En: http://www.lapatilla.com/site/2014/12/01/leonardo-vera-que-le-espera-a-venezuela-despues-de-la-decision-de-la-opep/
Leonardo Vera
La OPEP acaba de decidir en su última reunión en Viena que no va por
una defensa en los precios del crudo lo que de algún modo confirma la
apuesta que los países árabes productores del Golfo vienen haciendo por
la salida del mercado de los proyectos futuros de petróleo de esquisto. Las
agencias de noticias señalan que el Ministro de Relaciones Exteriores
de Venezuela, Rafael Ramírez, salió de la reunión “visiblemente molesto y
sin formular comentarios”. Días atrás, en un tono optimista había señalado a los medios: “El tema no es ni siquiera la reducción, sino cuánta reducción”.
Para quienes administran una crisis de disponibilidad de divisas que
ya rayó su segundo año, la noticia es desde luego es muy mala. El
gobierno del Presidente Maduro, a decir por su visible
parálisis, parecía haber puesto sus esperanzas en un repunte de los
precios del crudo, un milagro que ha llegado, en otras ocasiones, justo
en el momento preciso. Vale recordar en este sentido que el Presidente Chávez logró
darle un giro histórico a su popularidad en el año 2004 para así ganar
un referedum revocatorio, gracias al apalancamiento que a sus
innovadores programas sociales pudo darle el repunte de los precios del
petróleo. El Presidente Maduro, enfrenta una crisis económica
atroz pero en contraste con una perspectiva económica que se torna aún
más oscura y desafiante.
¿Cuál es la naturaleza de la crisis económica venezolana?
Sorprendentemente no ha sido el resultado de una caída en los precios
del crudo. De hecho, la escasez de divisas, el repunte de la tasa de
cambio en el mercado paralelo, la agudización en la escasez de bienes
esenciales y la aceleración inflacionaria comienzan a manifestarse hacia
finales del año 2012, cuando el precio de la cesta de crudos de
Venezuela aún estaba en 97 dólares el barril. Un conjunto de desarrollos, en esencia, de malas prácticas y políticas miopes llevaron al país por el despeñadero.
La obsesión por anclar la tasa de cambio por largo tiempo en un país
con inflación de dos dígitos, acabó con las exportaciones no
tradicionales competitivas y abarató artificialmente las importaciones.
En el año 2012 las importaciones de bienes y servicios de Venezuela
llegaron a 71.400 millones de dólares, una y media veces las
importaciones registradas tan sólo dos atrás y el doble de las
reportadas en el año 2006. En contraste, las exportaciones no petroleras
cayeron dramáticamente a la mitad con la crisis global y no lograron
desde entonces recuperarse.
Con una dependencia casi absoluta de los ingresos por
exportaciones petroleras, Venezuela entró en una fase de altos repagos
por concepto de una deuda a corto plazo que el país comenzó a acumular
con China desde el año 2008. Los repagos llegaron a comprometer
cerca de 264 mil barriles de petróleo diario. Crudo que se enviaba y se
envía a China, que no generaba o genera flujo de caja. A esto se ha
aunado el compromiso de exportar más de 266 barriles de petróleo a
distintos países de Latinoamérica y el Caribe bajo la figura de
convenios comerciales preferenciales, donde los países pagan de contado
entre el 5% y 50% del valor de mercado de la entrega, tienen dos años de
gracia, y facilidades para pagar el remanente entre 17 y 25 años a una
tasa de interés de 2%. Por estos convenios financieros y
comerciales (con China y América Latina y el Caribe) Venezuela estuvo
perdiendo cerca de 3 de cada 10 dólares por petróleo exportado.
No menos importante es advertir el aumento del consumo interno de
petróleo como resultado del mundialmente conocido subsidio a la gasolina
que existe en Venezuela, y que le ha restado cerca de 100 mil barriles
de crudo a las exportaciones, y otra carga desconocida atribuible al
contrabando. Así que, en cierto modo, la economía se expuso a un
shock de ingresos petroleros sin que fuera advertido y sin que los
precios cambiaran de manera dramática.
No menos importante es apuntar, que entre los años 2011 y 2014, la
concentración de repagos por concepto de deuda externa llevó al país a
desembolsar por vencimientos e intereses cerca de 15.000 millones de
dólares por año (cuando el promedio en los cuatro años previos no llegó a
los 8.000 millones). De hecho sólo en el mes de octubre de éste año Venezuela debió servir compromisos por casi 6.000 millones de dólares.
El giro adverso en estos flujos no hubiera causado tan grave
daño de haber tenido el país reservas defensivas para atender el
desbalance de divisas y las presiones ulteriores. Desafortunadamente,
desde el año 2005 y por disposición de una reforma a la ley de Banco
Central de Venezuela, el instituto emisor comenzó a transferir parte de
las reservas internacionales a un oscuro y desconocido fondo de
desarrollo (el FONDEN). En ocho años cerca de 53 mil millones de dólares
fueron transferidos desde las reservas internacionales al FONDEN.
