Gustavo Coronel
La
Conferencia Episcopal, el secretario general de la OEA, J.M. Insulza,
El Padre Arturo Sosa S.J., Henri Falcón, Ernesto Samper (expresidente de
Colombia y ahora secretario general de UNASUR), el Nuncio Apostólico,
Henrique Capriles, Jesús Torrealba, el nuevo secretario general de la
MUD, son algunas de las personas y/o personalidades quienes abogan con
vehemencia por un DIÁLOGO en Venezuela. La palabra tiene un atractivo
poderoso. Dialogar es de gente civilizada, es la manera como se
resuelven los conflictos entre gente que tiene un basamento ético común
pero que no ha podido entenderse en cuanto a las maneras de hacer lo que
se debe hacer. Por ello es difícil argumentar en contra de quienes
abogan por el DIÁLOGO.
Pero
creo que debemos exigirles a estas personas y personajes quienes
aconsejan el diálogo que nos justifiquen la factibilidad misma de ese
diálogo y la naturaleza que ese diálogo debería tener, habida cuenta
que están proponiendo que las víctimas se sienten alrededor de la mesa
con sus victimarios. Esto es, en mi criterio, inmoral, inaceptable,
porque no se trataría de dialogar en torno a una simple diferencia de
opinión, sobre asuntos de gustos o sobre diferencias en torno a
procedimientos. Se trata de venezolanos honestos, por un lado, y , por
el otro, de un grupo en el poder el cual ha violado las reglas del
juego político y social en Venezuela, ha humillado y empobrecido al otro
grupo y lo ha hecho amparado en la fuerza bruta, tal y como lo describe
el Padre Sosa S.J. en reciente entrevista. Como puede pedírsele al
grupo victimizado que se siente a dialogar con esa pandilla, lo cual
significa de entrada una validación del estatus del grupo agresor? “Nos
han golpeado, humillado, insultado, menospreciado y, por ello, es
necesario sentarnos a dialogar con los matones”? Yo no puedo comprender
esta actitud. Más aún, pienso que sentarnos a la mesa con esa pandilla
representa una entrega de principios y valores fundamentales. Me
entristece que algunos de quienes piden el diálogo sean gente que le da a
la ética un sitio predominante en la vida social, los sacerdotes. No me
sorprende que el diálogo sea pedido por viejas prostitutas de la
política como Insulza y Samper y pienso que el pedido de diálogo por
parte de la MUD representa una estrategia equivocadaque devalúa política
y eticamemte a quienes lo piden.
Pero,
vayamos un paso más allá. Supongamos que hay diálogo (ya vimos el
primer intento). Sobre que van a dialogar? Qué puntos en común tienen
los malandros con la gente honesta? Le pediremos a Maduro que no sea tan
estúpido?, que sus funcionarios no roben más (o, peor aún, no roben
tanto)? , que no sigan endeudando a la nación (que pueden hacer
diferente a estas alturas?), que devuelvan sus propiedades a quienes se
les han expropiado (si ello significa una negación de lo que los
malandros llaman revolución?), que PDVSA sea eficiente y transparente
(si ya está más allá de la salvación?).
Que
nos digan – quienes piden diálogo - sobre que se va a dialogar. No
sería posible , por ejemplo, hacer concesiones al malandraje a cambio de
la libertd de los presos políticos. Eso no sería diálogo sino traición.
Y no creo que nuestros presos estarían de acuerdo con ese cambalache.
Los presos deben ser puestos en libertad pero no es posible hacer
concesiones a la pandilla para que ello suceda.
Le
pido a quienes claman honestamente (los otros son simples oportunistas)
por el diálogo, que nos digan sobre que irían a dialogar los malandros
con la gente decente de Venezuela. Un diálogo requiere concesiones
mutuas pero resulta moralmente inaceptable hacer concesiones a la
pandilla chavo-madurista. Yo les pediría a quienes claman por el diálogo
que mencionen uno solo de los miembros del régimen con quien la gente
decente de Venezuela podría sentarse a dialogar de buena fe. Yo les
pediría que pensaran en como se desarrollaría el diálogo. Imagínense
ustedes: “Miren”, dirían los demócratas “ nosotros pensamos que es
necesario que los presos políticos sean puestos en libertad de
inmediato”. Y el chavismo respondería: “Bueno, podemos liberarlos, pero
necesitamos inmunidad para Maduro y su gabinete, no podremos ser
procesados por nuestra actuación”.
Y,
entonces, cuando este tom y dame comienza, el diálogo se convierte en
negociación. En ese momento, los honestos han entregado sus principios y
sus valores.
Miren,
todos: la libertad y la dignidad no se negocian. Si hay que luchar por
obtenerlas, hay que hacerlo. La paz a cualquier precio es inaceptable.
Basta de este clamor por un diálogo que solo llevaría a la muerte moral
de la nación. Pongámonos de pié de una vez por todas.
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