ANGEL OROPEZA| EL UNIVERSAL
miércoles 4 de diciembre de 2013 12:00 AM
A pesar de sus diferencias entre sí, es posible elaborar un perfil de los argumentos y creencias típicas del abstencionista venezolano, esas personas que, la mayoría víctimas del cansancio, otras guiadas por su buena fe y unas pocas con evidentes intenciones políticas, manifiestan no querer votar en las cruciales elecciones del próximo domingo. A partir de esas creencias y alegatos, se puede construir una lista de los 4 principales mitos que alimentan la abstención tan anhelada por el gobierno, así como las respuestas y aclaratorias a tales ficciones electorales.
1. "En el CNE no se puede confiar, y por tanto lo mejor es no votar". La primera parte de la oración es cierta, y quizás es la única de las razones esgrimidas por los abstencionistas que no es un mito. Lamentablemente es verdad, y las encuestas así lo recogen. El CNE es cualquier cosa menos imparcial, y siempre va a jugar contra el pueblo. Pero su juego principal es precisamente que el pueblo no vote. Por tanto, caer en ese juego, es caer en la trampa.
2. "Votar no ha conducido hasta ahora nada". Falso. La única estrategia que ha significado crecimiento de la oposición, disminución del apoyo popular hacia el gobierno y acercarse cada vez más a la posibilidad real de un cambio político en Venezuela, es la estrategia de organización ciudadana, acumulación gradual de poder e insistencia en la vía electoral. Ahora que se está cada vez más cerca del objetivo, renunciar a esta estrategia es hacerle el juego al Gobierno, y es precisamente lo que él espera.
Toda la inmensa fuerza popular que se ha construido –y el gobierno de Maduro no puede decir lo mismo – ha sido hecha sobre organización y votos. El domingo es otro capítulo de la misma lucha. La oposición es hoy mayoría en el país, y tiene la oportunidad de demostrarlo de manera inequívoca y contundente. Además, ni el CNE ni las trampas soportan un diluvio de votos. De hecho, los abusos y las trampas se descubren porque votamos. Y eso es justamente lo que el Gobierno quisiera evitar.
3. "No es seguro que el voto sea secreto, y por tanto no es bueno arriesgarse". Falso. El 14A volvió a demostrar que el voto es secreto. Las persecuciones contra algunos funcionarios y trabajadores del Estado fue por "sospecha de haber votado" contra Maduro, lo que es una evidencia de la imposibilidad de "saber" por quién vota la gente. La propia conducta persecutoria del Gobierno es la mejor demostración que el voto es secreto, aunque quieran que la gente piense lo contrario para que se atemorice y se abstenga.
4. "No quiero que me roben mi voto". Este es uno de los mitos que más contribuyen con la abstención. Sin embargo, está más que demostrado que a nadie en Venezuela le roban su voto. Lo que el Gobierno hace es "inflar" sus propios votos mediante mecanismos fraudulentos. Así, por ejemplo, el 14A se demostró que a nadie que votó por Henrique Capriles le robaron o le cambiaron su voto. Los votos de Capriles que anunció el CNE son verdad. Lo que no es verdad es la votación de Maduro, y mucho de eso fue por usurpación de votantes, utilización del nombre de votantes fallecidos, votos asistidos, etc. ¿O por qué cree usted que el oficialismo se negó a que se pudieran ver y revisar los cuadernos de votación?
Por eso, frente al ventajismo electoral, hay que sacar la suficiente ventaja para contrarrestar el "inflado". El abultamiento de votos a favor de Maduro funcionó en abril –aunque no pudieron hacerlo más allá del 1% de diferencia- porque la ventaja opositora fue por muy poco margen. Pero esa es la mejor demostración de la capacidad limitada de las trampas electorales del Gobierno: a pesar de todo su poder, no pudieron ir más allá. Una votación amplia, que signifique una brecha contundente de la oposición, es sencillamente imposible de cambiar. De nuevo –y en eso hay que insistir hasta el cansancio- la única forma demostrada de combatir la trampa es votando. El único voto que se pueden "robar" es el que tú no emites, porque todo espacio en blanco que se deje en los cuadernos de votación es potencialmente expropiable por el Gobierno para sí.
La oligarquía madurista sueña con que la gente se abstenga. Esa es su mayor esperanza. Por eso juega a estimular la abstención, reforzando los mitos electorales que la alimentan. Si bien es cierto que las elecciones en Venezuela se dan en condiciones de grosero ventajismo, desigualdad y obscena corrupción por parte del Gobierno, también es cierto que las trampas electorales se pueden enfrentar y minimizar con 2 herramientas principales: 1) una participación masiva, que permita una victoria tan contundente y con tanto margen, que haga infructuoso el "inflado artificial de votos" como el que se practicó el pasado 14 A para darle un triunfo ilegítimo al candidato Maduro, y 2) una organización popular que se traduzca en una efectiva vigilancia y contraloría ciudadana de todo el proceso electoral, pero especialmente de los núcleos tramposos cada vez mejor identificados.
