ha ocurrido más de una vez.
Las primarias van a ser un evento excepcionalmente positivo, del cual deberemos sentirnos orgullosos, no solo como oposición democrática, sino como país. No podemos dejar que nada ni nadie nos agüe esa fiesta, y menos que nadie nosotros mismos.
Ya el mismo Chávez puso el baremo con el que trabajará ese mensaje: "no votará ni el 20% del electorado". Como si el 20% fuera una minucia. Europa entera se quedó boquiabierta cuando en las primarias del partido socialista francés concurrió a votar una cifra que no llegaba al 10% del electorado. Ese 20% que Chávez trata con tanto desdén es una cantidad enorme, algo así como tres millones seiscientos mil votantes.
Hay todo un abanico de pronósticos al respecto. Algunas encuestadoras apuntan a cifras muy altas. Otras, que también constatan esas cifras, son más cautelosas a la hora de evaluar cuánta de esa gente que dice estar muy segura de ir a votar, lo hará realmente. Alfredo Keller ha dicho con buen tino que "votará al menos un millón de electores", sugiriendo que de ahí para arriba todo es ganancia. Todos sabemos que muchos son los votantes que prefieren no pronunciarse en las primarias, y se reservan para respaldar con todas sus fuerzas al candidato que resulte triunfador en ellas, de modo de no pasar por el traguito de ver a su preferido derrotado. La experiencia mundial y nacional indica que una asistencia que rondara un 10% de los votantes sería una excelente cantidad. El problema es que esa cifra está por debajo de expectativas que se han ido creando, no se sabe bien cómo. Oliendo que allí puede haber una veta por explotar, el propio Chávez, como hemos visto, trata de remachar, con toda la marrullería que lo caracteriza, la posible diferencia entre expectativas y votación efectiva. De manera que el sector democrático tiene que ir manejando esa disparidad.
Creo que lo que corresponde es aceptar cualquier cifra que se obtenga como buena, y partir de ahí a trabajar para el siete de octubre. Si es muy alta, tanto mejor, pero si es menor, corresponde celebrar lo que haya habido y seguir adelante. Como regla de terreno, el Gobierno cantará fracaso y la Unidad cantará éxito. Pero será la Unidad la que habrá protagonizado la gran experiencia.
En cualquier caso, la labor será ardua. Pero hay que ir a lo sustancial y no perderlo de vista, y lo sustancial es que lo logrado en términos de Unidad Democrática es sencillamente impresionante. Las fuerzas democráticas de otros países lo asienten con admiración.
Hace poco más de un año, ganamos las elecciones parlamentarias. Desde entonces se han alcanzado cosas que parecían aún más difíciles que lo que se logró al presentar candidaturas únicas para la Asamblea Nacional. Se consiguió un compromiso unitario entre candidatos con muchos méritos para ser cada uno de ellos el abanderado. Se logró un compromiso unitario en torno a unas tesis políticas fundamentales que sirven de marco ideológico a la Unidad Democrática. Dentro de poco se anunciará un compromiso unitario respecto a unos lineamientos programáticos elaborados con gran esmero y calidad. Luego del doce de febrero se tendrá un candidato único, elegido por muchísimos venezolanos y respaldado por todos los demás precandidatos y por todas las organizaciones políticas.
Todo eso es necesario recordarlo y tenerlo muy presente, porque ante tan importantes logros, no hay que dejar que una cifra de votantes inferior a la que algunos pueden pensar que ocurrirá, introduzca un elemento de desánimo o decepción en el electorado democrático. Sabemos que en todo caso eso sería un desaliento inicial, que se disolvería al calor de la campaña y las grandes posibilidades de triunfo que ella irá revelando. Pero es que ni siquiera como desaliento inicial podemos consentir que tenga lugar. Vamos a requerir en el año 2012 de todas nuestras fuerzas en lo que será una dura competencia con un adversario apertrechado de todo tipo de recursos y sería una lástima no contar con esas energías desde el mismísimo comienzo de la carrera. Y lo que menos podemos permitirnos es que sea la visión oficialista de nuestros propias realizaciones, la que domine nuestra percepción de ellas, como por misteriosas razones ha ocurrido más de una vez.
Las primarias van a ser un evento excepcionalmente positivo, del cual deberemos sentirnos orgullosos, no solo como oposición democrática, sino como país. No podemos dejar que nada ni nadie nos agüe esa fiesta, y menos que nadie nosotros mismos.
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