FRANK LÓPEZ BALLESTEROS
| EL UNIVERSAL
viernes 3 de octubre de 2014 12:00 AM
Cuando el Muro de Berlín comenzó a caer el 9 de octubre de 1989, Walter
Lindner, actual embajador de Alemania en Venezuela, iniciaba su carrera
como futuro diplomático en la ciudad Bonn, entonces capital de la
República Federal de Alemania (Alemania Occidental). Lindner, como
otros 60 millones de alemanes se hicieron miles de preguntas sobre el
futuro que hoy curiosamente la historia ha respondido.
Se cumplirán veinticinco años de la caída del Muro de Berlín, un acontecimiento que más allá de haber ocurrido en una Alemania que en 1989 seguía agotada por los embates de dos Guerras Mundiales y las divisiones subsecuentes, fue el detonante configurador de las nuevas formas de hacer y ver la política, en donde los ideólogos y las ideologías entraron en conflicto. Fue sobre todo el comienzo del fin de la Guerra Fría.
Hoy se conmemora el Día de la Unidad Alemana, cuando los dos territorios se hicieron una sola nación, y para el embajador Lindner la caída del Muro de Berlín es la mayor lección de lucha democrática de los últimos años y sobre el que se debe reflexionar con fuerza. "El pueblo del Este (la República Democrática Alemana o Alemania Oriental) estaba cansado del totalitarismo. Salían cada lunes a manifestar, la presión del pueblo era tan fuerte que salió a la calle y no se conformaron con la restricciones", dice el diplomático alemán , para quien las actuales tensiones entre Rusia y Ucrania y la consabida reacción de Estados Unidos y la Unión Europea buscan en el fondo evitar otra Guerra Fría.
"Todos los lados tienen su responsabilidad. Nadie va a ganar con otra Guerra Fría, ni los rusos, ni los ucranianos ni los europeos, nadie. Por eso hay que hacer todo para que eso no se repita y creo que tenemos chance", reflexiona en entrevista con El Universal.
-¿Dónde estaba usted cuando cayó el Muro de Berlín hace 25 años?
-Estaba comenzando mi carrera diplomática en Bonn, en la Escuela de Diplomáticos cuando nos dimos cuenta de que había caído el Muro. Con este suceso surgieron muchas preguntas. ‘¿Qué hacemos con la moneda, el marco alemán?', ‘¿cómo van a ser los cambios?' ‘¿qué pasará con el resto de los países del bloque del Este?'. Todas estas preguntas fundamentales sobre cómo integrar a 16 millones de personas en un Estado. Cuáles son las profesiones que puedan continuar, cuáles no. Si eras abogado en Alemania Oriental no podías serlo en la Occidental.
-¿Cuál es la lección más importante de la caída del Muro de Berlín, 25 años después?
-Este suceso no se dio de hoy para mañana, sino que había una política de acercamiento antes, que comenzó con el gobierno del canciller Willy Brandt, de hablar con el otro lado. Antes era esa pared de ‘allá los comunistas, y aquí los democráticos'. No se podía hacer nada y eso era difícil. Con Brandt había un eslogan de ‘cambio y acercamiento'. Se dieron pasos pequeños para mejorar las relaciones entre el Este y el Oeste. Pero claro que sin la actuación del secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijael Gorbachov, las cosas no habrían sido posibles. La lección de allí es que hay que tener una política de diálogo, de conversación con el otro lado para entender cómo piensan y bajar las tensiones. Eso es clave. Así cayó el Muro. Teníamos contactos.
-El pueblo del Este estaba cansado del totalitarismo. Salían cada lunes a manifestar, la presión del pueblo era tan fuerte que salió a la calle y no se conformaron con la restricciones sobre la prensa o las prohibiciones de viajar. Si el Gobierno del Este hubiese reaccionado con violencia o fuerza militar eso se contaría hoy como un baño de sangre. Pero no hubo ni una gota, ni una bala, esa era la circunstancia política de esa época con una persona como (Mijaíl) Gorbachov.
Una fotografía de Berlín en 1992, tres después de la caída del muro (AP)
-¿Cree en esa afirmación de que el mundo quedó unido tras la caída del Muro de Berlín?
