La verdad es que se agotaron los ahorros. El rentismo llegó a su máxima expresión y se depende más de los ingresos petroleros. Queda el oro. ¿Lo venderán?
Por Juan Carlos Zapata.-
¿Quién le puede creer a Nicolás Maduro? ¿Quién le puede creer que la caída del petróleo no afectará la economía? Si las señales fueran otras, pues bien. Pero pagar deuda con reservas internacionales, es un síntoma grave. Más si esas reservas habían sido previamente “alimentadas” con unos cuantos millones del Fondo de Pensiones de PDVSA. Pero Maduro presume: hay para pagar, y se pagaría de una vez la deuda que haya que pagar solo que no se paga porque cada cosa a su tiempo. Así habla un nuevo rico. Pero un nuevo rico sin dinero.
Esta es una realidad que Maduro se niega a ver. Que plata hay, señala. La verdad es que no. La verdad es que se han recortado las importaciones. La verdad es que se le entrega cada vez menos al sector privado. La verdad es que aumenta la deuda con los proveedores internacionales. La verdad es que no hay ahorros. Pero Maduro sigue presumiendo: no habrá default, señala, y los bonos marcan otra tendencia, pues los analistas observan que la situación no es la que pinta el gobierno. 2015 será un año crucial.
Maduro mira a un lado y no presta atención pues, dice, aunque caigan los precios del petróleo, “estamos preparados para seguir garantizando la marcha económica”. Lo cierto es que no hay marcha económica. El PIB va en picada.
Los analistas han revisado las cuentas de Venezuela en el último año. Previeron un escenario de cifras menguadas, y ello a pesar de que una caída tan pronunciada de los precios del petróleo nunca estuvo en los cálculos iniciales. Ya Maduro, ya el presidente de PDVSA, ya el Canciller, le achacan la baja a la guerra de precios emprendida por Estados Unidos con el fin de debilitar a Rusia. Es más complejo que ello.
Por lo pronto, y hacia lo interno, importa decir que los actuales niveles de precios no son suficientes para sostener el megaestado que dejó Hugo Chávez. (Recomendamos leer el último artículo de Juan Antonio Avellaneda aquí en KonZapata). Maduro habla de que el país tiene la ventaja de contar con costos de producción bajos, pero no señala que PDVSA ahora importa petróleo.
Maduro tuvo en sus manos un programa de ajuste que no quiso llevar adelante. Tal vez la oportunidad pasó. Todavía se espera por el ajuste del precio de la gasolina y por la llamada convergencia cambiaria. Mientras, el ajuste que se adelanta, es fundamentalmente de incremento de precios de productos alimenticios, aumentos cuyo objetivo es alentar la producción para atacar la escasez. Sin embargo, cada incremento resulta insuficiente. La inflación va más rápido. De modo que también es mentira lo que dijo ayer: “Nada ni nadie hará retroceder los derechos sociales de Venezuela, así lo garantizo como presidente de esta patria”. Ya la inflación es un impuesto confiscatorio.
El esfuerzo de Eulogio Del Pino en PDVSA por poner a tono áreas de producción de petróleo, no indican otra cosa que le necesidad de bombear algo más de crudo pues los ingresos del país van a depender cada vez más del flujo diario de la factura petrolera.
Queda el oro, señala a KonZapata un analista cercano al gobierno. En efecto, queda el “oro de la patria”. Ponerlo en venta es acabar con el show del oro repatriado como un acto de soberanía absoluta. Así vendió Hugo Chávez aquel espectáculo. ¿Cómo lo venderá Maduro haciéndolo al revés? Vender el oro para pagar importaciones sería la peor señal. Cuando se planteó el ajuste y se contemplaba la venta de una parte del oro para brindarle credibilidad al esquema que se ponía en práctica, había algo de lógica económica en la operación. Hacerlo, con la finalidad de pagar facturas de alimentos, significa desprenderse de la última libreta de ahorros.
Por ahora, Maduro busca atribuirle la baja del petróleo al hecho de que Estados Unidos están inundando el mercado petrolero. Afecta a Rusia “y colateralmente darnos con el codo a nosotros creyendo que nos afectan”. Esta es otra manera de alardear. Presume otra guerra económica, esta vez no interna, sino externa. Y se ufana de que el efecto es “colateral”. Un golpecito con el codo. Parece que no ve la realidad. El golpe es mayor. Al plexo solar de la economía, si se toma en cuenta el grado de dependencia de los ingresos petroleros. Con el chavismo, el rentismo petrolero llegó a su máxima expresión y en el corto plazo se verán -ya se ven- las consecuencias.
