CARMEN DE CARLOS / CORRESPONSAL
EN BUENOS AIRES
·
En Buenos Aires se alza el telón con una exposición
en el Museo Histórico Nacional del mítico cantante de tangos
Pasa el
tiempo y, como en el tango, la
nostalgia invade los corazones de los amantes de Carlos Gardel. El
«zorzal criollo», como se conoce al cantor cuyo nacimiento sigue siendo motivo
de polémica entre Argentina, Uruguay y Francia, se mató un día como hoy hace 80
años. Gardel viajaba a bordo de una avioneta en Colombia cuando el aparato, un
trimotor, se salió de pista al intentar despegar y se chocó de frente con otro.
La muerte del hombre que hizo del tango un himno nacional sin fronteras, dejó
huérfano al género que muchos colocan frente al espejo del flamenco y la copla,
como defiende, con matices, Diego «El Cigala».
El
recuerdo de Gardel resucita estos
días con homenajes en la tierra donde murió y en la que creció. En
Buenos Aires se alza el telón con una exposición en el Museo Histórico Nacional
que ilustra quién era, por fuera y por dentro, la mejor voz del tango
argentino. Cómo entendía el cine, sus películas, la música y la vida.
Al
«Morocho (moreno) del Abasto» (barrio tanguero) se le reconocía por la calle
por sus elegantes trajes, zapatos y, como en el escenario, hasta por sus
sombreros. De puertas adentro, el hijo de una planchadora que no conoció a su
padre, disfrutaba del mate (infusión de hierbas) del sabor de los cigarrillos
(no puros) y de escribir cartas.Una
muestra de «sus cosas» forman parte de la vidriera de esta
exposición que sirve para acercar y conocer de cerca el hombre hecho mito.
Juan Jose
Sebrelli, autor de «Los mitos de la Argentina», considera que para pertenecer a
ese Olimpo de los mitos, como Perón y Eva, hay que tener una vida y orígenes
humildes y poco claros. La figura de Carlos Gardel se adapta como un guante a ese patrón. Hijo natural de
Bertha Gardés algunos aseguran que su padre era un viajante de comercio que
estaba casado y tenía hijos mientras otros señalan a Carlos Escayola, un
caudillo político del otro lado del río de La Plata. La verdad sigue siendo un
misterio y nadie puede demostrar si «El Mago» (otro de sus sobrenombres) llegó
al mundo en Tacuarembó (Uruguay), Toulouse (Francia) o en Buenos Aires
(Argentina).
Sebrelli,
en el libro «Comediantes y mártires, ensayo contra los mitos», observa que
«Gardel ya no era joven cuando murió pero estaba en la cima de su carrera. La leyenda de Gardel adquirió otro
elemento mítico, la supervivencia del héroes después de su muerte:
durante muchos años se dijo que había sobrevivido con la cara deformada y
permanecía escondido».
La muerte violenta y la leyenda suelen ir de la mano en las
figuras célebres que mueren temprano. Gardel tenía 44 años cuando falleció.
Tras su muerte, las dudas sobre sus inclinaciones sexuales se airearon con
mayor brío que en vida. Sebrelli recuerda que «el joven José Corpas Moreno» le
acompañaba en la avioneta que se estrelló en Medellín, con la «ocupación
indefinida de ayudante o secretario» y a él «se le atribuye una relación
amorosa con el cantor» aunque, aclara que «no existe ninguna prueba» que lo
confirmara. Dicho esto, añade que Gardel «echó de su conjunto al guitarrista
José María Aguilar por haber dudado de su virilidad en un altercado. Borges,
que era homofóbico, lo llamó despectivamente, «maricón».
Conocido por su pasión y entusiasmo, el cantor fue vanguardista en la
grabación de lo que posteriormente se conocería como «vídeo clips». Algunos de
ellos se reproducen en el IX Festival de tango de Medellín. Otros se aprecian
en Uruguya donde la Academia del Tango insiste al Gobierno de Tabaré Vázquez
para que pida una prueba de ADN con el fin de compararla con los restos de
Carlos Escayola . Hasta en Puerto Rico, país que el artista conoció al
inaugurar la gira que terminaría trágicamente con su vida en Medellín en 1935
le dedican estos días un festival de música.
En
Medellín, esa ciudad, que hoy se identifica con los carteles de la droga, fue enterrado «Carlitos» pero
sus restos permanecieron poco tiempo allí. Armando Delfino, su albacea, logró repatriar
el féretro. Antes, como si se tratara del cadáver de Evita, hizo escala en
poblaciones del interior de Colombia, en Panamá y en Estados Unidos. Después,
partiría en barco rumbo a la ciudad de Buenos Aires. Desde entonces, lo que
quedaba de Gardel descansa en el cementerio de la Chacarita donde también
compartió, durante décadas, Campo Santo con el cuerpo de Perón pero eso... es
otra historia, otro mito.
Vía ABC. España
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