-Estoy convencido de que durante la última década de 1980 hasta ahora que no hay Guerra Fría, tras la caída del Muro de Berlín no hay esa polarización ideológica que existía en esa época. El que dejara de existir aquel gran bloque de concreto significó la ausencia de la Guerra Fría, no solo en Europa sino en naciones africanas y latinoamericanas.
-Fue un gran ejemplo que dio ese suceso al evidenciar que esa estrategia de dominación no funcionaba y que se solucionó pacíficamente. La humanidad se dio cuenta de que se podía dedicar más dinero para solucionar problemas como la miseria, falta de agua, el hambre. Esos son los nuevos desafíos del siglo XXI. Cómo vamos a tener alimentos para 12 billones de personas en la próxima década. Concentrarse en esos temas fue un logro tras 1989. Ya en 2001 los acontecimientos del 11 de septiembre en Nueva York y Washington rompieron la cierta estabilidad global que había en el mundo. Entre 1989 y 2001 había entonces una relativa calma global. Fueron 11 años de esperanza pero el terrorista fanático e islamista es un desafío poderoso, y esto es una gran amenaza para todos, pues el dinero previsto para invertir en desarrollo humano ahora tendrá que destinarse a protección contra ataques, armamento.
-La caída del Muro aceleró el fin de la Guerra Fría, pero hoy vemos las tensiones entre Rusia y Ucrania y muchos dicen "volvió la Guerra Fría", ¿comparte ese argumento?
-Este año tenemos otro aniversario importante, no solo 25 años de la caída del Muro de Berlín sino 100 años de la Primera Guerra Mundial y 75 años de la Segunda Guerra Mundial. En la Primera Guerra Mundial (1914-1918) murieron 20 millones de personas. En la Segunda Guerra Mundial 65 millones de personas. En Europa tenemos un horror de la guerra, no queremos nada más que paz. Por eso creo que la caída del Muro y la ausencia de la guerra fría es algo muy precioso, y gente que habla demasiado fácil de esta época debe tener presente que hay que hacer lo imposible para que no vuelva la Guerra Fría.
-Todos los lados tienen su responsabilidad. Nadie va a ganar con otra Guerra Fría, ni los rusos, ni los ucranianos ni los europeos, nadie. Por eso hay que hacer todo para que eso no se repita y creo que tenemos chance. Las posiciones extremistas de ambos lados no ayuda a nada. Por eso una de las funciones de Alemania en la Unión Europea (UE) es recordar siempre como era la situación bajo la Guerra Fría, no es algo bueno. Hay que hablar entre los actores y también con los rusos para hacerles entender que el cambio de fronteras no se puede hacer con armas, hay que respetar la ley internacional. En este contexto hay que discutir el futuro de Ucrania, sobre cómo se va a tratar a la parte rusoparlante para que tengan más derechos, autonomía.
-Hizo una referencia interesante a la cantidad de muertos que dejaron la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Hasta hace casi 70 años Alemania fue una amenaza para el mundo, fue muy temida. Hoy en día tiene una economía de mercado, es miembro de la Unión Europea y defiende el diálogo internacional. ¿Para usted cómo debe ser visto su país, cómo los latinoamericanos deben observar Alemania, 25 años después de la caída del Muro de Berlín y esas dos grandes guerras?
-Se puede entender lo que pasa hoy en Alemania si uno ve la historia. Y la historia de dos guerras mundiales que comenzaron allí en los alrededores de Alemania y dos derrotas subsecuentes dicen mucho. La destrucción completa de Alemania en 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, no fue solo física sino moral, porque era el capítulo más negro del país con el Holocausto judío, con el fascismo de Adolf Hitler a cuesta. Eso dejó a nuestra nación con pocos caminos para el futuro y la única manera de integrarse otra vez en la sociedad civil era a través de la UE.
-La integración de Alemania con otros países europeos era clave para que tuviera futuro. La idea era integrar a Alemania con su potencial industrial con su grupo de amigos, y sobre todo un tandem con su enemigo interno que era Francia. Desde hace 100 años se veía a París como el gran enemigo de los alemanes y viceversa para los franceses. Entonces tenía que tener en el corazón de Europa entre ambos países una voluntad de replantear las cosas, y eso se dio gracias al general Charles de Gaulle, por el lado de Francia, y de Konrad Adenauer por Alemania.
