JORGE LINARES ANGULO | EL UNIVERSAL
martes 17 de enero de 2012 12:00 AM
Cuando decimos lo derrotaremos, en singular, nos estamos refiriendo al Presidente de la República. La razón es evidente: Hugo Chávez es un autócrata típico, sin disposición a compartir el poder, con dominio aplastante de sus colaboradores. Éstos, incluyendo a los gobernadores oficialistas, ni argumentan ni declaran sin mencionar con ditirambos al "Jefe de la Revolución". Es el culto a la personalidad, ese repugnante tributo que demandan los autócratas so pena de execrar a quienes, sirviéndole, no lo practiquen. Por eso la principal responsabilidad de la gestión del gobierno que dirige a Venezuela desde 1999 recae en Hugo Chávez. Cuando la gente humilde, manipulada sin cesar, dice que al Presidente lo engañan o cuando algunos opositores urden frases al estilo de "Venezuela está hipotecando su economía al vender petróleo a futuro", eximen al Presidente de su culpabilidad. No: a Chávez nadie lo engaña (su estilo es "yo ordeno", "yo decido", "yo vigilo") y es Chávez quien hipoteca el futuro del país, no una abstracta Venezuela.
Comenzando 2012 debemos preguntarnos: ¿merece Hugo Chávez seguir gobernando? ¿No ha tenido suficiente oportunidad, con grandes recursos, pasados trece años, para hacer de Venezuela uno de los mejores países del mundo? ¿Es verdad que ha disminuido la pobreza? No: a lo sumo se le han colocado paños tibios para disimularla y en el fondo conservarla. Porque a Chávez, mientras pretende una sociedad encarcelada para un poder vitalicio, le interesa una pobreza que no se resuelva sino que sobreviva con el paliativo de unas misiones dispensadoras de dádivas, tales como las anunciadas hace poco, absolutamente electoreras.
El saldo del gobierno de Hugo Chávez está a la vista: inseguridad sin precedentes con tasa anual de más de 20 mil muertos y cárceles dantescas; economía en ruinas, con la producción nacional aniquilada y la consiguiente escasez e inflación descomunal; carreteras intransitables y aeropuertos paralizados, con vuelos mínimos, (el caso de Trujillo es un ejemplo patético); Cadivi convertida en un maremágnum de requisitos burocráticos como para que nos desalentemos, con lo cual los venezolanos estamos virtualmente aislados en el territorio nacional. La Misión Vivienda es una teatralización incesante con la que se maneja la ilusión de los más humildes. El Presidente entrega tres mil viviendas "equipadas" en un acto apoteósico, propaganda al payasesco estilo mussoliniano, mientras permanecen 30 mil familias en refugios convertidos en guetos, y el déficit nacional es de 3.700.00 viviendas. Ya lo sabemos: el actual Presidente comenzó su mandato denunciando un déficit de 1.500.000 viviendas, flameando una consigna de solución al cabo de su primer período. ¿Es una agresión imperialista el contraste entre el ayer de 1999 y el hoy del naciente 2012?
El Sr. Chávez ha puesto al país en la línea de los gobiernos y dirigentes más peligrosos y aborrecidos del mundo e involucra a Venezuela en una trama geopolítica de extrema gravedad. ¿Merecemos los venezolanos, gente ajena a las guerras desde fines del siglo XIX y a todo lo largo del XX, un riesgo tan preocupante? Los venezolanos tenemos que meditar y decidir respecto de la situación que hoy vivimos y el futuro pavoroso que Hugo Chávez nos ofrece. Para colmo ya se ha colado la noticia: Cuba no avanza en sus reformas porque lo impide el envejecido Fidel quien no desea defraudar a su discípulo y benefactor cuyo sueño es repetir la larga y auto-gozosa experiencia autocrática del maestro. ¡Basta, lo derrotaremos! Esta frase debe ser nuestra divisa el 12 de febrero y el 7 de octubre.
Comenzando 2012 debemos preguntarnos: ¿merece Hugo Chávez seguir gobernando? ¿No ha tenido suficiente oportunidad, con grandes recursos, pasados trece años, para hacer de Venezuela uno de los mejores países del mundo? ¿Es verdad que ha disminuido la pobreza? No: a lo sumo se le han colocado paños tibios para disimularla y en el fondo conservarla. Porque a Chávez, mientras pretende una sociedad encarcelada para un poder vitalicio, le interesa una pobreza que no se resuelva sino que sobreviva con el paliativo de unas misiones dispensadoras de dádivas, tales como las anunciadas hace poco, absolutamente electoreras.
El saldo del gobierno de Hugo Chávez está a la vista: inseguridad sin precedentes con tasa anual de más de 20 mil muertos y cárceles dantescas; economía en ruinas, con la producción nacional aniquilada y la consiguiente escasez e inflación descomunal; carreteras intransitables y aeropuertos paralizados, con vuelos mínimos, (el caso de Trujillo es un ejemplo patético); Cadivi convertida en un maremágnum de requisitos burocráticos como para que nos desalentemos, con lo cual los venezolanos estamos virtualmente aislados en el territorio nacional. La Misión Vivienda es una teatralización incesante con la que se maneja la ilusión de los más humildes. El Presidente entrega tres mil viviendas "equipadas" en un acto apoteósico, propaganda al payasesco estilo mussoliniano, mientras permanecen 30 mil familias en refugios convertidos en guetos, y el déficit nacional es de 3.700.00 viviendas. Ya lo sabemos: el actual Presidente comenzó su mandato denunciando un déficit de 1.500.000 viviendas, flameando una consigna de solución al cabo de su primer período. ¿Es una agresión imperialista el contraste entre el ayer de 1999 y el hoy del naciente 2012?
El Sr. Chávez ha puesto al país en la línea de los gobiernos y dirigentes más peligrosos y aborrecidos del mundo e involucra a Venezuela en una trama geopolítica de extrema gravedad. ¿Merecemos los venezolanos, gente ajena a las guerras desde fines del siglo XIX y a todo lo largo del XX, un riesgo tan preocupante? Los venezolanos tenemos que meditar y decidir respecto de la situación que hoy vivimos y el futuro pavoroso que Hugo Chávez nos ofrece. Para colmo ya se ha colado la noticia: Cuba no avanza en sus reformas porque lo impide el envejecido Fidel quien no desea defraudar a su discípulo y benefactor cuyo sueño es repetir la larga y auto-gozosa experiencia autocrática del maestro. ¡Basta, lo derrotaremos! Esta frase debe ser nuestra divisa el 12 de febrero y el 7 de octubre.
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