Sunday, October 26, 2014

Buenas elecciones

En: Recibido por email



Flavia Freindenberg

Infolatam



Octubre 15, 2014


http://www.infolatam.com/2014/10/15/buenas-elecciones/


El 8 de octubre dio inicio en México el proceso electoral para los comicios estatales de 2015. Estas elecciones, que serán las primeras después de la reciente reforma electoral, pone a este país ante un nuevo desafío: celebrar elecciones con nuevos árbitros, nuevos partidos, nuevas reglas de juego y en un contexto de desencanto de la ciudadanía con las instituciones electorales y políticas. Una vez más ha cambiado mucho (o todo) y las expectativas son altas.

Si bien las elecciones están institucionalizadas como el mecanismo idóneo para distribuir el poder, muchos ciudadanos son críticos respecto a algunas características de esas elecciones. Las condiciones estatales, económicas y sociales en que esas elecciones se realizan, los enormes recursos que se utilizan para movilizar el voto, el comportamiento errático de muchos de los políticos, de los medios de comunicación e incluso de los árbitros de la contienda y el bajo capital social de los electores, ponen en duda el tipo de prácticas que se están legitimando como parte del juego democrático en la región.

¿Cuán justas pueden ser las elecciones que se celebran cuando un Estado no puede garantizar la seguridad de sus ciudadanos (como muestra la matanza de Iguala); cuando los que compiten no tienen todos los mismos recursos para hacer campaña (como ha ocurrido en las elecciones presidenciales de Ecuador 2013 o de Paraguay de 2013) o cuando el propio Estado da ventajas a los incumbents frente a los opositores por el uso (y abuso) de recursos públicos para sus propias candidaturas?

¿En qué medida pueden ser consideradas unas elecciones como buenas cuando existe una indignante desigualdad? ¿Cuán libres pueden ser las elecciones que se hacen cuando los votantes no pueden acceder a todas las fuentes de

información, hay candidatos proscritos o los periodistas se sienten amenazados con perder su trabajo e incluso su vida si opinan según su criterio o enfrentan al criterio editorial del dueño del medio de comunicación en el que trabajan?

S

i el Estado no consigue ejercer el monopolio de la coacción física en el territorio, en el sentido weberiano, y hay estados donde la política está controlada por mafias, que conviven con políticos que continúan usando prácticas clientelares y programas sociales con fines partidistas para ganar elecciones, aprovechando la pobreza y la desigualdad en la que vive una parte significativa de la población (PNUD 2012), resulta muy difícil hacer una buena elección.

Durante mucho tiempo esto no importó.
Mientras había elección de candidatos, resultados más o menos ciertos y alguna alternancia en el poder, no preocupó que las elecciones no fueran perfectas y que las condiciones en las que se hacían no fueran las óptimas. Esto ahora está cambiando. La experiencia de los últimos treinta y seis años de democracia en América Latina, el desarrollo de las nuevas tecnologías que han democratizado el acceso a la información, los resultados cada vez más reñidos que hacen que cada voto cuente y un mayor aprendizaje político y cierto empoderamiento de un sector de la ciudadanía que hoy es más crítica y más demandante respecto a la política, hace pensar que las elecciones deben ser evaluadas como un proceso más complejo.

La manera en que se hace política en época no electoral, las actividades de la campaña, el modo en que estas se financian, el tipo de monitoreo de la financiación y el nivel de inclusión de la contienda (en las candidaturas o en los resultados), comienzan a cruzar los debates sobre las elecciones, tanto en la academia como en la opinión pública.

Desde esta visión, tres elementos son clave:

las reglas de juego, las percepciones y las prácticas políticas. Primero, las reglas son centrales pero, a diferencia de lo que muchos suelen creer, las reglas no son más importantes que los comportamientos. Segundo, la manera en que se usan esas reglas suponen prácticas. Si hay reglas pero nadie las respeta, las manipula, no las controla o no hay accountability, las reglas no sirven. Las reglas suponen derechos y obligaciones pero también incentivos que pueden alentar (o desincentivar) comportamientos. Más que reformar reglas una y otra vez, como ha sido la práctica común en muchos países de

América Latina, habría que preocuparse por controlar o sancionar comportamientos para que las reglas se cumplan.

Tercero


, los ciudadanos (y muchos analistas) suelen tener expectativas más amplias que lo que las instituciones y los actores políticos suelen poder satisfacer. Eso en principio no está mal. Una buena política democrática debe poder gestionar el conflicto social y satisfacer con buenos resultados las expectativas de los ciudadanos. El problema está cuando los ciudadanos esperan muchísimo más de lo que los políticos (que no son extraterrestres sino humanos como ellos) pueden hacer. Esto es así porque solemos creer que los políticos son de otro planeta y nos olvidamos que surgen de la sociedad que los votó.

La manera en que los ciudadanos creen que funcionan las instituciones, alimentada por la combinación de las reglas (incentivos) y los comportamientos reales, condiciona también
el modo en que se concibe qué es una buena elección. Según el Informe sobre la Calidad de la Ciudadanía en México (Informe PAIS 2014), los mexicanos creen en la democracia y en las autoridades elegidas democráticamente pero creen que esta democracia beneficia a pocos. La confianza en las instituciones y en las organizaciones políticas es baja; sólo tres organizaciones cuentan con más del 50% de confianza: Ejército (62%), maestros (56%), iglesia (55%) y se confía muy poco o casi nada en los partidos y los políticos. Así que la extrema desconfianza afecta el comportamiento electoral y también hace que el capital social sea bajo, precisamente lo que constituye la savia de buenas instituciones.

Este mes comenzó un nuevo proceso electoral en México. Si bien se ha avanzado a pasos de gigantes en las últimas décadas en la extensión de derechos políticos, en la construcción de un andamiaje institucional que de certezas a las elecciones, aún quedan muchísimos aspectos a revisar. En México y otros países de América Latina, aún sobreviven las famosas "zonas marrones" que definió el maestro
Guillermo O’Donnell y en esos contextos resulta bastante complejo organizar buenas elecciones.

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