-Los alemanes nos dedicamos a trabajar para olvidar el pasado y para reconstruir la nación. Con eso poco a poco vino un espíritu de fuerza para olvidar ese capítulo espantoso del Holocausto. Nació entonces una nueva Alemania que tenía como base los valores de tolerancia, de diálogo, de no exacerbar el fanatismo ideológico y los derechos humanos. Los alemanes, en ese sentido, debemos ser los primeros que criticamos cuando hay una violación de los derechos humanos. Es nuestro compromiso.
Cientos alemanes el 10 de octubre, un día después de la caída del Muro del Berlín (AFP)
-¿Los alemanes se reconciliaron luego de tantos conflictos?
-La reconciliación a través del diálogo, el acercamiento al otro ha sido crucial para nosotros. El hecho de que después de caído el Muro de Berlín 16 millones de alemanes del Este tuvieron que vivir junto con 60 millones de alemanes que vivieron bajo otro sistema con libertades y derechos, es una prueba de ese principio. Es decir, dos poblaciones que vivieron bajo diferentes sistemas. Uno voluntariamente en el Oeste, los otros no voluntariamente porque los del Este no pudieron salir de Alemania pues si salían del Muro los mataban. Ellos vivieron 40 años bajo un sistema autoritario, dictatorial que se llamó socialismo, que realmente ni era socialismo, era una situación de opresión, no había prensa, no había libertades para expresarse, de viajar. En este proceso fue necesario la paciencia y la solidaridad.
-¿Cuál fue el mayor sacrificio que hizo la sociedad alemana?
-Yo no lo considero como un sacrificio. Lo considero como una obligación moral. Estos 16 millones de personas no vivieron en la Alemania comunista por voluntad sino porque tuvieron la mala suerte de nacer y estar allí cuando cayó bajo el sistema soviético. Todos estos 40 años mantuvimos la idea de que había una sola Alemania, dos estados por un lado, pero un solo pueblo unido bajo muchos principios. Y entonces cuando cayó el Muro era el momento de implementar esas metas, esos sueños, pues de no haberlo hecho nos estábamos traicionando. Todo esto nos ayudó a ser lo que hemos alcanzado hasta ahora pero con una profunda modestia y humildad.
-¿Cuál es la señal de que un país va rumbo a ese autoritarismo o en el mayor de los casos hacia el fin de la democracia?
-Creo que hay que reconocer que todos los países son diferentes, tienen una historia diferente y uno de los grandes logros de las últimas décadas que todos respetamos la soberanía de los países. Eso es importante. En eso creo. Pero hay también unos valores globales como el respeto a los derechos humanos, el respeto hacia quien piensa distinto. Entonces cada país tiene que ver si esos valores son respetados. Para Alemania son siempre esos dos principios, respetar la soberanía pero a la vez tomar nuestra experiencia que favorece un diálogo, reconciliación y una política de entendimiento. No confrontación ni agresión, ni extremismo ideológico. Hay que concentrarse hoy en día en muchos desafíos que tocan a todos los seres humanos en el planeta.
-No vamos a exportar a sí no más nuestras visiones, sino que hay que dejar eso a juicio de cada país. Por eso creemos en la democracia, en la sabiduría de los pueblos para que escojan un gobierno que garantice eso.
-¿Pero debe haber algo clave que identifique ese cambio de democracia a dictadura?
-Tenemos cerca de ocho mil millones de habitantes y 192 países en el mundo, las experiencias en cada continente y países son distintos, por eso las señales a veces son difíciles de ver. Pero claro que hay una carta clave en Naciones Unidas que habla del respeto a los derechos humanos, valores, derechos democráticos, allí están las reglas clara.
El embajador Lindner durante la entrevista en su despacho (Venancia Alcazares)
-¿Y cuáles son los miedos de esos regímenes?
-Esas dictaduras lo que nunca quieren es perder su poder, entonces van a instaurar un control absoluto. Eso ha sido en Alemania del Este y mucho peor durante el nazismo. Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler, controló todo en un logo, una imagen, unas frases. Eso es diabólico. Por ello los alemanes cuando leen la historia saben lo que puede pasar en una dictadura y por eso somos muy sensibles de que nunca se repita en el mundo algo así.
