Editorial El Nacional
Atribuyen a babilonios, egipcios
y sumerios la invención de la cerveza, bebida milenaria que, puede decirse, se
toma en apreciables cantidades en casi todos los países del orbe y a la que un
considerable número de personas reputa de alimenticia, porque sabido es que es
rica en vitaminas, proteínas, sales minerales y carbohidratos; estudiosos de la
nutrición sostienen que su consumo ponderado puede formar parte de una dieta
saludable, pues proporciona “colesterol bueno” y contribuye a coagular la
sangre. En Venezuela, se tienen noticias de su temprano consumo por su
inclusión en listas de compras que datan de finales del siglo XVIII y comienzos
del XIX; importada, seguramente de Holanda vía las Antillas, porque, si bien es
factible que en la Colonia Tovar se produjese artesanalmente en modestas
cantidades, la primera empresa cervecera del país se fundó en 1893, hace un
poco más de 120 años, a lo largo de los cuales hay una riquísima historia en la
que aparece, en 1949, la marca del oso que hoy enfrenta serias dificultades,
derivadas de la falta de divisas para la adquisición de materias primas,
anuncios de paralización por parte de un sindicato de escasos afiliados y de
quinta columnistas y caza güires infiltrados en él.
La crítica situación que
atraviesa la industria cervecera puede ser motivo de regocijo para intolerantes
defensores de la abstinencia como virtud, casi que teologal, pero, sobre todo,
de camisas rojas que ven calva la oportunidad para vender la moralina
antialcohólica del comandante, la misma que combate el consumo de artículos de
cuidado personal y alimentos que consideran superfluos o incensarios –porque no
los usan ni les gustan– y terminan defendiendo la falta de higiene. Los
extremos, claro está, se tocan.
La morosidad de las autoridades
en lo relativo al “otorgamiento de permisos de importación y en la liquidación
de 217 millones de dólares para pagar a los proveedores internacionales de
materias primas e insumos impide la continuidad en la fabricación de cerveza”.
Así de sencilla ha sido resumida la situación no sólo por voceros de la Polar
sino por la dirigencia institucional del sector. “A los niveles actuales de
producción, si no se reponen los insumos podremos operar solo hasta principios
de agosto”, informó a El Nacional Omaira Sayago, directora
ejecutiva de la Cámara Venezolana de Fabricantes de Cerveza. Y añadió que
estaría en riesgo el proceso productivo y la operatividad de las plantas. Para
los trabajadores la situación es más que preocupante. Peligran más de 30.000
empleos; por eso, el viernes salieron a las calles para protestar por la
negativa gubernamental de suministrar las divisas y licencias indispensables
para seguir adelante con la elaboración, embotellamiento, distribución y venta
de un producto que es patrimonio gastronómico y recreacional del país; es
decir, aunque no les guste a los extremistas de uno y otro lado, que es parte
de la cultura popular de la nación. Como decía Frank Zappa: “No se puede tener
un país de verdad a menos que tenga una cerveza y una aerolínea”.
Vía El Nacional
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