ALFREDO YÁNEZ MONDRAGÓN | EL UNIVERSAL
sábado 5 de noviembre de 2011 12:00 AM
Cada vez que escucho a alguno de los precandidatos de la Mesa de la Unidad Democrática decir que en su gobierno se fortalecerán las misiones, o que se mejorarán, o que se rescatarán; de alguna manera me indigno. Porque esa promesa básica de coexistencia ratifica el fundamento de una exclusión innecesaria para el futuro; sostén de un discurso de populismo insano que se nutre de la miseria y una falsa conmiseración.
Programas sociales han existido toda la vida; y en esencia representan el reconocimiento de la peor herencia que nos han dejado gobiernos ineficientes, carentes del sentido de la igualdad, propulsores de la discriminación y del uso de la pobreza para argumentar sus promesas de mejora, sus discursos de reivindicación sobre la propia desidia.
Las misiones, así como fueron concebidas, no son más que estructuras paralelas que burlan la institucionalidad, que fomentan la informalidad, que ratifican la mendicidad; que desconocen la amplitud democrática de sistemas de salud, educación, vivienda y empleo y que además son vehículo para la propaganda sobre la ausencia. Puesto que la salud sigue desamparada, la educación es fraudulenta, la vivienda no es más que un ticket impreso y el empleo una acumulación de promesas e índices estadísticos manoseados.
El próximo gobierno; sin entrar en un ánimo de radicalismos; lo que tendría que ofrecer es la reingeniería de esos sistemas que siempre han estado a la zaga; sin discriminar; sin utilizar un discurso de división social por estratos para validar sus conceptos de justicia.
El empeño de algunos asesores para que los candidatos edulcoren el mensaje, a fin de captar el voto de los medianamente convencidos de la efectividad de la política de migajas; hace mella en otros venezolanos, tan venezolanos como los que siempre se sintieron excluidos -y ahora más-, y que queremos una Venezuela donde las oportunidades sean para todos, donde el acceso a los servicios básicos no esté condicionado por un tabulador de ingresos.
Por otra parte; validar la existencia de estas "misiones" y la disposición a redimensionarlas, es aceptar como buena su razón de ser: la manipulación, la discriminación, la profundización de la zanja social que tanto daño nos ha causado. Mejorar las misiones, es firmar el decreto, quizá con rango, valor y fuerza de ley, de una antigua y hoy muy vigente agencia de dividendos políticos: la Misión Exclusión.
Menos mal que aún tenemos tiempo para revisar, para contrastar, para evaluar. La tarea que nos toca no es sencilla. En poco más de 90 días tendremos la responsabilidad de votar, más que eso, de elegir; pero sobre todo, tendremos el reto, el compromiso, de decidir.
Programas sociales han existido toda la vida; y en esencia representan el reconocimiento de la peor herencia que nos han dejado gobiernos ineficientes, carentes del sentido de la igualdad, propulsores de la discriminación y del uso de la pobreza para argumentar sus promesas de mejora, sus discursos de reivindicación sobre la propia desidia.
Las misiones, así como fueron concebidas, no son más que estructuras paralelas que burlan la institucionalidad, que fomentan la informalidad, que ratifican la mendicidad; que desconocen la amplitud democrática de sistemas de salud, educación, vivienda y empleo y que además son vehículo para la propaganda sobre la ausencia. Puesto que la salud sigue desamparada, la educación es fraudulenta, la vivienda no es más que un ticket impreso y el empleo una acumulación de promesas e índices estadísticos manoseados.
El próximo gobierno; sin entrar en un ánimo de radicalismos; lo que tendría que ofrecer es la reingeniería de esos sistemas que siempre han estado a la zaga; sin discriminar; sin utilizar un discurso de división social por estratos para validar sus conceptos de justicia.
El empeño de algunos asesores para que los candidatos edulcoren el mensaje, a fin de captar el voto de los medianamente convencidos de la efectividad de la política de migajas; hace mella en otros venezolanos, tan venezolanos como los que siempre se sintieron excluidos -y ahora más-, y que queremos una Venezuela donde las oportunidades sean para todos, donde el acceso a los servicios básicos no esté condicionado por un tabulador de ingresos.
Por otra parte; validar la existencia de estas "misiones" y la disposición a redimensionarlas, es aceptar como buena su razón de ser: la manipulación, la discriminación, la profundización de la zanja social que tanto daño nos ha causado. Mejorar las misiones, es firmar el decreto, quizá con rango, valor y fuerza de ley, de una antigua y hoy muy vigente agencia de dividendos políticos: la Misión Exclusión.
Menos mal que aún tenemos tiempo para revisar, para contrastar, para evaluar. La tarea que nos toca no es sencilla. En poco más de 90 días tendremos la responsabilidad de votar, más que eso, de elegir; pero sobre todo, tendremos el reto, el compromiso, de decidir.
No comments:
Post a Comment