FRANCISCO JOSÉ VIRTUOSO SJ
Hace pocos días, Fernando Mires, excelente analista político
latinoamericano, señalaba con acierto que la sociedad venezolana atraviesa una
terrible crisis de anomia. Comparto ese diagnóstico. Lo único que agrego es que
esa enfermedad se viene desarrollando desde hace por lo menos unos 20 años, y
con el correr del tiempo se ha ido profundizando, hasta llegar al límite de
convertirnos en un caso excepcional en toda América Latina.
Anomia es aquella situación en la cual los vínculos sociales se debilitan y la sociedad pierde su fuerza para integrar y regular adecuadamente a las personas que hacen vida en ella. El resultado es la desintegración de la convivencia. Como bien dice Mires: "actualmente en Venezuela, el concepto de sociedad no pasa de ser un significante vacío o un simple recurso retórico".
¿Por qué nos hemos venido desintegrando como sociedad hasta llegar a la situación actual en donde impera la violencia abierta y desnuda entre grupos con intereses propios al margen de cualquier visión de globalidad? No me queda duda al afirmar que la causa fundamental está en que se ha destruido la capacidad de vivir políticamente como polis, como res-pública, como comunidad ordenada al bien común. Sin política, la sociedad humana no puede constituirse. Allí donde no hay política solo impera la violencia; allí donde hay violencia solo triunfa la muerte.
La política es el arte de construir consensos, sin suprimir las diferencias y la pluralidad. Es la capacidad de agregar intereses desde la perspectiva de horizonte común construido desde la deliberación en libertad. La política es la estructuración institucional que una sociedad decide respetar y acatar para hacer posible que los acuerdos comunes prevalezcan. Lamentablemente, en la Venezuela de los últimos lustros, la política se ha usado en forma irresponsable para fomentar la irritación, el odio y el conflicto. Muy lejos estamos de servirnos de la política para dar curso a las tensiones de la sociedad.
En su último estudio, la encuestadora IVAD señaló que el 81,3% manifiesta que se vive una profunda crisis política. La gran mayoría es muy crítica del gobierno y de las instituciones del Estado en general. La desconfianza es el signo que marca la dinámica política. La sensación de malestar está extendida a todos los sectores sociales y políticos. Los sucesos de violencia política que en las últimas dos semanas nos han sacudido, no sólo confirman esa percepción de crisis sino que la agudizan, porque están revelando la desnuda guerra de oscuros intereses grupales que se arropan tras el velo del poder del Estado.
Quizás estemos a tiempo de retomar la senda correcta. El gobierno tiene que entender que su principal tarea es construir la legitimidad que no tiene y para ello debe ser capaz de salir de sus dogmatismos ideológicos para abrirse a un juego de participación más plural, permitiendo que se constituyan instituciones públicas de acuerdo a lo pautado en la Constitución de la República. Los factores políticos de oposición tienen que trabajar mucho en la unidad de visión y estrategias y la ciudadanía en general asumir nuestra corresponsabilidad en el momento que vivimos.
fjvirtuoso@ucab.edu.ve
Anomia es aquella situación en la cual los vínculos sociales se debilitan y la sociedad pierde su fuerza para integrar y regular adecuadamente a las personas que hacen vida en ella. El resultado es la desintegración de la convivencia. Como bien dice Mires: "actualmente en Venezuela, el concepto de sociedad no pasa de ser un significante vacío o un simple recurso retórico".
¿Por qué nos hemos venido desintegrando como sociedad hasta llegar a la situación actual en donde impera la violencia abierta y desnuda entre grupos con intereses propios al margen de cualquier visión de globalidad? No me queda duda al afirmar que la causa fundamental está en que se ha destruido la capacidad de vivir políticamente como polis, como res-pública, como comunidad ordenada al bien común. Sin política, la sociedad humana no puede constituirse. Allí donde no hay política solo impera la violencia; allí donde hay violencia solo triunfa la muerte.
La política es el arte de construir consensos, sin suprimir las diferencias y la pluralidad. Es la capacidad de agregar intereses desde la perspectiva de horizonte común construido desde la deliberación en libertad. La política es la estructuración institucional que una sociedad decide respetar y acatar para hacer posible que los acuerdos comunes prevalezcan. Lamentablemente, en la Venezuela de los últimos lustros, la política se ha usado en forma irresponsable para fomentar la irritación, el odio y el conflicto. Muy lejos estamos de servirnos de la política para dar curso a las tensiones de la sociedad.
En su último estudio, la encuestadora IVAD señaló que el 81,3% manifiesta que se vive una profunda crisis política. La gran mayoría es muy crítica del gobierno y de las instituciones del Estado en general. La desconfianza es el signo que marca la dinámica política. La sensación de malestar está extendida a todos los sectores sociales y políticos. Los sucesos de violencia política que en las últimas dos semanas nos han sacudido, no sólo confirman esa percepción de crisis sino que la agudizan, porque están revelando la desnuda guerra de oscuros intereses grupales que se arropan tras el velo del poder del Estado.
Quizás estemos a tiempo de retomar la senda correcta. El gobierno tiene que entender que su principal tarea es construir la legitimidad que no tiene y para ello debe ser capaz de salir de sus dogmatismos ideológicos para abrirse a un juego de participación más plural, permitiendo que se constituyan instituciones públicas de acuerdo a lo pautado en la Constitución de la República. Los factores políticos de oposición tienen que trabajar mucho en la unidad de visión y estrategias y la ciudadanía en general asumir nuestra corresponsabilidad en el momento que vivimos.
fjvirtuoso@ucab.edu.ve
Vía El Universal
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