EDITORIAL
EL NACIONAL
La cosa
está que arde y no es para menos: al inventario de carencias y limitaciones que
pesa como inmerecido e inexplicable castigo sobre los habitantes de esta tierra
que dejó, por ahora, de ser de gracia para convertirse en territorio de
sufrimiento, se suma la percepción que de su sistema de gobierno tienen los
países democráticos de los 5 continentes, en razón de sus represalias contra
críticos y opositores políticos, y que se traduce en encarcelamientos, censuras
y persecuciones. El Estado venezolano está a un tris de ser considerado
forajido; sin embargo, ello no ha impedido que, figurando como número uno, el
número dos negocie con el imperio una entente semicordial que insufle un
segundo aliento a un régimen que agoniza a consecuencia de sus torpezas e
insuficiencias. No, ya Venezuela no es una tierra de gracia; no funciona como
marca y las instituciones amparadas en ella tienen pésima reputación. Con
semejante bagaje, es difícil que mandatarios de Estados Unidos y la Unión
Europea acepten como pares suyos a quienes se comportan como caporales de
fincas y no como servidores públicos.
El
exordio precedente podría perfectamente ser, con más sutileza, claro, parte del
memorándum redactado por un director de Cuentas de la agencia Fitz
Gibborn Media para someterlo a consideración del encargado de negocios
de la embajada venezolana en Washington, Maximilien Arveláiz, y ofrecer
servicios de asesoría de imagen y relaciones públicas a la magullada cúpula
nicochavista. Arveláiz, orondo y satisfecho, seguramente lo presentó al número
dos que ahora figura como número uno, al menos en lo que respecta a las
conversaciones con Thomas Shannon, quien, entusiasmado, debe haber exclamado
“Échenle pierna que para luego es tarde”. Así, la firma estadounidense con
oficinas en Nueva York y Washington, y que cuenta entre sus clientes al Fondo
de la Defensa para Julian Assange, se hizo de un suculento fee de
150.000 dólares semestrales con la encomienda de mejorar el perfil de Maduro
& Co.
Acostumbrados
a multimillonarias campañas electorales y proselitistas, la tarifa acordada con
los relacionistas gringos le debe haber parecido una bagatela a los genios de
las finanzas chavistas (lo que es una minucia, allá en el norte, aquí son 60
millones de bolívares con los cuales se pueden hacer unos cuantos mercados);
pero está claro que a esa cantidad habrá que sumar las comisiones
correspondientes por la inserción de avisos, cuñas y publirreportajes en medios
impresos y audiovisuales de alcance nacional, que allá son bien caros. Nunca sabremos
a cuánto ascenderá la inversión real en publicidad de imagen para un producto
que está por debajo de la cota cero. Y por más imaginativos que sean los
mensajes ideados por los creativos al servicio de la empresa contratada, si el
producto no cambia, se estaría despilfarrando el dinero. La calidad de lo
anunciado es esencial para convencer al público. Transformar las indigestas
imágenes de la troika y su base de sustentación, la FANB, en productos potables
y digeribles no es cuestión de maquillaje sino de lavado, engrase y
reingeniería. No es fácil, nada fácil.
Vía El NacionalQue pasa Margarita
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