Monday, May 11, 2015

El hombre que amaba las palabras

En: Recibido por email


ELIZABETH ARAUJO



 

Alexis Márquez Rodríguez fue un investigador acucioso de la gramática, un Individuo de Número de la Academia Nacional de la Lengua y un estudioso de la obra de Alejo Carpentier, entre otras condecoraciones. Pero ningún mérito como el de haberlo tenido como profesor de redacción y el amigo que nunca nos abandonó en las dudas gramaticales, a la hora de cierre del periódico

Hace una semana nos unimos al coro de periodistas que le celebramos, vía Facebook, su cumpleaños 84; y le ratifiqué, como ahora lo hago con profunda tristeza, el designio de haberlo tenido como profesor, a rato exigente, a rato indulgente, en esas tardes soleadas de la Escuela de Comunicación Social.

De hecho para quienes no fueron sus alumnos, Alexis Márquez Rodríguez fue también y entonces el “Profe”, una suerte del Google gramatical de las salas de redacción. “Profe, ¿se dice accesar o acceder?”, y del otro lado del teléfono recibíamos una clase que no se detenía en dogmas, sino en razonamientos simples, a veces jocosos.

Ese fue el Alexis Márquez Rodríguez que conocí, y de quien me acabo de enterar que optó por despedirse “silenciosamente”, como lo testimonia su hijo Gustavito. Era el Profe, el hombre que amaba tanto las palabras que yo imaginaba poseía un taller oculto en su residencia donde pulía las viejas expresiones verbales y sometía al escrutinio los nuevos términos, surgidos de la televisión y después del Internet y  las redes sociales.

Serio, adusto, encorbatado y sin embargo provisto del sentido del humor, este maestro de periodistas que se acaba de marchar, tal vez nunca supo del legado que dejó a quienes lo tuvimos como lectores de sus columnas periodísticas o, como ya lo dije, como fuente de consulta a toda hora, desde cualquier sala de redacción.

Ya sabemos que fue un investigador acucioso de la gramática, un Individuo de Número de la Academia Nacional de la Lengua y un estudioso de la obra de Alejo Carpentier, entre otras condecoraciones. Pero ningún mérito como el de haberlo tenido como profesor de redacción y el amigo que nunca nos abandonó en las dudas gramaticales, a la hora de cierre del periódico.

Por eso en el fondo mi tristeza. No tuvo los homenajes que debimos darle en vida. Es verdad que era enemigo jurado de los tributos y ágapes por aquello que consideraba su misión y que formaba parte de su existencia.

Solo nos queda la frase apurada y la gratitud donde quiera que se encuentre a esta hora en que el país se descompone de prisa, incluso en ese campo donde tuvo su fuente: en el de las palabras.

Vía Tal Cual

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