1. "En el CNE no se puede confiar, y por tanto lo mejor es no votar". La primera parte de la oración es cierta, y quizás es la única de las razones esgrimidas por los abstencionistas que no es un mito. Lamentablemente es verdad, y las encuestas así lo recogen. El CNE es cualquier cosa menos imparcial, y siempre va a jugar contra el pueblo. Pero su juego principal es precisamente que el pueblo no vote. Por tanto, caer en ese juego, es caer en la trampa.
2. "Votar no ha conducido hasta ahora nada". Falso. La única estrategia que ha significado crecimiento de la oposición, disminución del apoyo popular hacia el gobierno y acercarse cada vez más a la posibilidad real de un cambio político en Venezuela, es la estrategia de organización ciudadana, acumulación gradual de poder e insistencia en la vía electoral. Ahora que se está cada vez más cerca del objetivo, renunciar a esta estrategia es hacerle el juego al Gobierno, y es precisamente lo que él espera.
Toda la inmensa fuerza popular que se ha construido –y el gobierno de Maduro no puede decir lo mismo – ha sido hecha sobre organización y votos. El domingo es otro capítulo de la misma lucha. La oposición es hoy mayoría en el país, y tiene la oportunidad de demostrarlo de manera inequívoca y contundente. Además, ni el CNE ni las trampas soportan un diluvio de votos. De hecho, los abusos y las trampas se descubren porque votamos. Y eso es justamente lo que el Gobierno quisiera evitar.
3. "No es seguro que el voto sea secreto, y por tanto no es bueno arriesgarse". Falso. El 14A volvió a demostrar que el voto es secreto. Las persecuciones contra algunos funcionarios y trabajadores del Estado fue por "sospecha de haber votado" contra Maduro, lo que es una evidencia de la imposibilidad de "saber" por quién vota la gente. La propia conducta persecutoria del Gobierno es la mejor demostración que el voto es secreto, aunque quieran que la gente piense lo contrario para que se atemorice y se abstenga.
4. "No quiero que me roben mi voto". Este es uno de los mitos que más contribuyen con la abstención. Sin embargo, está más que demostrado que a nadie en Venezuela le roban su voto. Lo que el Gobierno hace es "inflar" sus propios votos mediante mecanismos fraudulentos. Así, por ejemplo, el 14A se demostró que a nadie que votó por Henrique Capriles le robaron o le cambiaron su voto. Los votos de Capriles que anunció el CNE son verdad. Lo que no es verdad es la votación de Maduro, y mucho de eso fue por usurpación de votantes, utilización del nombre de votantes fallecidos, votos asistidos, etc. ¿O por qué cree usted que el oficialismo se negó a que se pudieran ver y revisar los cuadernos de votación?
Por eso, frente al ventajismo electoral, hay que sacar la suficiente ventaja para contrarrestar el "inflado". El abultamiento de votos a favor de Maduro funcionó en abril –aunque no pudieron hacerlo más allá del 1% de diferencia- porque la ventaja opositora fue por muy poco margen. Pero esa es la mejor demostración de la capacidad limitada de las trampas electorales del Gobierno: a pesar de todo su poder, no pudieron ir más allá. Una votación amplia, que signifique una brecha contundente de la oposición, es sencillamente imposible de cambiar. De nuevo –y en eso hay que insistir hasta el cansancio- la única forma demostrada de combatir la trampa es votando. El único voto que se pueden "robar" es el que tú no emites, porque todo espacio en blanco que se deje en los cuadernos de votación es potencialmente expropiable por el Gobierno para sí.
La oligarquía madurista sueña con que la gente se abstenga. Esa es su mayor esperanza. Por eso juega a estimular la abstención, reforzando los mitos electorales que la alimentan. Si bien es cierto que las elecciones en Venezuela se dan en condiciones de grosero ventajismo, desigualdad y obscena corrupción por parte del Gobierno, también es cierto que las trampas electorales se pueden enfrentar y minimizar con 2 herramientas principales: 1) una participación masiva, que permita una victoria tan contundente y con tanto margen, que haga infructuoso el "inflado artificial de votos" como el que se practicó el pasado 14 A para darle un triunfo ilegítimo al candidato Maduro, y 2) una organización popular que se traduzca en una efectiva vigilancia y contraloría ciudadana de todo el proceso electoral, pero especialmente de los núcleos tramposos cada vez mejor identificados.
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