En: http://www.lapatilla.com/site/2011/11/29/orlando-viera-blanco-el-poder-de-la-denuncia-de-diego-arria/
Orlando Viera-Blanco
Compartiendo mesa (y desdicha) con algunos venezolanos en el exilio veo que el común de sus aquiescencias es una profunda indignación como víctimas de despojos y desprecios impredecibles. Orlando -me dicen- lo material es lo de menos. Incluso la familia amén de la distancia, siempre está… La condena más perversa ha sido el quiebre moral que ha caído en nuestros hombros y desde lo cual regresar se ve lejos… El tema no es siquiera político, sino humano. Desde ahí, es mucho lo que los venezolanos tenemos que reparar y redimir, por lo que ojalá los tiempos den para que sea posible. De lo contrario, ejemplo más notable de lo que sucederá si el odio y la violencia vencen, tiene nombre y apellido: la Cuba del Sr. Castro.
No es fácil sembrar optimismo y esperanza, después de 13 años gambeteados por un discurso pendenciero y desplazante. Sin embargo a tenor de lo que advierte Savater, nada supera el “poder de la palabra y de la verdad”, desde la cual (la denuncia), algunos ya colocan sus tildes en sus textos.
Diego Arria supo dar en la médula del temor más íntimo del presidente Chávez, que no es más que verse leso en el poder. Arria en su condición de exsecretario del Consejo de Seguridad de la ONU, se sabe en posición privilegiada para convertirse en el celador de la injusticia contra los oprimidos. El Gobierno tiene ahora una papa caliente en sus manos, porque la denuncia de Arria no es negociable. Ya no se trata de Uribe o Santos, haciendo amagues para lograr concesiones. Se trata de un hombre con sólidas relaciones diplomáticas para comprometer la legalidad de los desmanes de Chávez. Arria, a partir de una suerte de inmunidad supranacional (el Gobierno sabe que con este tercio no se vale ir ni de boca ni de brazo, porque lo custodia una corte internacional), se convierte en un hueso difícil de amansar. Ahora es Chávez quien tiene que encargar un babalao, para que a Arria ni le dé catarro ni lo toquen con el pétalo de una sílaba.
Diego Arria ha dicho que no se trata de una venganza, sino de hacer justicia por los abusos contra gente buena, honesta e inocente. La lista es larga y no menos elocuente, aunque no se ha dado a conocer. Pero basta recordar el arsenal de expropiaciones, privaciones de libertad, violencia, abusos de autoridad, para respaldar la querella que, por cierto, no es contra el Estado venezolano ni contra la Presidencia, sino personalmente contra Hugo Chávez. Excesos que llevaron a venezolanos como Brito a inmolarse, que eternizan en un hueco sin luz a los comisarios o que han frustrado la vida de periodistas, políticos o empresarios, perseguidos, encarcelados o execrados, por el delito de disentir, decir la verdad o de no renunciar al producto de su trabajo.
Pues nada Presidente, apriete el Bolsillo. La tarifa a pagar, no baja ni escamoteable.
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