-Nosotros en Alemania todavía estamos traumatizados por los 13 años del régimen de los nazis, pero fueron suficientes para destruir en lo que veníamos creyendo los alemanes desde antes. No había Parlamento, no había libertad de pensamiento, de organización, libertades de expresión, de movilización, respeto a la vida.
-Todo fue destruido en esos años y no por alguien bajo anonimato sino por los mismos alemanes. Gente que durante el día eran oficiales en los campos de concentración y en la noche iban a su casa a escuchar música clásica y jugaban con sus niños, escuchaban poemas de Goethe. Si eso puede ocurrir en un país tan desarrollado culturalmente, dice entonces que puede ocurrir en muchas partes con menor desarrollo. Si bien no ha ocurrido algo similar al nazismo, hemos visto cosas terribles con Pol Pot en Camboya, el genocidio de Ruanda, la matanza de Srebrenica.
-Lo importante de estas dos guerras mundiales es la lección de que no podemos vivir otra vez la historia pasada.
-¿Cómo era la prensa en la Alemania comunista?
-Solo había una prensa oficial y una televisión oficial. Lo que tenían los alemanes del Este era recibir las señales del Oeste. Casi todos se sentaban a ver las señales robadas de Alemania del Oeste que eran libres, de allí se informaban de los acontecimientos reales, estaba prohibido, sin duda, pero se arriesgaban.
-En Alemania fue necesaria la unidad entre quienes querían el fin del comunismo para llegar a lo que fue 1989. Hubo presión interna y externa. ¿Esta es la fórmula para que las dictaduras caigan?
-Yo no quiero juzgar a la gente que ha vivido bajo el sistema de Alemania del Este y que estaba a favor del sistema, porque éste tenía algunas ventajas en el aspecto social. Algunos tenían sus puestos de trabajo garantizado. Si bien no podían salir tenía un sentido de comunidad enraizado. Hay algunas cosas buenas, no lo quiero ver blanco o negro. La idea de cuando cayó el Muro era hacer del Parlamento alemán algo más grande para tener más diputados. Antes teníamos 400 ahora tenemos 650 con lo que se buscaba tener representación del oeste que vivió bajo ese régimen.
-Hoy en día tenemos un calidoscopio de partidos con diversas posturas y el mensaje es la tolerancia. Si hay diferencias pues se dirimen en el Bundestag. Vengan y nos cuentan qué se necesita. Discutir es clave para consolidar la democracia.
Se cumplirán veinticinco años de la caída del Muro de Berlín, un acontecimiento que más allá de haber ocurrido en una Alemania que en 1989 seguía agotada por los embates de dos Guerras Mundiales y las divisiones subsecuentes, fue el detonante configurador de las nuevas formas de hacer y ver la política, en donde los ideólogos y las ideologías entraron en conflicto. Fue sobre todo el comienzo del fin de la Guerra Fría.
Hoy se conmemora el Día de la Unidad Alemana, cuando los dos territorios se hicieron una sola nación, y para el embajador Lindner la caída del Muro de Berlín es la mayor lección de lucha democrática de los últimos años y sobre el que se debe reflexionar con fuerza. "El pueblo del Este (la República Democrática Alemana o Alemania Oriental) estaba cansado del totalitarismo. Salían cada lunes a manifestar, la presión del pueblo era tan fuerte que salió a la calle y no se conformaron con la restricciones", dice el diplomático alemán , para quien las actuales tensiones entre Rusia y Ucrania y la consabida reacción de Estados Unidos y la Unión Europea buscan en el fondo evitar otra Guerra Fría.
"Todos los lados tienen su responsabilidad. Nadie va a ganar con otra Guerra Fría, ni los rusos, ni los ucranianos ni los europeos, nadie. Por eso hay que hacer todo para que eso no se repita y creo que tenemos chance", reflexiona en entrevista con El Universal.
-¿Dónde estaba usted cuando cayó el Muro de Berlín hace 25 años?
-Estaba comenzando mi carrera diplomática en Bonn, en la Escuela de Diplomáticos cuando nos dimos cuenta de que había caído el Muro. Con este suceso surgieron muchas preguntas. ‘¿Qué hacemos con la moneda, el marco alemán?', ‘¿cómo van a ser los cambios?' ‘¿qué pasará con el resto de los países del bloque del Este?'. Todas estas preguntas fundamentales sobre cómo integrar a 16 millones de personas en un Estado. Cuáles son las profesiones que puedan continuar, cuáles no. Si eras abogado en Alemania Oriental no podías serlo en la Occidental.
