En: http://www.lapatilla.com/site/2014/10/12/alberto-barrera-tyszka-cuatro-palabras/
Alberto Barrera Tiszka
Esto de ver a Diosdado Cabello poniendo ojos de venadito y diciendo,
casi trémulo, que se siente amenazado, resulta francamente impactante.
Porque, además, no se está refiriendo a lo que sucede en la calle, a la
inseguridad cotidiana; no alude a lo ocurrido esta semana entre la
policía y los colectivos armados; no está hablando de la violencia
incomprensible que parece gobernar al país. No. Diosdado Cabello se
siente amenazado por unas frases dichas por el diputado Carlos
Berrizbeitia.
En un país donde aparecen cadáveres descuartizados sobre las calles,
el presidente de la Asamblea Nacional y primer vicepresidente del
partido que controla el Estado y las instituciones, se siente de pronto
amenazado por cuatro palabras. Le dijeron algo terrible, algo muy feo.
Su vida está en peligro.
Sin duda, lo más saludable es detenerse en lo que dijo Berrizbeitia.
Hay que tratar de entender por qué Diosdado Cabello ve disparos detrás
de unas sílabas. Las cuatro palabras son las siguientes: “Sus días están
contados”. No es un parlamento demasiado original. Se trata, más bien,
de una expresión que se incorpora con bastante frecuencia en el discurso
coloquial. Podría repetirlo el general Padrino con respecto a los
contrabandistas. Podría sentenciarlo algún personaje de la telenovela de
Ibsen Martínez en Televen. Podría afirmarlo cualquier ciudadano en
cualquier café y hablando sobre cualquier tema. “Sus días están
contados” es como decir “te espero en la bajadita”. Veamos el contexto
original: en medio del debate sobre la elección de las autoridades del
CNE, Berrizbeitia dijo: “Pongan a los magistrados que pongan, sus días
están contados, porque fracasaron durante más de 14 años”. Es tan obvio
que resulta un poco patético tener que recalcar que se trata de una
profecía política, que Berrizbeitia no hace más que verbalizar lo que
millones de venezolanos también pensamos: su poder no es para siempre,
camarada. Su gobierno no será eterno.
¿Eso es una amenaza? ¿Eso pone en alto riesgo la vida de Diosdado
Cabello? Parece que sí. O, al menos, él lo cree. No es la primera vez
que aparece esta clase de denuncias. Basta recordar la vez que, en un
momento cumbre del análisis de discurso en occidente, el oficialismo
rastreó conspiraciones en el crucigrama de un periódico. Es antiguo y
persistente el empeño gubernamental por presentar a la oposición como si
fuera un asesino serial. Todo forma parte de una misma concepción, de
una estructura profunda, asentada en el pensamiento del chavismo:
conciben la alternancia política como intento de homicidio. Por eso
Diosdado Cabello quiere marchar hasta la Fiscalía.
No deja de ser paradójico que la nueva oligarquía se presente, ahora,
tan quisquillosa con las palabras. Quien haga una historia del lenguaje
político de las dos últimas décadas tropezará sin duda con el uso
lexical, beligerante y descalificador que tanto derrochó Hugo Chávez. El
insulto, la burla y la amenaza son elementos claves de la retórica que
promovió. Quien no era chavista no solo no era venezolano: era un
majunche cuyo único destino era ser pulverizado. El diccionario del
poder no tiene registradas estas palabras.
Diosdado Cabello está en peligro. Él, que ejerce la autoridad como le
da la gana y apaga el micrófono y calla de golpe a cualquier
parlamentario. Él, que tiene de su lado el silencio de la mayoría de los
medios de comunicación del país. Él, que no ha sido tocado seriamente
por las 17 denuncias de corrupción que hay sobre su administración como
gobernador el estado Miranda. Él, que logra que la lenta justicia
nacional sea sorpresivamente rápida y directa a la hora de acorralar al
periódico Tal Cual. Él, que tiene un programa semanal en la TV, donde
dice lo que quiere sin probar nada ni otorgar ningún derecho a réplica.
Él, que tienes escoltas y choferes… Él se siente amenazado. ¿Cómo carajo
nos sentiremos, entonces, todos los demás, la gran mayoría de los
venezolanos que no tenemos ni sus privilegios ni su poder?
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