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Pablo Aure
Llegó diciembre, imposible dejar de hacer comparaciones con años
anteriores, sobre todo con aquellos vividos durante nuestra infancia y
juventud. Era el mes de las fiestas, patinatas, misas de aguinaldo,
compras, estrenos, hallacas, recuerdos y reencuentros. Ese era el mes
soñado por los comerciantes que abarrotaban sus negocios de mercancía.
Época del año símbolo de alegría y la nostalgia aparecía cuando en
familia escuchábamos las doce campanadas despidiendo el año viejo. Cómo
olvidar que en casi todas las radios sonaban las tradicionales gaitas
con sus ocurrentes estrofas dedicadas a los gobernantes y a la situación
sociopolítica del país. A pesar de la crudeza de aquellas piezas
musicales, no recuerdo haber visto a algún presidente denunciar a esos
conjuntos gaiteros como desestabilizadores o instigadores al odio.
Durante el gobierno de Jaime Lusinchi, la agrupación Melody Gaita, en
clara alusión a su secretaria privada, compuso la “Gata blanca” y fue
todo un éxito. Por cierto, lo que hacía aquella señora que luego se
convirtió en la esposa de Lusinchi, pudiéramos decir que era una
bagatela en comparación a lo que hoy sucede. Sin embargo, difícil
imaginar que en la actualidad alguien se atreva a componer algo
parecido, no porque no haya musa o escándalos que inspiren su
composición, sino porque ninguna emisora radial las pondría a sonar.
Probablemente, un tribunal dicte una sentencia que prohíba su
divulgación, o, quizá, vía administrativa, amparados en la Ley Resorte,
los gobernantes multen o cierren aquellas emisoras que osen difundirlas.
Así funcionan las cosas hoy.
Nuestras costumbres están tan arraigadas que si bien es cierto hoy
hay escasez, inseguridad, no hay gaitas y el salario no alcanza para
nada, todavía vemos, aunque con mucha modestia, un entusiasmo en la
gente por la llegada de las navidades. En los mercados se dan cita para
comprar lo poco que se pueda encontrar, y por supuesto, recordar con
añoranza el pasado. Aunque en menor escala que antes, muchos hogares
montan los arbolitos y arman sus nacimientos.
Propósitos de enmienda
En diciembre tratamos de enmendar los errores y desaciertos que hemos
cometidos durante los once meses anteriores. Eso también es una
tradición. Mes del perdón y de la reconciliación. Nos proponemos no
volver a cometer los mismos desafueros. Pero qué va, viene enero y
comenzamos a pecar de nuevo.
Ya para entrar en materia, porque me imagino les debe parecer raro
que solo escriba de diciembre y los recuerdos, debemos aprovechar
nuestras tradiciones para reflexionar, y analizar qué hemos hecho o
dejado de hacer para evitar que sigan destruyendo el país. Pienso que
todavía no hemos determinado con precisión qué podemos hacer. Estamos
confundidos y desorientados. Sabemos que nos enfrentamos a un monstruo
al cual quizá por nuestros miedos y soledad lo hacen ver más grande y
tenebroso de lo que en realidad es.
¿Cómo nos quitaremos el miedo? Tratando de convencer a la gente,
sobre todo a quienes siempre se han sentido excluidos, que Venezuela
puede ser un mejor país, y sobre todo, que existe un gran potencial para
que todos progresen y tengan bienestar, que no es asunto de ideología
sino de humanidad. Que los gobernantes no deben moldear al pueblo, sino
el pueblo a sus gobernantes. Es muy importante para deslastrarnos del
miedo, conocer al enemigo, que aunque parezca mentira hay quienes se
empeñan en hacerlo confundir con indiscutibles aliados. Que se entienda
bien, el monstruo no es Nicolás Maduro ni su corte de aduladores,
alcahuetas o aprovechadores, sino lo que ellos representan. Recordemos a
San Juan Pablo II “No tengan miedo: Por más poderoso que sea un
dictador, solo es un hombre. No tengáis miedo”.