¿Quién le puede creer a Nicolás Maduro? ¿Quién le puede creer que la caída del petróleo no afectará la economía? Si las señales fueran otras, pues bien. Pero pagar deuda con reservas internacionales, es un síntoma grave. Más si esas reservas habían sido previamente “alimentadas” con unos cuantos millones del Fondo de Pensiones de PDVSA. Pero Maduro presume: hay para pagar, y se pagaría de una vez la deuda que haya que pagar solo que no se paga porque cada cosa a su tiempo. Así habla un nuevo rico. Pero un nuevo rico sin dinero.
Esta es una realidad que Maduro se niega a ver. Que plata hay, señala. La verdad es que no. La verdad es que se han recortado las importaciones. La verdad es que se le entrega cada vez menos al sector privado. La verdad es que aumenta la deuda con los proveedores internacionales. La verdad es que no hay ahorros. Pero Maduro sigue presumiendo: no habrá default, señala, y los bonos marcan otra tendencia, pues los analistas observan que la situación no es la que pinta el gobierno. 2015 será un año crucial.
Maduro mira a un lado y no presta atención pues, dice, aunque caigan los precios del petróleo, “estamos preparados para seguir garantizando la marcha económica”. Lo cierto es que no hay marcha económica. El PIB va en picada.
Los analistas han revisado las cuentas de Venezuela en el último año. Previeron un escenario de cifras menguadas, y ello a pesar de que una caída tan pronunciada de los precios del petróleo nunca estuvo en los cálculos iniciales. Ya Maduro, ya el presidente de PDVSA, ya el Canciller, le achacan la baja a la guerra de precios emprendida por Estados Unidos con el fin de debilitar a Rusia. Es más complejo que ello.
Por lo pronto, y hacia lo interno, importa decir que los actuales niveles de precios no son suficientes para sostener el megaestado que dejó Hugo Chávez. (Recomendamos leer el último artículo de Juan Antonio Avellaneda aquí en KonZapata). Maduro habla de que el país tiene la ventaja de contar con costos de producción bajos, pero no señala que PDVSA ahora importa petróleo.
Maduro tuvo en sus manos un programa de ajuste que no quiso llevar adelante. Tal vez la oportunidad pasó. Todavía se espera por el ajuste del precio de la gasolina y por la llamada convergencia cambiaria. Mientras, el ajuste que se adelanta, es fundamentalmente de incremento de precios de productos alimenticios, aumentos cuyo objetivo es alentar la producción para atacar la escasez. Sin embargo, cada incremento resulta insuficiente. La inflación va más rápido. De modo que también es mentira lo que dijo ayer: “Nada ni nadie hará retroceder los derechos sociales de Venezuela, así lo garantizo como presidente de esta patria”. Ya la inflación es un impuesto confiscatorio.
El esfuerzo de Eulogio Del Pino en PDVSA por poner a tono áreas de producción de petróleo, no indican otra cosa que le necesidad de bombear algo más de crudo pues los ingresos del país van a depender cada vez más del flujo diario de la factura petrolera.
Queda el oro, señala a KonZapata un analista cercano al gobierno. En efecto, queda el “oro de la patria”. Ponerlo en venta es acabar con el show del oro repatriado como un acto de soberanía absoluta. Así vendió Hugo Chávez aquel espectáculo. ¿Cómo lo venderá Maduro haciéndolo al revés? Vender el oro para pagar importaciones sería la peor señal. Cuando se planteó el ajuste y se contemplaba la venta de una parte del oro para brindarle credibilidad al esquema que se ponía en práctica, había algo de lógica económica en la operación. Hacerlo, con la finalidad de pagar facturas de alimentos, significa desprenderse de la última libreta de ahorros.
Por ahora, Maduro busca atribuirle la baja del petróleo al hecho de que Estados Unidos están inundando el mercado petrolero. Afecta a Rusia “y colateralmente darnos con el codo a nosotros creyendo que nos afectan”. Esta es otra manera de alardear. Presume otra guerra económica, esta vez no interna, sino externa. Y se ufana de que el efecto es “colateral”. Un golpecito con el codo. Parece que no ve la realidad. El golpe es mayor. Al plexo solar de la economía, si se toma en cuenta el grado de dependencia de los ingresos petroleros. Con el chavismo, el rentismo petrolero llegó a su máxima expresión y en el corto plazo se verán -ya se ven- las consecuencias.
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