KARL
KRISPIN
Los sabuesos de las revistas del corazón despacharon su artillería
pesada a la calle al enterarse de que el premio Nobel de Literatura, Mario
Vargas Llosa, ha sido sorprendido junto a la celebérrima socialité Isabel
Preysler, de quien algún día un biógrafo de rigor tendrá que preguntarse cómo
coleccionó tantos maridos venturosos: un futbolista metido a cantante, un
aristócrata dueño de bodegas de vino, un ministro habilidosísimo y ahora –Hola es
como The Economist: no se equivoca en su puntería– un destacadísimo
escritor como pretendiente. Siempre ha volado alto, no en balde su padre fue
gerente de Philippine Airlines. La chica, descendiente de una familia
acomodada, llegó a España a estudiar para secretaria internacional pero pronto
en las fiestas del gran Madrid conoció a Julio Iglesias, y el resto es
archisabido. Debe ser una suerte de reina Midas porque todo lo que toca lo
transforma en oro. Iglesias se convertiría en el cantante latino que más discos
ha vendido en la historia, los vinos del marqués de Griñón son respetados y
apetecidos y el político del PSOE con quien se instaló en Puerta de Hierro, en
una casa famosa por el número inusitado de baños que tiene, ha sido el ministro
de economía más célebre de la historia española.
Varguitas ha conocido la fama, la gloria, los aplausos y las buenas
novelas. Tiene premios acumulados que no le caben en el curriculum.
Fue el primero el alzarse con el Rómulo Gallegos. Don Rómulo que estaba chocho
al momento del premio, le preguntó por qué el galardón no se lo habían dado a
él. El día que se puso el frac para recibir el Nobel de manos del rey de
Suecia, ante la mirada rendida del mundo y las condesas escandinavas que
lucieron sus tiaras, su discurso elogió la lectura, la ficción y a su esposa
Patricia, “la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve
la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y
rabietas que me ayudan a escribir”. Los acontecimientos que acusa la revistaHola,
apuntan a que pese a su edad, el pícaro, travieso y convulsionado por la
sensualidad Fonchito de sus novelas, el importunador de madrastras, ha decidido
acompañarlo en sus recientes correrías.
Una nueva estrella se ha encargado de él. Fausto no tiene que pactar con
Mefistófeles sino con la relumbrante vida de cocteles y paparazzis que lo
aguardan tras las alfombras rojas. Falta saber si entre tantos agasajos, la
dama de fortuna será capaz de regresarlo a los momentos estelares de la Casa
Verde o Pantaleón o si los tiempos que corren son
para la foto de portada y los trajines mundanos.
@kkrispin
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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