Una brújula para la oposición
No pido orientación para el régimen porque ellos tienen su rumbo muy
bien definido, han trazado como meta la devastación de la nación, la
desunión, el enfrentamiento entre hermanos, la siembra del miedo, el
encarcelamiento a la disidencia, la pérdida de la decencia en los
poderes públicos, y, en fin, convertir al país en un territorio hostil,
donde nadie confíe en nadie. En buena medida lo han logrado. Ese puñado
de agitadores de oficio hoy colocado en puestos de gobierno, conduce el
barco, mientras que la mayoría de los pasajeros, no logra descifrar el
rumbo que hay que tomar para asumir el timón. Se ha llegado al extremo
de que algunos prefieren cohabitar con el timonel actual, antes que
aceptar o apoyar a otros que puedan evitar seguir avanzando por la ruta
del diablo.
Ciertos personeros de la oposición definitivamente no encuentran la
brújula, no saben hacia dónde debe estar el norte de las acciones
políticas. Es tan cierto esto que, esos personajes son más sensibles a
las críticas venidas del sector democrático que a las tropelías
gubernamentales. Basta que a alguien distinto al status quo opositor
haga una propuesta distinta a sus proyectos para que se arme la de San
Quintín. Comienzan las descalificaciones, los epítetos de divisionistas,
que si atentan contra la unidad o que hay componendas con el gobierno
para que nazca una tercera vía y debilitar aún más a la oposición. Vaya
locura colectiva: el monstruo riéndose y los cogollos peleando. Siento
que algunos políticos tradicionales no luchan por el bienestar del país,
sino para conquistar el poder o peor aún, para garantizar la
permanencia de este régimen destructor. Eso también lo observa el
pueblo, por eso cada día hay más personas que no se sienten
identificadas con ninguna de las opciones. Esto es, con los que están
gobernando y quienes fungen de voceros de una posible alternativa a
sustituirlos.
La semana pasada conversaba con un líder estudiantil del oficialismo y
me confesaba que dentro de las filas del gobierno están demasiado
fracturados, pero que ellos perciben que en la oposición pasa lo mismo.
Ellos manejan encuestas que reflejan que en el país hay dos extremos
prácticamente irreconciliables, divididos en dos toletes exactamente
iguales que representan el veinticinco por ciento para cada sector,
mientras existe un cincuenta por ciento que está a la expectativa y que
no cree en ninguno de los dos. Esto reafirma lo que hemos venido
diciendo que si la oposición sigue comportándose bajo los mismos
parámetros jamás será una opción válida. Recuerden que en condiciones de
popularidad parecida entre dos opciones, siempre quien está ejerciendo
el gobierno tiene las de ganar. Por eso seguimos alertando sobre la
posibilidad de que emerja una tercera vía, no para dividir, sino para
unir a la mayoría, y dejar atrás políticas erradas que nos han mantenido
atados a esquemas que no nos han permitido avanzar. En este momento
quienes encarnan el sentir divisionista son los que no han sabido
interpretar lo que el pueblo anhela.
A soltar las amarras
Ha llegado la hora no de pedir que los antiguos liderazgos abandonen
los puestos, sino que los nuevos líderes asuman su verdadero rol. Un
líder no le pide permiso a otro para actuar políticamente, ni para
desplazar a los existentes y guiar a los pueblos. He repetido hasta la
saciedad que no es cuestión de antipolítica o antipartidismo, de lo que
se trata es de interpretar el sentimiento popular que abarca más del
ochenta por ciento de los habitantes del país que no milita en ninguna
agrupación partidista.
El próximo año será convulsivo, con los precios del petróleo como
están no se podrá cumplir con el presupuesto aprobado que ya era irreal y
que contempla déficit en todos los sectores, comenzando por el pago de
los trabajadores públicos que de acuerdo a los especialistas ni siquiera
alcanza para pagar las nóminas. Ni hablar de la salud o de la
educación. Por donde lo veamos el 2015 llegará lleno de incertidumbres.
Por eso, invito a que todos los liderazgos suelten sus amarras y eleven
velas en búsqueda de la verdadera unidad sin que el chantaje logre
opacar las aspiraciones de construir la Venezuela que todos nos
merecemos.
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