Friday, November 25, 2011

Los signos de la crisis

En: http://www.eluniversal.com/opinion/111125/los-signos-de-la-crisis

RICARDO GIL OTAIZA |  EL UNIVERSAL
viernes 25 de noviembre de 2011  12:00 AM
Todos hablamos de crisis, pero estamos muy lejos de conocer en profundidad los alcances de la misma. Solemos connotar la problemática económica y social como signos evidentes de un proceso de deterioro que nos conduce de manera inexorable al vacío, pero ignoramos la complejidad que encierra el vocablo y cuyas secuelas reales inciden de manera determinante en nuestras vidas.

Desde el ángulo del pensamiento moriniano las crisis encierran tres factores a considerar, que podrían de alguna manera orientarnos en su comprensión y en su salida. Toda crisis implica incertidumbre, que podría definirse como la imposibilidad que tenemos de planificar a futuro. En este sentido, resulta doloroso cómo se trastocan a diario, no digamos ya planes y proyectos (que podrían elevar nuestra calidad de vida), sino la vida misma, en manos del hampa organizada. Cuando salimos de casa en la mañana no sabemos si retornaremos en la noche, porque es tal el grado de desasosiego, que cada amanecer podría ser el último. Nuestros jóvenes sienten cerrado el horizonte, que no tienen posibilidades de crecer y darle rienda suelta a sus sueños e ilusiones. Tenemos que conformarnos con un día a día signado por la sobrevivencia y sin posibilidad alguna de mirar al futuro.

El segundo factor a considerar en torno a la crisis, es la supresión de los mecanismos de autocontrol del planeta, patentizados en el desbocamiento de procesos de diversa índole, que hasta hace no mucho tiempo "evitaban" el entrar en la entropía y en el caos. Podríamos argumentar en este punto el quiebre de los mecanismos regulatorios de la economía, que hacen imposible el poder evitar la caída de las bolsas de valores y, con ellas, las esperanzas de empleo, de crecimiento económico y de inversión a futuro de millones de personas en todo el planeta. Se ha roto también el mecanismo de autocontrol demográfico, que nos condena a un mundo superpoblado, sin suficientes recursos naturales, con escasez de diversa índole y cuyo impacto en nuestras vidas podría ser devastador de no tomarse las medidas adecuadas. Se ha roto el mecanismo auto-regulatorio de las fuerzas de la naturaleza, cuyas arremetidas ponen en jaque a las distintas civilizaciones que pueblan la tierra. Se ha roto el mecanismo de auto-regulación tecnocientífico, y consecuencias son impensables a mediano y largo plazo de continuar esta vorágine.

Como tercer factor podríamos esbozar los inminentes peligros que para la vida humana, animal y vegetal se ciernen como consecuencia de lo anteriormente planteado. El recalentamiento global, por ejemplo, ha dado hasta ahora claras demostraciones de su poder destructivo, y como amenaza real planetaria de primer orden nadie debería hacerse hoy el desentendido. La escasez de agua potable, la desaparición de los bosques, la nefasta incidencia de los rayos ultravioleta de sol, entre otros, podrían erigirse en espadas de Damocles para la vida en el planeta.

No obstante, dentro del tercer factor descrito, hay una conexión que tampoco podemos obviar, cual es la posibilidad —real también— de reflexionar en torno a esto para tomar decisiones que nos ayuden a frenar dichos factores, y así restablecer el equilibrio perdido. Claro está (no podemos ser ilusos), la crisis tiene profundas raíces en el tiempo y sus impactos han tomado décadas para anunciarse en nuestras vidas. El deterioro es profundo, el grado de incertidumbre es preocupante, los peligros que nos acechan no son cualquier cosa, y se requerirá de una toma de conciencia que nos impulse hoy a cambiar los estilos de vida. Revertir la crisis requerirá de esfuerzo, de voluntad política y sobre todo de reconocer que como humanos hemos desatado todas estas insospechadas fuerzas, y dependerá de nosotros el revertir lo que esté en nuestras manos.

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