Marco Negrón
Cuando por el ya remoto 1999 Teodoro me invitó a
escribir en El Mundo donde debutaba como Director, me
propuse una regla que he respetado estrictamente: escribir sólo sobre ciudad y
arquitectura, los temas en los que me he formado profesionalmente. Hoy, sin
embargo, las circunstancias obligan a infringir la norma autoimpuesta.
El enfermizo ensañamiento contra él y su periódico
por parte de unos sedicentes revolucionarios no puede explicarse sino porque su
sola presencia los pone en evidencia: una suerte de espejo que los refleja en
imagen invertida. Ninguno de los integrantes de esa jauría histérica puede
exhibir, ni siquiera remotamente, una sola de sus credenciales, ni en el campo
del pensamiento ni en el de la acción; TalCual, la aventura
que emprendió bordeando los 70 años cuando otros ya se retiran, es precisamente
ejemplo de simbiosis entre teoría y praxis.
Quienes cobardemente lo atacan han sido incapaces
de producir una sola idea, no se diga ya una idea original: basta pensar en uno
de sus más encopetados exponentes, un teniente-diputado que con suerte ocupará
en el futuro el mismo lugar de Nereo Pacheco, el cabo de presos de La Rotunda
gomecista; con suerte porque eso fue lo que tuvo su predecesor gracias a la
pluma de Pocaterra, una de sus víctimas.
En cuanto a la práctica, basta ver alrededor para constatar el lamentable reguero en que han convertido a un país que tenía todo para ser la envidia de sus vecinos. En una nueva Historia universal de la infamia escrita por un Jorge Luis Borges redivivo serían los Tom Castro y Lazarus Morell del siglo XXI.
En cuanto a la práctica, basta ver alrededor para constatar el lamentable reguero en que han convertido a un país que tenía todo para ser la envidia de sus vecinos. En una nueva Historia universal de la infamia escrita por un Jorge Luis Borges redivivo serían los Tom Castro y Lazarus Morell del siglo XXI.
En la vida he tenido la suerte de contar con amigos
de altos quilates intelectuales y ética blindada. No demasiados por supuesto,
pero suficientes. Nadie es perfecto ( nobody is perfect), sentenció Billy
Wilder hace ya más de 50 años, pero sí con el valor moral necesario para
reconocer y tratar de enmendar los humanos errores.
Entre ellos descuella Teodoro y en esta hora
menguada quiero manifestarle públicamente el orgullo que siento de contarme
entre sus amigos y compañeros de viaje : e volta nostra poppa nel mattino, dei
remi facemmo ali al folle volo.
Vía Tal Cual
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