“Magnicidio”
suena rotundo, contundente y grave. “Conspiración” es una inmensa playa donde
las rumorosas olas repiten el suspiro de millones de venezolanos por un cambio,
el de Maduro y el del régimen; solo que María Corina Machado lo dice de frente
y argumenta. En respuesta, la voluntad de perpetuarse en el poder y su pérdida
de respaldo reprimen y persiguen.
La
Navidad no es sólo algo que ocurrió hace dos mil años, sino que cada solsticio
de invierno y Año Nuevo vuelve cargado de vida y simbolismos que tocan las fibras
más básicas de la condición humana. En el mundo cristiano, en el Niño-Dios que
nace humano y pobre, se abrazan el amor de Dios y la búsqueda humana más
elevada. El misterio de Belén nos pregunta qué hacemos con la vida y la
dignidad humana de los más débiles. Hoy en Venezuela no es posible vivir la
Navidad de verdad sin encontrarnos con los presos políticos y perseguidos y sin
desearnos un año realmente nuevo. La descarada persecución contra María Corina
y la cárcel atropellante y arbitraria de Leopoldo López, Enzo Scarano, David
Ceballos y otros muchos, conocidos o anónimos, claman al cielo. Esa persecución
no es compatible con la sincera celebración cristiana navideña, y no se
encuentra con Jesús en Belén quien persigue, calumnia y priva de libertad a los
que piensan distinto. Seguramente muchos de los que hoy abusan del poder fueron
sinceros luchadores contra la explotación y la opresión, pero el poder tiene un
rostro cuando está ausente y otro totalmente contrario cuando, hospedado en la
casa, se apodera de quien lo recibe.
En el
evangelio navideño de Mateo (2,1-14) se lee una curiosa narración llena de
simbolismos que iluminan la búsqueda humana de la verdad, contrapuesta al uso
criminal del poder. Unos magos van en camino tras una estrella que los conduce
a Jesús, palabra que es amor incondicional de Dios, encarnado en
nuestra condición humana. En la tarde de su vida, el cruel asesino Herodes el
Grande se alarma cuando esos magos le preguntan por el nacimiento del Mesías.
El niño es vida y esperanza, y en su espejo quedan en evidencia los tiranos.
Jesús no tiene ni riquezas ni ejércitos, ni aspira al trono de Herodes, pero el
tirano tiene miedo y quiere arrancar de raíz la posibilidad de que en la
humanidad se encienda la sencilla verdad de que la vida de un niño vale más que
los reyes con todo su poder de dominio. Como si Herodes estuviera escuchando lo
que Jesús, 30 años después, va a decir a sus apóstoles: “Saben que en el mundo
los que son tenidos por gobernantes dominan a las naciones como si fueran sus
dueños y los poderosos imponen su autoridad”. “No así entre ustedes”. “Más bien
quien entre ustedes quiera llegar a ser grande que se haga servidor de los
demás; y quien quiera ser el primero que se haga sirviente de todos”. “Como el
Hijo del Hombre que no vino a ser servido sino a servir y dar su vida por
muchos” (Marcos 10, 35-45). Herodes el Grande era cruel y criminal. En su
propia familia mató a su cuñado Aristóbulo, a los dos esposos de su hermana, a
su suegra, a una de sus mujeres y a dos de sus hijos. La persecución política
de entonces y la de hoy es contra todo el que cuestione el abuso y la
imposición, contra todo el que critique el poder y lo debilite. Según la
Constitución el poder Ejecutivo es un servicio público limitado y no dueño de vidas,
ni soberano absoluto al estilo de Luis XIV y de Stalin, que persiguen a
quienes quieren poner el poder al servicio de la vida. Por eso celebramos los
“santos inocentes”, esos niños que Herodes mandó a matar, porque son vida y
esperanza frente al poder que abusa.
La
Navidad se opone a la persecución política y no nos habla solo del pasado, sino
que renace en nuestro presente y revive nuestro compromiso con la vida y la
paz. Los venezolanos que de verdad celebran la Navidad se encuentran con Jesús
y son amenaza para el abuso de Herodes; son conspiradores. Los niños son vida y
antipoder, son rechazo del abuso de Herodes y de toda forma de tiranía y
reclaman transformar el poder-dominación en poder-servicio y amor. El año 2015
solo será nuevo si renace con fuerza en millones y millones de venezolanos la
firme voluntad de someter el poder que abusa y acabar con la persecución
política, para que los inocentes vivan.
Vía El Nacional
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