-¿Cuál es la lección más importante de la caída del Muro de Berlín, 25 años después?
-Este suceso no se dio de hoy para mañana, sino que había una política de acercamiento antes, que comenzó con el gobierno del canciller Willy Brandt, de hablar con el otro lado. Antes era esa pared de ‘allá los comunistas, y aquí los democráticos'. No se podía hacer nada y eso era difícil. Con Brandt había un eslogan de ‘cambio y acercamiento'. Se dieron pasos pequeños para mejorar las relaciones entre el Este y el Oeste. Pero claro que sin la actuación del secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijael Gorbachov, las cosas no habrían sido posibles. La lección de allí es que hay que tener una política de diálogo, de conversación con el otro lado para entender cómo piensan y bajar las tensiones. Eso es clave. Así cayó el Muro. Teníamos contactos.
-El pueblo del Este estaba cansado del totalitarismo. Salían cada lunes a manifestar, la presión del pueblo era tan fuerte que salió a la calle y no se conformaron con la restricciones sobre la prensa o las prohibiciones de viajar. Si el Gobierno del Este hubiese reaccionado con violencia o fuerza militar eso se contaría hoy como un baño de sangre. Pero no hubo ni una gota, ni una bala, esa era la circunstancia política de esa época con una persona como (Mijaíl) Gorbachov.
Una fotografía de Berlín en 1992, tres después de la caída del muro (AP)
-¿Cree en esa afirmación de que el mundo quedó unido tras la caída del Muro de Berlín?
-Estoy convencido de que durante la última década de 1980 hasta ahora que no hay Guerra Fría, tras la caída del Muro de Berlín no hay esa polarización ideológica que existía en esa época. El que dejara de existir aquel gran bloque de concreto significó la ausencia de la Guerra Fría, no solo en Europa sino en naciones africanas y latinoamericanas.
-Fue un gran ejemplo que dio ese suceso al evidenciar que esa estrategia de dominación no funcionaba y que se solucionó pacíficamente. La humanidad se dio cuenta de que se podía dedicar más dinero para solucionar problemas como la miseria, falta de agua, el hambre. Esos son los nuevos desafíos del siglo XXI. Cómo vamos a tener alimentos para 12 billones de personas en la próxima década. Concentrarse en esos temas fue un logro tras 1989. Ya en 2001 los acontecimientos del 11 de septiembre en Nueva York y Washington rompieron la cierta estabilidad global que había en el mundo. Entre 1989 y 2001 había entonces una relativa calma global. Fueron 11 años de esperanza pero el terrorista fanático e islamista es un desafío poderoso, y esto es una gran amenaza para todos, pues el dinero previsto para invertir en desarrollo humano ahora tendrá que destinarse a protección contra ataques, armamento.
-La caída del Muro aceleró el fin de la Guerra Fría, pero hoy vemos las tensiones entre Rusia y Ucrania y muchos dicen "volvió la Guerra Fría", ¿comparte ese argumento?
-Este año tenemos otro aniversario importante, no solo 25 años de la caída del Muro de Berlín sino 100 años de la Primera Guerra Mundial y 75 años de la Segunda Guerra Mundial. En la Primera Guerra Mundial (1914-1918) murieron 20 millones de personas. En la Segunda Guerra Mundial 65 millones de personas. En Europa tenemos un horror de la guerra, no queremos nada más que paz. Por eso creo que la caída del Muro y la ausencia de la guerra fría es algo muy precioso, y gente que habla demasiado fácil de esta época debe tener presente que hay que hacer lo imposible para que no vuelva la Guerra Fría.
-Todos los lados tienen su responsabilidad. Nadie va a ganar con otra Guerra Fría, ni los rusos, ni los ucranianos ni los europeos, nadie. Por eso hay que hacer todo para que eso no se repita y creo que tenemos chance. Las posiciones extremistas de ambos lados no ayuda a nada. Por eso una de las funciones de Alemania en la Unión Europea (UE) es recordar siempre como era la situación bajo la Guerra Fría, no es algo bueno. Hay que hablar entre los actores y también con los rusos para hacerles entender que el cambio de fronteras no se puede hacer con armas, hay que respetar la ley internacional. En este contexto hay que discutir el futuro de Ucrania, sobre cómo se va a tratar a la parte rusoparlante para que tengan más derechos, autonomía.
