A. Oliveros, G. Villamizar y L. Castillo
Tras meses de ilusiones, en los que los
venezolanos esperábamos con paciencia el anuncio de medidas importantes,
que en el mediano plazo pudieran acabar con los desequilibrios
macroeconómicos que actualmente enfrenta la nación, el pasado dos de
septiembre el Gobierno nos envió de vuelta a la realidad –con un
sacudón, podría decirse–, y demostró la falta de disposición para
colocar más que paños calientes.
El hecho de que el Gobierno haya optado
por una política de ajustes incompletos tiene una lectura política
clara: las elecciones del año que viene son más importantes que la
solución definitiva de los problemas económicos. Es por ello que, para
mantener la maquinaria electoral unida, se permite a los grupos de poder
dentro del chavismo conservar su status quo y aplazar ajustes
que pudieran afectarlos y que tendrían también un efecto negativo sobre
la popularidad de la administración de turno.
Prevemos que durante los próximos meses
las decisiones gubernamentales estén orientadas a los preparativos para
la campaña electoral, particularmente, para la obtención de mayores
recursos fiscales que les permita afrontar la expansión del gasto que se
acostumbra antes de eventos electorales.
1. La devaluación: el pan nuestro de cada día. Entre
las diversas opciones que tiene el Gobierno para obtener ingresos
fiscales adicionales podemos mencionar: i) reformas fiscales, ii)
financiamiento fiscal de origen monetario, iii) reducción de subsidios y
iv) la devaluación del tipo de cambio; esta última medida es una de las
más frecuentes y la más fácil de capitalizar por parte del Gobierno,
quien, al controlar el 95,0% de los dólares que se reciben por concepto
de exportaciones petroleras, ve inflados sus ingresos en bolívares y al
mismo tiempo abaratados sus gastos en dólares.

En Ecoanalítica estimamos que se han
percibido en promedio 5,3 puntos del producto interno bruto (PIB) por
cada devaluación llevada a cabo durante todo el periodo de
implementación del control de cambios, lo que considera también los
escenarios en los que, a pesar de mantenerse fija la tasa oficial, se
emplearon mecanismos alternativos que permitieron al Estado vender
divisas a una tasa de cambio superior.
Los ingresos por devaluación han
representado durante los últimos cinco años (incluyendo 2014) dos veces
el subsidio a la gasolina o, lo que es lo mismo, más de tres veces el
servicio de deuda; esto da una idea del peso que esta medida tiene sobre
los ingresos fiscales, en comparación con otras opciones sugeridas
últimamente, como la eliminación de subsidios o la idea de caer en
cesación de pagos (default) con acreedores externos.
2. Y el dolor de cabeza de todos los años. Uno
de los principales aspectos negativos de la devaluación, además del
costo político que acarrea por ser una medida impopular, es la presión
que tiende a tener sobre los precios de la economía, lo que se conoce en
la literatura económica como efecto transmisión (Pass-Through) del tipo de cambio.
En el mundo globalizado de hoy, una
buena parte de la oferta interna de las economías de los distintos
países depende de la importación de bienes y gran parte de la producción
nacional de bienes y servicios utiliza por lo menos un insumo de origen
importado; por ello, un aumento del tipo de cambio nominal causa
presiones sobre los precios de los bienes finales, a menos que se
produzca todo lo que se consume, es decir, que se sea una economía
cerrada.
El mecanismo detrás del efecto
transferencia es muy sencillo, la devaluación de la moneda hace más
costosos los insumos y bienes finales importados, por lo que tanto
fabricantes como comerciantes se ven obligados a cobrar un mayor precio
por los bienes que ofrecen al mercado.
En Venezuela, cerca de 33,2% de la
demanda interna de bienes finales es cubierta con importaciones, lo que
explica en parte porqué la tasa de depreciación del tipo de cambio
nominal y la inflación medida a través del índice nacional de precios
del consumidor (INPC) han mantenido una correlación cercana al 80,0%
durante los últimos diez años.

