DÁMASO JIMÉNEZ | EL UNIVERSAL
martes 17 de enero de 2012 12:00 AM
A pocas horas para que se inicie un nuevo debate electoral entre los precandidatos de la oposición, es necesario destacar que fuera de las taras que se enquistaron en el país con la revolución chavista como las trazas de ineficiencia en todos los servicios dependientes de tan cancerígena gestión, la desatada corrupción, la forma "bodeguera" como han sido administrados los recursos entre adeptos o no al Gobierno, el despilfarro lapidario de dineros venezolanos a gobiernos "chulócratas" de América Latina, y la lamentable cifra oficial de al menos 18 mil 850 venezolanos víctimas del homicidio y la delincuencia indetenible que se refleja en las cifras rojas del 2011; independientemente de los proyectos a futuro y de la manera de reconstruir el país, es necesario encauzar la discusión del debate en torno a la alternabilidad y ese gusto arrogante por atornillarse en el poder a través de la reelección.
Este fenómeno sembrado en nuestra carta magna de 1999 está causando mucho daño al país.
En un sistema presidencialista como el nuestro el jefe de Gobierno es también el jefe del Estado, lo que le otorga un poder casi absoluto a la hora de competir con otras ideas y con otros venezolanos en la medición de una nueva justa electoral.
La falta de autocrítica dentro de la gestión y el rechazo de los puntos de vista de quienes los adversan, son dos de los peores daños que se haya propinado Gobierno alguno. En 13 años el presidente Chávez solo ha llevado a cabo una carrera por preservar el poder y se ha olvidado por completo de reconstruir un país y de brindarle el mayor cúmulo de felicidad posible a la población en general.
Hasta los momentos sólo el candidato por la coalición UNT, AD, Copei y Bandera Roja, Pablo Pérez, ha sido enfático en determinar su desacuerdo con la reelección presidencial y expresar que claramente que el país lo que necesita en estos momentos es un Gobierno de transición que permita abrir nuevos caminos a las nuevas generaciones, al siglo 21 al cual aún no hemos entrado, a las nuevas ideas y a la experiencia que fuera relegada por tantos años de imposiciones.
No podemos pensar que la idea es cambiar una dictadura por otra a través de las trampas sembradas con mala fe dentro de nuestra Carta Magna para minimizar los espacios democráticos y destruir la política que se ejerce desde la ciudadanía que osa enfrentarse a quienes manejan los hilos desde el limbo del poder.
Es mentira, nadie necesita más de un período para lograr finiquitar un plan de Gobierno. El país necesita una reconstrucción general que nos saque de este atolladero en el que nos encontramos atrapados, a través de un proyecto de 25 o 30 años, pero en la alternabilidad de varias propuestas democráticas de grupos o partidos y no de un nuevo mesías, porque estaríamos a las puertas del Dejavú de una pesadilla aún sin acabar.
Venezuela y Cuba son los únicos países del mundo donde la reelección es indefinida a pesar que pocos estén de acuerdo con semejante aberración, al fin y al cabo la reelección termina siendo dictadura.
Quien se hubiese imaginado que tantos gobiernos populistas estuvieran desangrando a América Latina y el Caribe gracias al artificio de la reelección presidencial. Hasta cuando los Evo Morales, los Daniel Ortega, la dinastía Castro, Rafael Correa, Leonel Fernández, Cristina Kirchner y Hugo Chávez.
En las postrimerías de la era militarista y oscura que tanto daño le ha hecho al país, vale la pena repreguntar y hasta pensar mal de las segundas intenciones de nuestros precandidatos, que expliquen porque no quieren tomar distancia de la reelección, ahora que sabemos lo caro que salen los errores.
¿Vamos a repetir lo que tanto hemos criticado?
Este fenómeno sembrado en nuestra carta magna de 1999 está causando mucho daño al país.
En un sistema presidencialista como el nuestro el jefe de Gobierno es también el jefe del Estado, lo que le otorga un poder casi absoluto a la hora de competir con otras ideas y con otros venezolanos en la medición de una nueva justa electoral.
La falta de autocrítica dentro de la gestión y el rechazo de los puntos de vista de quienes los adversan, son dos de los peores daños que se haya propinado Gobierno alguno. En 13 años el presidente Chávez solo ha llevado a cabo una carrera por preservar el poder y se ha olvidado por completo de reconstruir un país y de brindarle el mayor cúmulo de felicidad posible a la población en general.
Hasta los momentos sólo el candidato por la coalición UNT, AD, Copei y Bandera Roja, Pablo Pérez, ha sido enfático en determinar su desacuerdo con la reelección presidencial y expresar que claramente que el país lo que necesita en estos momentos es un Gobierno de transición que permita abrir nuevos caminos a las nuevas generaciones, al siglo 21 al cual aún no hemos entrado, a las nuevas ideas y a la experiencia que fuera relegada por tantos años de imposiciones.
No podemos pensar que la idea es cambiar una dictadura por otra a través de las trampas sembradas con mala fe dentro de nuestra Carta Magna para minimizar los espacios democráticos y destruir la política que se ejerce desde la ciudadanía que osa enfrentarse a quienes manejan los hilos desde el limbo del poder.
Es mentira, nadie necesita más de un período para lograr finiquitar un plan de Gobierno. El país necesita una reconstrucción general que nos saque de este atolladero en el que nos encontramos atrapados, a través de un proyecto de 25 o 30 años, pero en la alternabilidad de varias propuestas democráticas de grupos o partidos y no de un nuevo mesías, porque estaríamos a las puertas del Dejavú de una pesadilla aún sin acabar.
Venezuela y Cuba son los únicos países del mundo donde la reelección es indefinida a pesar que pocos estén de acuerdo con semejante aberración, al fin y al cabo la reelección termina siendo dictadura.
Quien se hubiese imaginado que tantos gobiernos populistas estuvieran desangrando a América Latina y el Caribe gracias al artificio de la reelección presidencial. Hasta cuando los Evo Morales, los Daniel Ortega, la dinastía Castro, Rafael Correa, Leonel Fernández, Cristina Kirchner y Hugo Chávez.
En las postrimerías de la era militarista y oscura que tanto daño le ha hecho al país, vale la pena repreguntar y hasta pensar mal de las segundas intenciones de nuestros precandidatos, que expliquen porque no quieren tomar distancia de la reelección, ahora que sabemos lo caro que salen los errores.
¿Vamos a repetir lo que tanto hemos criticado?
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