JUAN MARCOS COLMENARES | EL UNIVERSAL
sábado 5 de noviembre de 2011 12:00 AM
Revolución es un cambio drástico, súbito y violento, una ruptura del orden establecido o un quiebre con el estado anterior de las cosas, en lo económico, cultural, religioso, político, social o militar. En cambio, evolución es la acción de desenvolverse o desarrollarse pasando gradual y progresivamente de un estado a otro.
Venezuela, con sus aciertos y errores, venía evolucionando gradualmente y transformándose de un país subdesarrollado en un país emergente. Sembrando el petróleo con inversiones en las industrias básicas y en la industria pesada del acero y la bauxita (Sidor, Venalum, Alcasa, Bauxiven, CVG). En la agroindustria, con la construcción de ingenios azucareros y complejos manufactureros. Invirtiendo en la infraestructura física y el capital humano de la industria petrolera y petroquímica (Pdvsa, Pequiven, empresas mixtas). Y desarrollando empresas y complejos hidroeléctricos (Electricidad de Caracas, Enelven, represas de Guri y Uribante-Caparo). El bolívar era una moneda dura que cotizaba en los mercados mundiales junto al dólar, al marco y al yen; y nuestro PIB alcanzó un crecimiento muy superior al de cualquier país hemisférico, con más desarrollo social y mejor calidad de vida.
También evolucionábamos con la visión de lograr la Gran Venezuela, planificando la renovación del Estado, reorganizando la administración pública y su estructura económica para democratizar el país; logrando la descentralización y la elección directa de gobernadores y alcaldes. Buscábamos acabar con el estatismo o capitalismo de Estado, ampliando las fuentes de ingresos, diversificando el sector productivo, reduciendo el peso del Estado y creando una sociedad productiva no rentista; para convertir a Venezuela en un país productivo y competitivo desde el punto de vista económico.
Pero en 1998, un grupo de forajidos arropándose bajo el "mito bolivariano", abortó ese proceso de evolución, destruyendo las instituciones, controlando todos los poderes y corrompiendo a las fuerzas armadas. Ese régimen ha violado la propiedad privada al estimular la invasión de fincas, edificios y expropiando empresas, haciendas y centros comerciales. Ha incrementado la corrupción, la inseguridad, la criminalidad, el desempleo, la inflación y la persecución política. Ha destruido el aparato productor, incautando empresas, nacionalizando bancos, acosando empresarios y cerrando medios de comunicación. Hoy la industria siderúrgica se encuentra en quiebra, Pdvsa está insolvente, producimos menos petróleo y tenemos un grave déficit fiscal. Ahora somos más dependientes, pues el 90% de los ingresos provienen del petróleo; y además estamos subordinados a las importaciones, especialmente de alimentos, porque en el país no se produce nada.
Es mentira que en Venezuela existe una revolución bolivariana, lo que hemos presenciado es un "quítate tú para ponerme yo". Y estos 12 años han sido una farsa que solo ha servido para que una horda de resentidos y delincuentes hayan asaltado el poder, haciendo lo que les da su gana, despilfarrando más de un millón de millones de dólares, apropiándose de nuestras reservas de oro y robándose el futuro de nuestro país, de nuestra familia y de nuestros hijos.
Por eso necesitamos un cambio profundo y radical para romper las cadenas del miedo, de la violencia, de la pobreza, de la humillación, de la exclusión; y lograr romper esas cadenas que nos atan al pasado y a la barbarie.
Venezuela, con sus aciertos y errores, venía evolucionando gradualmente y transformándose de un país subdesarrollado en un país emergente. Sembrando el petróleo con inversiones en las industrias básicas y en la industria pesada del acero y la bauxita (Sidor, Venalum, Alcasa, Bauxiven, CVG). En la agroindustria, con la construcción de ingenios azucareros y complejos manufactureros. Invirtiendo en la infraestructura física y el capital humano de la industria petrolera y petroquímica (Pdvsa, Pequiven, empresas mixtas). Y desarrollando empresas y complejos hidroeléctricos (Electricidad de Caracas, Enelven, represas de Guri y Uribante-Caparo). El bolívar era una moneda dura que cotizaba en los mercados mundiales junto al dólar, al marco y al yen; y nuestro PIB alcanzó un crecimiento muy superior al de cualquier país hemisférico, con más desarrollo social y mejor calidad de vida.
También evolucionábamos con la visión de lograr la Gran Venezuela, planificando la renovación del Estado, reorganizando la administración pública y su estructura económica para democratizar el país; logrando la descentralización y la elección directa de gobernadores y alcaldes. Buscábamos acabar con el estatismo o capitalismo de Estado, ampliando las fuentes de ingresos, diversificando el sector productivo, reduciendo el peso del Estado y creando una sociedad productiva no rentista; para convertir a Venezuela en un país productivo y competitivo desde el punto de vista económico.
Pero en 1998, un grupo de forajidos arropándose bajo el "mito bolivariano", abortó ese proceso de evolución, destruyendo las instituciones, controlando todos los poderes y corrompiendo a las fuerzas armadas. Ese régimen ha violado la propiedad privada al estimular la invasión de fincas, edificios y expropiando empresas, haciendas y centros comerciales. Ha incrementado la corrupción, la inseguridad, la criminalidad, el desempleo, la inflación y la persecución política. Ha destruido el aparato productor, incautando empresas, nacionalizando bancos, acosando empresarios y cerrando medios de comunicación. Hoy la industria siderúrgica se encuentra en quiebra, Pdvsa está insolvente, producimos menos petróleo y tenemos un grave déficit fiscal. Ahora somos más dependientes, pues el 90% de los ingresos provienen del petróleo; y además estamos subordinados a las importaciones, especialmente de alimentos, porque en el país no se produce nada.
Es mentira que en Venezuela existe una revolución bolivariana, lo que hemos presenciado es un "quítate tú para ponerme yo". Y estos 12 años han sido una farsa que solo ha servido para que una horda de resentidos y delincuentes hayan asaltado el poder, haciendo lo que les da su gana, despilfarrando más de un millón de millones de dólares, apropiándose de nuestras reservas de oro y robándose el futuro de nuestro país, de nuestra familia y de nuestros hijos.
Por eso necesitamos un cambio profundo y radical para romper las cadenas del miedo, de la violencia, de la pobreza, de la humillación, de la exclusión; y lograr romper esas cadenas que nos atan al pasado y a la barbarie.
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