ARMANDO
DURÁN
Una
fotografía vale más que mil palabras.
Este es
un irrefutable lugar común y la razón del desconcierto generado por las
imágenes de Thomas Shannon y Diosdado Cabello, reunidos el pasado 14 de junio
en Haití. Ambos sonrientes y felices, como dos niños el día de Navidad.
Se trata
de un mensaje confuso y perturbador. Por supuesto, nadie se atrevería a
cuestionar la intención de Washington y Caracas de superar, mediante el diálogo
y la acción diplomática, las múltiples diferencias que los separan. Hasta los
peores enemigos de antaño, Estados Unidos y Cuba, por ejemplo, lo hacen, y
nadie se escandaliza. Entonces, ¿por qué no repetir la experiencia en el caso
Venezuela?
Según los
diarios ABC de Madrid y The Wall Street Journal de
Nueva York, el presidente de la Asamblea Nacional y segundo hombre fuerte del
régimen está siendo investigado en Estados Unidos por sus supuestos vínculos
con el narcotráfico. Y este es un obstáculo desde todo punto de vista
insalvable. ¿O no? Mucho más, porque la información, al ser reproducida en
Venezuela por El Nacional, Tal Cual y el portal
digital de noticias La Patilla, legítimo recurso periodístico que no constituye
delito alguno, ha servido para que Cabello se rasgue melodramáticamente las
vestiduras y se querelle contra los directivos de estos medios, a quienes, sin
respetar las normas del debido proceso, se les ha dictado prohibición de salida
del país y la obligación de presentarse semanalmente ante los tribunales.
En
verdad, la denuncia de Cabello persigue el retorcido propósito de amedrentar
aún más a la prensa no oficial y profundizar el acoso ya sistemático del
régimen a la disidencia democrática. En el marco de estas realidades, el
festivo encuentro de Shannon y Cabello en Port-au-Prince, aunque ello no
estuviera en los planes del Departamento de Estado, da a entender que las
relaciones políticas y privadas de Washington con Cabello se desenvuelven
dentro de la más absoluta normalidad. Vaya, que queriéndolo o no, el mensaje de
la foto es que para el gobierno de Estados Unidos no existe ninguna mácula en
la actuación pública ni privada de Cabello, y su demanda por difamación contra
los tres únicos medios independientes que se publican en Caracas en nada afecta
la libertad de prensa en Venezuela.
Estas circunstancias
nos obligan a hacernos varias preguntas inquietantes:
¿Sabía
Shannon que su interlocutor en Haití iba a ser Cabello, o presumía que solo iba
a entrevistarse con la ministra de Relaciones Exteriores y la aparición de
Cabello resultó ser una emboscada? ¿Fue Dilma Rousseff pieza clave en esta
trama, o fue Cabello el interlocutor de Shannon desde su primera visita a
Caracas? Y en todo caso, ¿por qué dio Washington el paso en falso de arropar a
Cabello con este exceso de cordialidad que pone en entredicho las informaciones
delABC y del TWSJ, y dejan al descubierto a los medios
venezolanos que se hicieron eco de la denuncia contra Cabello? ¿Será que el
gobierno de Estados Unidos, a pesar del rostro amable y liberal de Barack
Obama, sigue alimentando la vieja tesis de que en Venezuela, como en el resto de
la región latinoamericana, lo importante no es la restauración de la democracia
sino la “normalidad” de su realidad política aunque no sea democrática?
¿Es este
inescrutable “no hagan olas” el mensaje terrible que desean transmitir la Casa
Blanca y Miraflores al alimón?
En fin,
¿será por ello que el diario oficial Últimas Noticias, en su gran
titular de la primera página del lunes 15 de junio, interpreta el encuentro
Shannon-Cabello en Haití como que las relaciones de Washington y Caracas, para
mayor gloria de Raúl Castro, están “a punto de caramelo”?
¿Será…?
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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