3. El ajuste siempre será incompleto. Por lo general, el efecto transferencia de la devaluación de la moneda a la inflación tiende a ser incompleto, es decir, una variación de 1,0% en el tipo de cambio difícilmente implique una inflación de 1,0% o más para el mismo año. Esto es válido incluso para los bienes importados, y se explica por la existencia de costos de transporte y distribución, los cuales son cancelados en moneda nacional.
En caso de que la importación sea de insumos, el efecto de la devaluación sobre los precios que termina enfrentando el consumidor final será incluso menor, dependiendo de la mezcla de insumos y servicios necesarios para que el productor nacional coloque el bien en el mercado.
Al tomar en cuenta lo anterior, se puede inferir entonces que si se clasifican los bienes consumidos a escala nacional en transables y no transables, es de esperar que las fluctuaciones del tipo de cambio afecten de manera más importante a los primeros, debido a que estos mantienen un mayor componente de bienes importados y proceden de sectores industriales más relacionados con el resto del mundo.

Esta asimetría en el efecto
transferencia, cuando se distingue entre bienes transables y no
transables, termina teniendo un efecto de redistribución importante, ya
que en la canasta de consumo de la población de más bajos recursos, a
diferencia de los de mayor nivel de ingresos, tiene un peso mayor el
consumo de bienes transables, por lo que una devaluación termina
repercutiendo en términos de inflación mucho más a los más pobres.
4. No es lo mismo devaluar en las buenas que en las malas. Además
de señalar la existencia de un efecto transferencia entre la
devaluación y la inflación, hay que apuntar que la magnitud del mismo
dependerá de la situación de la economía; por ende, los hacedores de
política deberán tomar en cuenta la situación del entorno macroeconómico
al momento de tomar una decisión que puede terminar afectando de manera
importante los precios, a pesar de la premura por obtener recursos.
Por lo general, ante escenarios de
inflación alta y persistente o escenarios con tasas de inflación
volátiles, se prevé que ocurra un mayor efecto transferencia de la
devaluación hacia la inflación, debido a que en estas situaciones los
agentes económicos intentan expresar en moneda extranjera los precios de
los bienes ofrecidos, cuestión que se agrava aún más cuando el tipo de
cambio de mercado se encuentra muy por encima del oficial e incluso
supera el tipo de cambio real de equilibrio.
Otro aspecto importante a considerar es
la formación de expectativas sobre qué tan sostenible es el nuevo tipo
de cambio adoptado tras la devaluación. Si se prevé que la devaluación
sea una medida parcial y que, por lo tanto, se necesitarán nuevos
ajustes posteriores sobre la tasa de cambio, es de esperarse que los
agentes económicos que tienen bienes e insumos importados en su
estructura de costos tiendan a ajustar precios por encima de la tasa de
variación producto de la última devaluación.
5. Otra medida de coyuntura. Un
aspecto importante a considerar será la fecha para la cual se fijen las
elecciones parlamentarias el próximo año, lo que repercutirá en la
fecha en la cual se tome la decisión de devaluar. Dado que el efecto
transferencia sobre la inflación tiende a manifestarse seis meses
después de la devaluación, es de esperarse que el ajuste sobre el tipo
de cambio se haga a cuentagotas, y que esté completo para finales del
primer trimestre de 2015 (1T2015), por lo que no sería descabellado que
se adelantaran las elecciones a finales del 1S2015, antes que los
efectos de la medida se noten sobre los precios de la economía.
La magnitud de la devaluación puede
variar según las necesidades de caja del ejecutivo, afectadas
recientemente por la caída en los precios del petróleo, y según la
efectividad que el gasto tenga para generar una mayor popularidad.
Además, deberán considerarse los respectivos ajustes que, sobre los
precios de bienes regulados, deban concederse para que las empresas
productoras de dichos “bienes de primera necesidad” no vean afectada su
operación.
En definitiva, el Gobierno volverá a
tomar una medida económica que busca sobre todo garantizar su
estabilidad política, bajo un escenario macroeconómico donde los efectos
negativos de la misma son aún peores, y donde el éxito derivado de la
expansión del gasto no está garantizado. El momento no es el más
adecuado para una nueva devaluación, sin embargo la coyuntura política
la impone.
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