Cuando la crisis de divisas estalla hacia el último trimestre del año
2012, el Banco Central escasamente contaba con 3.700 millones de
dólares en reservas disponibles o líquidas, un nivel quizás acorde para
una pequeña isla del caribe pero no para una economía como la venezolana
con 30 millones de habitantes, una moneda sobrevaluada y cerca de
70.000 millones de dólares en importaciones de bienes y servicios.
Ante la crisis la reacción del gobierno fue restringir las
asignaciones de divisas para importaciones y otras necesidades de la
economía. El gobierno en Venezuela puede hacer esto pues
concentra los ingresos por exportaciones petroleras y mantiene desde el
año 2003 un sistema de control de cambios. En 2013, cálculos
conservadores indican que las importaciones del sector privado pudieron
haber caído cerca de un 11%. Para el año 2014, no hay estadísticas
oficiales de la balanza de pagos o de movimiento cambiario (tampoco de
cuentas nacionales), pero las cifras del CENCOEX (el organismo a cargo
de la distribución de las divisas) indican una caída de 19% en los
primeros 7 meses del año (con respecto a los 7 primeros meses de 2013).
El racionamiento de divisas en los mercados oficiales que tiene
Venezuela es factor fundamental que explica la depreciación acelerada de
la tasa de cambio en el “mercado negro” y la ausencia de bienes de
consumo esencial, ya sea por qué no se importan en cantidades
suficientes o porque las empresas domésticas no tiene los insumos para
producirlos. El racionamiento, en cierto modo, es también la causa de la
recesión y de la aceleración inflacionaria. Aunque el gobierno
ha decidido no publicar cifras del producto interno bruto para este año,
la caída en la producción es muy evidente. La producción de
automóviles en Venezuela cayó 81% entre enero y octubre de 2014, según
cifras publicadas por la Cámara Automotriz de Venezuela. La razón: no
hay insumos para el ensamblaje. En un país donde el 75% de las
importaciones son de materias primas, insumos intermedios y bienes de
capital, restringir abruptamente las importaciones genera un serio daño
para el sector productivo, especialmente para la manufactura donde se
concentra los empleos más productivos.
Para colmo de males la demanda de consumo sigue expandiéndose
ya sea por la desordenada política fiscal como por los nulos incentivos
que tienen el público para ahorrar. El hecho es que también
las tasas de interés en Venezuela están controladas, y el activo
financiero que mejor rendimiento ofrece, los depósitos de ahorros, está
pagando una tasa de -50%. Cuando el dinero pierde su propiedad de
reserva de valor, la gente trata de refugiarse en activos u otros bienes
exacerbando los desbalances en otros mercados, de por sí ya bastante
atrofiados.
Con un nivel de gasto público que se ajusta a la inflación pero con
ingresos fiscales de carácter petrolero que están atados a una tasa de
cambio fija, la brecha fiscal se ha venido agigantando. El gobierno ha
venido galopando en las colocaciones de deuda interna sobre la banca,
pero el espacio es limitado, así que desde el año 2010 el Banco Central
de Venezuela se ha ideado un mecanismo donde compra pagares emitidos en
bolívares por la estatal petrolera PDVSA y ésta se voltea y paga
compromisos gubernamentales y propios.Semejante desorden fiscal y
monetario en una economía donde tener bolívares es pésimo negocio para
los residentes, constituye combustible para la aceleración
inflacionaria. La tasa de Inflación que cerró en Venezuela en
19% en 2012, posiblemente cerrará éste año por encima de 65%. Todo esto
ocurre en una economía donde existen 4 tasas de cambio, y donde la
brecha entre la tasa más baja y la más elevada es de 2.200 por ciento.
¿Y entonces, que le espera a la economía venezolana en un escenario
de precio petroleros como el que se perfila? Bien, si los precios caen
el próximo año, digamos, a un promedio de 74 dólares el barril para la
cesta venezolana (84 dólares para el crudo Brent), la reducción de los
ingresos petroleros externos efectivos puede llegar al 20%. Si
el modelo sigue cerrando con racionamiento de divisas hacia el sector no
petrolero, semejante reducción en los ingresos de divisas, provocará
una amplificación de los daños. La caída del producto será
mayor, las escases de bienes será mayor, la tasa de inflación seguirá
acelerándose y el país se irá adentrando, aun más, a un proceso de
peligroso descontento y creciente ingobernabilidad.
Venezuela necesita urgentemente un plan de transformación
económica e institucional y un conjunto de políticas macroeconómicas que
le permita recobrar los balances perdidos. En la transición
requiere de una línea de crédito contingente externa que impida la
parálisis y permita un mínimo control de daños ¿Habrá la suficiente
sensatez en los círculos gobernantes para encarar los desafíos?
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