-Hizo una referencia interesante a la cantidad de muertos que dejaron la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Hasta hace casi 70 años Alemania fue una amenaza para el mundo, fue muy temida. Hoy en día tiene una economía de mercado, es miembro de la Unión Europea y defiende el diálogo internacional. ¿Para usted cómo debe ser visto su país, cómo los latinoamericanos deben observar Alemania, 25 años después de la caída del Muro de Berlín y esas dos grandes guerras?
-Se puede entender lo que pasa hoy en Alemania si uno ve la historia. Y la historia de dos guerras mundiales que comenzaron allí en los alrededores de Alemania y dos derrotas subsecuentes dicen mucho. La destrucción completa de Alemania en 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, no fue solo física sino moral, porque era el capítulo más negro del país con el Holocausto judío, con el fascismo de Adolf Hitler a cuesta. Eso dejó a nuestra nación con pocos caminos para el futuro y la única manera de integrarse otra vez en la sociedad civil era a través de la UE.
-La integración de Alemania con otros países europeos era clave para que tuviera futuro. La idea era integrar a Alemania con su potencial industrial con su grupo de amigos, y sobre todo un tandem con su enemigo interno que era Francia. Desde hace 100 años se veía a París como el gran enemigo de los alemanes y viceversa para los franceses. Entonces tenía que tener en el corazón de Europa entre ambos países una voluntad de replantear las cosas, y eso se dio gracias al general Charles de Gaulle, por el lado de Francia, y de Konrad Adenauer por Alemania.
-Los alemanes nos dedicamos a trabajar para olvidar el pasado y para reconstruir la nación. Con eso poco a poco vino un espíritu de fuerza para olvidar ese capítulo espantoso del Holocausto. Nació entonces una nueva Alemania que tenía como base los valores de tolerancia, de diálogo, de no exacerbar el fanatismo ideológico y los derechos humanos. Los alemanes, en ese sentido, debemos ser los primeros que criticamos cuando hay una violación de los derechos humanos. Es nuestro compromiso.
Cientos alemanes el 10 de octubre, un día después de la caída del Muro del Berlín (AFP)
-¿Los alemanes se reconciliaron luego de tantos conflictos?
-La reconciliación a través del diálogo, el acercamiento al otro ha sido crucial para nosotros. El hecho de que después de caído el Muro de Berlín 16 millones de alemanes del Este tuvieron que vivir junto con 60 millones de alemanes que vivieron bajo otro sistema con libertades y derechos, es una prueba de ese principio. Es decir, dos poblaciones que vivieron bajo diferentes sistemas. Uno voluntariamente en el Oeste, los otros no voluntariamente porque los del Este no pudieron salir de Alemania pues si salían del Muro los mataban. Ellos vivieron 40 años bajo un sistema autoritario, dictatorial que se llamó socialismo, que realmente ni era socialismo, era una situación de opresión, no había prensa, no había libertades para expresarse, de viajar. En este proceso fue necesario la paciencia y la solidaridad.
-¿Cuál fue el mayor sacrificio que hizo la sociedad alemana?
-Yo no lo considero como un sacrificio. Lo considero como una obligación moral. Estos 16 millones de personas no vivieron en la Alemania comunista por voluntad sino porque tuvieron la mala suerte de nacer y estar allí cuando cayó bajo el sistema soviético. Todos estos 40 años mantuvimos la idea de que había una sola Alemania, dos estados por un lado, pero un solo pueblo unido bajo muchos principios. Y entonces cuando cayó el Muro era el momento de implementar esas metas, esos sueños, pues de no haberlo hecho nos estábamos traicionando. Todo esto nos ayudó a ser lo que hemos alcanzado hasta ahora pero con una profunda modestia y humildad.
-¿Cuál es la señal de que un país va rumbo a ese autoritarismo o en el mayor de los casos hacia el fin de la democracia?
