Friday, October 17, 2014

La revolución chavista ya tiene su propio Gulag

En: http://konzapata.com/2014/10/la-revolucion-chavista-ya-tiene-su-propio-gulag/

La paliza que le dieron al estudiante Carlos Villamizar estando bajo custodia de la Policía Nacional Bolivariana pone al descubierto otro lado oscuro del chavismo: el de poner a cohabitar a los estudiantes detenidos con los delincuentes comunes. Es la estrategia Gulag del Gobierno. La caja negra que todo régimen despótico necesita para mantenerse en pie.


Por Gloria M. Bastidas @gloriabastidas.
 
La revolución chavista tiene su propio Archipiélago Gulag. Lo ha ido construyendo con la anuencia de la Fiscalía General de la República. Lo ha ido edificando con el contubernio de la Defensoría del Pueblo. Lo ha ido levantando con la aquiescencia de unos tribunales. Es esa franja de terror donde el Estado de Derecho está proscrito. El último caso del prontuario Gulag de este gobierno es el del estudiante de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET) Carlos Villamizar. Las postales de vida de este joven son contrastantes. Una primera imagen: el estudiante aparece con una sonrisa franca, la sonrisa de quien tiene la vida por delante; se aprecian sus cejas pobladas y sus dientes cuidados; al fondo, se observa un río y mucha vegetación. Una estampa ecológica en medio de la cual el close up de Villamizar destaca como uno de esos instantes kodak que todos podemos tener. Es la foto que ha aparecido en los periódicos. Es la que trae El Nacional en su edición del pasado 13 de octubre. La otra foto no la hemos visto, pero la podemos imaginar por el relato que ha hecho su madre, Marina Guerrero. Es la foto del terror.
En esa segunda fotografía, la sonrisa de Villamizar se ha borrado por completo.  Lo que transmite la imagen es que el estudiante ya no tiene la vida por delante: la palabra tortura aparece ahora troquelada en su cuerpo. El martirio es su horizonte. Trauma craneal. Hematomas. Contusiones. Como si su cuerpo viniera de una guerra. Como si alguien hubiera tocado tambor sobre su geografía personal con la inspiración que da una noche de luna llena. La imagen es una mueca de dolor. ¿Cómo ha ocurrido esa metamorfosis gráfica? Villamizar fue detenido el pasado lunes 06 de octubre en el marco de una manifestación que se realizaba en el Táchira. Su madre apenas pudo verlo, en la sede de la Policía Nacional Bolivariana de San Cristóbal —donde fue recluido— el día sábado 11 de octubre. De inmediato lo notó: su hijo presentaba morados en su cuerpo. Y se quejaba. Se quejaba de un profundo dolor de cabeza. Y vomitaba. Al día siguiente, cuando tocaba la hora de visita, la información que los oficiales de la PNB transmitieron a Marina Guerrero le debe haber helado la sangre y acelerado el corazón: “Su hijo se desmayó y va a ser trasladado a un centro asistencial”.
Villamizar fue llevado al hospital del Seguro Social de San Cristóbal e internado en terapia intensiva. El joven fue víctima de una brutal golpiza. De un nocaut que por poco acaba con su vida. ¿Quién le propinó el maratón de golpes? El jefe de la Policía Nacional Bolivariana, Jhonny Campos, asegura que fue otro preso, un joven de 18 años que llevaba tiempo recluido en la celda donde ubicaron a Villamizar. Campos mencionó una palabra mágica: fue una “riña”. Así, por todo el cañón. Como si Villamizar hubiese sido detenido secuestrando a gente o  capturado in fraganti en un intento de homicidio. Como si Villamizar no fuese un estudiante con un expediente académico impecable (avalado por el propio vicerrector de la UNET, Alexander Contreras, en rueda de prensa y al lado de su madre) sino un delincuente con un amplio prontuario. Y aquí la gravedad del caso (de éste y de muchos otros): la estrategia Gulag del Gobierno se basa en mezclar peras con manzanas. En poner a cohabitar a estudiantes que levantan su voz (porque todo estudiante lleva en su alma un mayo francés, el gen de la protesta, la rebeldía) con el hampa común. Esto es abominable. Así que, en caso de que fuera cierto que no fue la PNB la causante de la golpiza, sino que la culpa es imputable el reo que estaba bajo su jurisdicción, igualmente la PNB tiene su cuota de responsabilidad en lo ocurrido. La jugada es lanzar a los estudiantes a una suerte de Coliseo Romano para que las fieras que allí habitan hagan el trabajo sucio.
Una riña. Eso suena como cuando en el pasado se hablaba del hampoducto. El hampoducto como excusa. Es una salida muy baja. Muy artera. Y persigue lo que siempre persiguen los gobiernos despóticos: infundir miedo. Lo que el Gobierno quiere decir es que si alguien se atreve a convertirse en un incordio para la revolución pasará de ser el tipo que aparece en un close up con un paisaje hermoso detrás —la sinopsis de la felicidad— a ser el tipo cuyo cuerpo es casi una pieza forense. Así que no se atrevan. Porque se corre el riesgo de ingresar a esa franja donde el Estado de Derecho está proscrito. A la franja Gulag, donde no tienen arte ni parte la doctora Luisa Ortega Díaz ni la doctora Gabriela del Mar Ramírez. Es esa caja negra que toda revolución necesita para mantenerse en pie. Ese reino del terror que busca que los demás escarmienten. Que ahoguen el mayo francés que llevan por dentro. Y sobre todo en un país como éste, donde hay sobradas razones para manifestar. Es ese temor, precisamente, el que hace que los revolucionarios chavistas apelen al arma rastrera de una zona robespierre donde los golpes y la guillotina están permitidos.
Los cargos con los que se pretendía imputar a Carlos Villamizar eran fabricación de explosivos, instigación y obstrucción de la vía pública. Al final, privó solo el último. Y éste es otro detalle: el gobierno revolucionario no sólo quiere asimilar a los estudiantes con el hampa común, sino que, además, pretende calzarles el apellido de terroristas. Como dice una amiga: los trata como si fueran miembros de Al Qaeda. Y, por supuesto, no les respetan sus derechos. A Carlos Villamizar, según escribió la periodista Lorena Arráiz, corresponsal de El Universal en el Táchira,  no le taparon la cara para mostrarlo ante los medios, pero a quienes cometen homicidios, violaciones y secuestros, sí los protegen. Y no es que los segundos no tengan derechos, es que el derecho es para todos por igual. No puede ser asimétrico. Pero así actúa la justicia revolucionaria: es inclemente con quienes se atreven a lanzarle una piedra al statu quo.  Y entonces es capaz de convertirlos, luego de pasarlos por la franja Gulag, por la guillotina de la delincuencia común, en desechos humanos.
Lo que ocurre es que siempre hay quien alce la voz nuevamente. Es como la mandrágora —la planta y a la vez animal que Jorge Luis Borges describe en su Manual de zoología fantástica—, que grita cuando la arrancan y el ruido que produce es tan ensordecedor que, refiere Borges, puede enloquecer a quienes lo escuchan. La matas por un lado y salta por el otro.

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