Las estadísticas
indican que los yihadistas matan más musulmanes
Fue un viernes de
terror. En un hotel de playa en Túnez dos terroristas asesinaron a 38 turistas
e hirieron a 39 más. En Kuwait, un terrorista suicida hizo estallar un bomba en
una mezquita chií matando a 27 personas y dejando 202 heridos. El Estado Islámico
se hizo responsable de esta matanza. En Lyon, Francia, una persona fue
decapitada poco antes de un asalto a una planta de gases. El objetivo del
ataque era hacer estallar la instalación. Según las autoridades, Yassin Salhi,
el acusado del atentado, habría tenido vínculos con grupos musulmanes
radicales.
Hasta ahora no hay
evidencia de que los atentados en Túnez, Lyon y Kuwait hayan sido coordinados o
que respondan a un plan conjunto. Sin embargo, son claros ejemplos de una
tendencia: el terrorismo islámico es una amenaza que ha venido agudizándose.
Pero, ¿constituyen estos atentados y otros similares la confirmación de la
teoría del choque de civilizaciones, popularizada por el profesor de Harvard
Samuel Huntington a comienzos de los años noventa del siglo XX? Según
Huntington, una vez agotado el enfrentamiento ideológico entre comunismo y
capitalismo, los principales conflictos internacionales surgirían entre países
con diferentes identidades culturales y religiosas. “El choque de
civilizaciones dominará la política global. Las fallas tectónicas que dividen
las civilizaciones definirán los frentes de batalla del futuro”, escribió en
1993. Para muchos, los ataques de Al Qaeda y las guerras en Afganistán, Irak y
el surgimiento del Estado Islámico confirman esta visión. Pero en realidad, lo
que ha ocurrido es que los conflictos se han dado más dentro de las
civilizaciones que entre ellas. Las imágenes de los noticiarios de TV, la
retórica oficial o la estridencia de los debates en radio e Internet hacen fácil
creer que el conflicto más sangriento del siglo XXI es el que existe entre
musulmanes radicales y quienes no lo son.
Pero no es así. Las
estadísticas muestran que esta es una visión errada y que los piadosos
terroristas islámicos han asesinado a más de sus correligionarios que nadie. La
pugna entre chiíes y suníes sigue produciendo víctimas, la mayoría musulmanas.
Y por otro lado, también es falso que, en Estados Unidos, los principales
atentados terroristas hayan sido llevados a cabo por musulmanes radicalizados.
Son estadounidenses racistas —muchos de ellos pertenecientes a movimientos que
propugnan la supremacía de la raza blanca— los responsables de la mayor
cantidad de muertes en actos terroristas en EE UU. El más reciente fue Dylann
Roof, un joven de 21 años que asesinó a nueve personas e hirió a otra en una
iglesia en Charleston, Carolina del Sur.
Las estadísticas son
abrumadoras. Según el Índice de Terrorismo Global elaborado por el Instituto de
Economía y Paz, en 2013 en el mundo murieron casi 18.000 personas en ataques
terroristas. El 82% de estas víctimas se concentró en solo cinco países: Irak,
Afganistán, Pakistán, Nigeria y Siria.
Los responsables
del 66% de todas las muertes por terrorismo fueron el Estado Islámico, Boko
Haram, los talibanes y Al Qaeda.
En contraste, en
los últimos 14 años, el 5% de los asesinatos terroristas ocurrió en los países
de la OCDE. Desde 2000, el 90% de los ataques de terroristas suicidas tuvo
lugar en el Medio Oriente, el norte de África y en el sur de Asia (Pakistán y
Afganistán principalmente). De los 162 países incluidos en el Índice de
Terrorismo Global, Irak ocupa el primer lugar en víctimas y Francia, por
ejemplo, está en el puesto 56.
Ataques racistas
Las estadísticas
con respecto al terrorismo en EE UU son igual de reveladoras. Un estudio
publicado esta semana por la fundación New America revela que desde el 11-S las
muertes por actos terroristas en EE UU causadas por racistas y otros
extremistas no musulmanes fueron el doble que las causadas por musulmanes. Los
primeros se cobraron 48 víctimas mientras que los segundos mataron a 26. Además,
los ataques terroristas en EE UU son comparativamente poco frecuentes. Desde el
11-S, allí ha habido 19 ataques por parte de no musulmanes y siete de
militantes islámicos.
Todo lo anterior no
quiere decir que el terrorismo islámico no sea una grave y creciente amenaza.
Y, lamentablemente, lo más probable es que aumente su asesina presencia en
otros países. Pero aun así, nada indica que la tendencia vaya a cambiar: las
principales víctimas de los terroristas islámicos seguirán siendo sus
correligionarios. Las cosas tampoco muestran signos de cambio en Estados
Unidos, por lo que cabe esperar que los racistas estadounidenses seguirán
siendo una importante amenaza para sus compatriotas.
El terrorismo no va
a desaparecer. Lo importante es combatirlo sobre la base de realidades y no de
prejuicios.
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@moisesnaim
Vía El País. España
Que pasa Margarita
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