-Creo que hay que reconocer que todos los países son diferentes, tienen una historia diferente y uno de los grandes logros de las últimas décadas que todos respetamos la soberanía de los países. Eso es importante. En eso creo. Pero hay también unos valores globales como el respeto a los derechos humanos, el respeto hacia quien piensa distinto. Entonces cada país tiene que ver si esos valores son respetados. Para Alemania son siempre esos dos principios, respetar la soberanía pero a la vez tomar nuestra experiencia que favorece un diálogo, reconciliación y una política de entendimiento. No confrontación ni agresión, ni extremismo ideológico. Hay que concentrarse hoy en día en muchos desafíos que tocan a todos los seres humanos en el planeta.
-No vamos a exportar a sí no más nuestras visiones, sino que hay que dejar eso a juicio de cada país. Por eso creemos en la democracia, en la sabiduría de los pueblos para que escojan un gobierno que garantice eso.
-¿Pero debe haber algo clave que identifique ese cambio de democracia a dictadura?
-Tenemos cerca de ocho mil millones de habitantes y 192 países en el mundo, las experiencias en cada continente y países son distintos, por eso las señales a veces son difíciles de ver. Pero claro que hay una carta clave en Naciones Unidas que habla del respeto a los derechos humanos, valores, derechos democráticos, allí están las reglas clara.
El embajador Lindner durante la entrevista en su despacho (Venancia Alcazares)
-¿Y cuáles son los miedos de esos regímenes?
-Esas dictaduras lo que nunca quieren es perder su poder, entonces van a instaurar un control absoluto. Eso ha sido en Alemania del Este y mucho peor durante el nazismo. Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler, controló todo en un logo, una imagen, unas frases. Eso es diabólico. Por ello los alemanes cuando leen la historia saben lo que puede pasar en una dictadura y por eso somos muy sensibles de que nunca se repita en el mundo algo así.
-Nosotros en Alemania todavía estamos traumatizados por los 13 años del régimen de los nazis, pero fueron suficientes para destruir en lo que veníamos creyendo los alemanes desde antes. No había Parlamento, no había libertad de pensamiento, de organización, libertades de expresión, de movilización, respeto a la vida.
-Todo fue destruido en esos años y no por alguien bajo anonimato sino por los mismos alemanes. Gente que durante el día eran oficiales en los campos de concentración y en la noche iban a su casa a escuchar música clásica y jugaban con sus niños, escuchaban poemas de Goethe. Si eso puede ocurrir en un país tan desarrollado culturalmente, dice entonces que puede ocurrir en muchas partes con menor desarrollo. Si bien no ha ocurrido algo similar al nazismo, hemos visto cosas terribles con Pol Pot en Camboya, el genocidio de Ruanda, la matanza de Srebrenica.
-Lo importante de estas dos guerras mundiales es la lección de que no podemos vivir otra vez la historia pasada.
-¿Cómo era la prensa en la Alemania comunista?
-Solo había una prensa oficial y una televisión oficial. Lo que tenían los alemanes del Este era recibir las señales del Oeste. Casi todos se sentaban a ver las señales robadas de Alemania del Oeste que eran libres, de allí se informaban de los acontecimientos reales, estaba prohibido, sin duda, pero se arriesgaban.
-En Alemania fue necesaria la unidad entre quienes querían el fin del comunismo para llegar a lo que fue 1989. Hubo presión interna y externa. ¿Esta es la fórmula para que las dictaduras caigan?
-Yo no quiero juzgar a la gente que ha vivido bajo el sistema de Alemania del Este y que estaba a favor del sistema, porque éste tenía algunas ventajas en el aspecto social. Algunos tenían sus puestos de trabajo garantizado. Si bien no podían salir tenía un sentido de comunidad enraizado. Hay algunas cosas buenas, no lo quiero ver blanco o negro. La idea de cuando cayó el Muro era hacer del Parlamento alemán algo más grande para tener más diputados. Antes teníamos 400 ahora tenemos 650 con lo que se buscaba tener representación del oeste que vivió bajo ese régimen.
-Hoy en día tenemos un calidoscopio de partidos con diversas posturas y el mensaje es la tolerancia. Si hay diferencias pues se dirimen en el Bundestag. Vengan y nos cuentan qué se necesita. Discutir es clave para consolidar la democracia.
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