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Migajas tras el boom petrolero
VÍCTOR SALMERÓN | EL UNIVERSAL
martes 11 de enero de 2011 03:34 PM
Las estadísticas del Banco Central desnudan a una economía que en 2008 alcanzó todo el crecimiento que es posible obtener tras el constante incremento de los precios del petróleo, desde entonces, el consumo, la inversión y la producción de los sectores clave experimentan retrocesos muy importantes.
Si se contrasta el desempeño de la economía en 2010 con 2008, año en que se logra el punto máximo de la expansión iniciada en 2004 por el brillo del barril, el PIB registra un descenso de 5,1% que incluso disminuye la torta a repartir a un tamaño inferior en 0,5% al de 2007.
Todo apunta a que en 2008 la economía llegó a un punto de quiebre donde el modelo basado en los altos precios del crudo se agotó, de hecho, ese año el crecimiento se redujo a la mitad a pesar de que el crudo venezolano se mantuvo en un precio promedio de 86,49 dólares el barril, todo un récord.
La historia reciente señala que a raíz del paro empresarial de 2003 las empresas trabajaban muy por debajo de su capacidad. Con el salto estelar del petróleo el Gobierno incrementó el gasto público, los pedidos se dispararon y los equipos desenchufados entraron en calor.
Pero una vez agotada esta etapa de fácil crecimiento, se alcanza un nivel donde el gasto público deja de ser suficiente, también se requiere inversión para ampliar el número de máquinas y más tecnología.
Analistas explican que de esta manera la economía comienza a asemejarse a un carro que tiene en frente una pared. Se puede hundir a fondo el acelerador del gasto público pero al poco tiempo chocaría con el muro de 2008 que solo puede ser derribado con mayor inversión y tecnología.
En un entorno signado por expropiaciones, control de precios y control de cambio las cifras del Banco Central indican que la inversión desciende 4,8% en 2010 y 8,2% en 2009.
El resultado es un ciclo de expectativas limitadas, de metas mediocres que prácticamente prometen migajas a la población. La oferta del Gobierno es crecimiento de 2% este año, con lo que la economía dejaría de caer pero aún estaría muy lejos de recuperar el terreno perdido desde 2008.
Al mismo tiempo la promesa es lograr inflación de 23%, la cifra más elevada de América Latina y una magnitud que se traducirá, si acaso, en una mejoría exigua en la capacidad de compra del salario.
Si se contrasta el desempeño de la economía en 2010 con 2008, año en que se logra el punto máximo de la expansión iniciada en 2004 por el brillo del barril, el PIB registra un descenso de 5,1% que incluso disminuye la torta a repartir a un tamaño inferior en 0,5% al de 2007.
Todo apunta a que en 2008 la economía llegó a un punto de quiebre donde el modelo basado en los altos precios del crudo se agotó, de hecho, ese año el crecimiento se redujo a la mitad a pesar de que el crudo venezolano se mantuvo en un precio promedio de 86,49 dólares el barril, todo un récord.
La historia reciente señala que a raíz del paro empresarial de 2003 las empresas trabajaban muy por debajo de su capacidad. Con el salto estelar del petróleo el Gobierno incrementó el gasto público, los pedidos se dispararon y los equipos desenchufados entraron en calor.
Pero una vez agotada esta etapa de fácil crecimiento, se alcanza un nivel donde el gasto público deja de ser suficiente, también se requiere inversión para ampliar el número de máquinas y más tecnología.
Analistas explican que de esta manera la economía comienza a asemejarse a un carro que tiene en frente una pared. Se puede hundir a fondo el acelerador del gasto público pero al poco tiempo chocaría con el muro de 2008 que solo puede ser derribado con mayor inversión y tecnología.
En un entorno signado por expropiaciones, control de precios y control de cambio las cifras del Banco Central indican que la inversión desciende 4,8% en 2010 y 8,2% en 2009.
El resultado es un ciclo de expectativas limitadas, de metas mediocres que prácticamente prometen migajas a la población. La oferta del Gobierno es crecimiento de 2% este año, con lo que la economía dejaría de caer pero aún estaría muy lejos de recuperar el terreno perdido desde 2008.
Al mismo tiempo la promesa es lograr inflación de 23%, la cifra más elevada de América Latina y una magnitud que se traducirá, si acaso, en una mejoría exigua en la capacidad de compra del salario.
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