Por Amado Fuguet.-
En la
redistribución del poder, producto del sacudón anunciado por el
Presidente Maduro a principios de septiembre, Rafael Ramírez, como
ministro de Relaciones Exteriores, mantuvo el control de la diplomacia
petrolera. El peso estratégico del petróleo en las distintas instancias
internacionales le daban al perfil del nuevo Canciller, las credenciales
más apropiadas dentro de los hombres clave del gobierno para manejar
esta carta en cualquier negociación. Al fin y al cabo, las relaciones
con China se fundamentan en el eje petrolero, y las latinoamericanas
también, a través de Petrocaribe. En esa línea, sin ser ministro de
Energía y Petróleo, cargo que ejerció durante una década en paralelo a
la Presidencia de PDVSA, Ramírez mantuvo la representación ante la
Organización de Países Exportadores de Petróleo. Y es justo en esta
transición que le toca afrontar la más severa crisis del precio del
crudo de los últimos años.
Apenas el viernes pasado,
cuando el Ministerio de Energía y Minas anunciaba que la cesta de crudos
venezolanos había caído en solo una semana tres dólares, para ubicarse
en apenas 82,72 dólares el barril, Ramírez anunció que el gobierno había
decidido solicitar una reunión extraordinaria de la OPEP. “Tenemos que
coordinar algún tipo de acción para detener la caída del precio del
petróleo”, alertó el Canciller en su rol de representante de Venezuela
ante el organismo, donde estuvo presente en los últimos años como
ministro petrolero. Pero esta arista de la diplomacia petrolera
venezolana parece no ser tan efectiva en esta oportunidad, ante otros
jugadores de mayor poder que están moviendo el tablero del ajedrez
petrolero mundial.
La movida saudita
Hasta el primer semestre de
este año existía un consenso en el mercado de que el precio del
petróleo, alrededor de los 100 dólares el barril, era el más adecuado
para productores y consumidores. El gobierno de Maduro confiaba en que
así se mantendría, a pesar de las señales bajistas de los últimos meses,
alimentadas por un aumento menor de la demanda y la tendencia creciente
de nuevos productores, especialmente los de los yacimientos emergentes
de Estados Unidos. Pero Arabia Saudita, que durante los últimos años
también avalaba estos niveles de precios alrededor de los 100 dólares,
tenía en mente una movida que ha hecho tambalear el tablero. La
creciente producción de Estados Unidos y de Rusia, según diversos
analistas, es lo que ha hecho replantear la estrategia del Reino, que
está privilegiando ahora proteger su cuota de mercado a mediano plazo,
en lugar de asegurar altos ingresos basados en los precios que se veían
negociando en los últimos tiempos.
En septiembre, Arabia Saudita
había aumentado en 100 mil barriles su producción, lo que daba una
primera señal. Pero además, esta semana Reuters reportó que se ha hecho
negociaciones en Europa para asegurar embarques para 2015 con precios
con descuentos. Lo mismo estaría pasando con clientes en Asia e incluso
Estados Unidos. “Acostúmbrense a precios bajos”, fue la frase que más
impactó al mercado y que estarían utilizando los funcionarios árabes en
reuniones con sus clientes europeos. Reuters también agregó que una de
sus fuentes petroleras sauditas, habría respondido “¿Qué recortes?”,
ante la posibilidad de que en la OPEP se puedan plantear reducciones en
la producción.
Pero existen también hipótesis geopolíticas que están emergiendo sobre la jugada de Arabia Saudita. El
influyente articulista de The New York Times, Thomas Friedman, acaba de
preguntarse esta semana si no estamos en presencia de una guerra del
petróleo en la cual están por un lado Estados Unidos y Arabia Saudita y
Rusia e Irán por el otro. Friedman reconoce que la caída del precio del
petróleo es el resultado de un menor desempeño económico de Europa y
China, combinado con el hecho de que Estados Unidos ha ido creciendo
rápidamente como productor petrolero -gracias a las tecnología que ha
permitido facilitar la extracción de crudo de esquistos- y ha eliminado
las restricciones para que estos crudos se exporten.
En su análisis, agrega que Arabia Saudita ha
rechazado recortar su producción para subir precios y mantener Mercado.
“Esto le está haciendo la vida difícil a Rusia e Irán, en momentos
cuando Arabia Saudita y EEEUU se están confrontando con ellos en el
marco de la guerra de Siria”, dice Friedman. Señala que esto no
significa un colapso inminente para Moscú y Teherán, pero la situación
representa un arma de negociación muy poderosa en medio de los
conflictos en el Medio Oriente en la alianza saudinortemericana.
Mientras tanto,el ministro de Petróleo de Kuwait, Ali
al-Omair, citado por la agencia estatal de noticias KUNA, considera que
una disminución de la producción OPEP no sería necesariamente efectiva.
En la práctica, Ramírez no ha
encontrado eco en su llamado a una reunión extraordinaria. Y tendrá que
esperar abordar el avión a Viena el 27 de noviembre, cuando está
prevista la reunión ordinaria de la OPEP, para ver si su planteamiento
de reducir producción entra en agenda.
La ironía salvadora
La producción de EEUU se
fundamentaba hasta hace unos años en petróleos como el Texas, Alaska y
California, que suman unos 3,8 millones de barriles diarios. Pero los
crudos emergentes como el Permian y el Bakken, han tenido que pasar
de 1,5 millones de barriles diarios en 2010 a 4 millones de barriles
diarios, con una proyección creciente para los próximos años. Según un
informe de Petroleum Intelligence Weekly, existen estimaciones de que el
precio mínimo que aguantarían las compañías productoras estaría en 80
dólares, aunque las tecnologías han permitido mejorar los costos de
producción de estos petróleos, y existen otros estimados que calculan el
precio base mínimo en 70 dólares el barril.
Existe preocupación entre la
comunidad de productores de Estados Unidos por el impacto que la caída
de los precios pueda tener sobre la tendencia creciente de producción de
los crudos emergentes. Cuentan con aliados internos por el impulso que
estos petróleos han representado para la economía de ese país. Y ya se
estarían gestando presiones para que EEUU desestimule entre sus aliados
árabes la disminución del precio petrolero. Irónicamente, el lobby
interno en Estados Unidos podría ser más efectivo que los que se hagan
dentro de la OPEP para que al menos se detenga la tendencia decreciente
de los precios.
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