ANGEL
OROPEZA @ANGELOROPEZA182
En el
argot beisbolístico, cuando se dice que a un pitcher “se le ven las costuras”
se hace referencia a su incapacidad para sorprender a nadie con sus
lanzamientos. Se aplica cuando ya los pitchers están cansados, faltos de
efectividad, y se convierten en altamente predecibles. Todos saben lo que va a
hacer.
El
Consejo Nacional Electoral nunca ha sido realmente un árbitro sino un actor
político, que juega según las instrucciones emanadas de Miraflores. Pero eso ya
no es una sorpresa para la mayoría de la población. Según el último estudio
sobre “Percepciones ciudadanas del Sistema Electoral Venezolano” (UCAB,
mayo 2015), 64% de los venezolanos no confía en el CNE. Y esa desconfianza es
compartida, incluso, por 41% de los que se califican como chavistas
no-maduristas. 62% cree que el voto no es secreto, 61% considera que cuando la
gente no va a votar queda un hueco en los cuadernos y esos votos se los roban,
y 3 de cada 4 venezolanos percibe que el CNE permite irregularidades como
cédulas duplicadas, muertos que votan, y extranjeros con cédulas falsas.
A pesar
de eso –y después dicen algunos que el pueblo no es inteligente– 7 de cada 10
encuestados afirma que vale la pena ir a votar en elecciones organizadas por
ese mismo CNE. En otras palabras, a pesar que aumenta en el tiempo la desconfianza
en el supuesto árbitro, aumenta también el valor del voto. De hecho, 85%
afirma: “Llegamos hasta aquí con el voto y saldremos de aquí con el voto”.
Por eso
no sorprende el –por ahora– último invento de los funcionarios oficialistas del
CNE de anunciar un “reglamento especial” que exige a los partidos políticos que
las postulaciones para las elecciones parlamentarias tenga una composición
paritaria de 50% para cada sexo, justo después de que la oposición anunciara la
totalidad de sus candidatos. Por supuesto que la jugarreta “sobrevenida” no
tiene como objetivo privilegiar los derechos de la mujer, sino simplemente
torpedear de manera fraudulenta el esquema que ya había adoptado la unidad
democrática, con conocimiento del propio CNE. Hay que recordar que el mismo CNE
fue el organizador técnico de las primarias de la alternativa democrática, y no
mencionó nunca ninguna condición de supuesta “paridad”. La oposición deberá
ahora reiniciar un trabajo que ya estaba concluido, y abrir un nuevo período de
discusiones entre sus fuerzas políticas, que debe culminar antes de la primera
semana de agosto, cuando vence el período de postulaciones.
Ya se
había advertido que la campaña que se inicia será testigo de la actuación más
corrupta y descarada que se haya visto por parte de la dupla CNE-gobierno,
justamente porque la ventaja opositora es cada vez más grande. De nuevo, esto
es solo el inicio de una lista que incluirá posteriormente nuevas reglas,
inhabilitación a algunos candidatos, prohibiciones de actividades, y exigencias
tan locas e inconstitucionales como complicadas de cumplir.
¿Cuál es
el propósito? Pues al lado del tradicional y conocido esfuerzo por disuadir y
desmotivar al elector, está el intento de “amarrar” a la oposición y tratar de
impedir –o al menos retrasar– que salga a las calles a hacer campaña. El sueño
del gobierno es encerrar la alternativa democrática en los pasillos del CNE,
confinarla a los vericuetos burocráticos del árbitro tramposo, y esperar que la
campaña se le vaya en reclamos, alegatos, defensa de sus derechos y
cumplimiento de corruptelas sobrevenidas. En una palabra, “cne-tizar” la
campaña, alejarla de las calles y encerrarla en discusiones de oficina.
Volviendo al argot del beisbol, y
frente a un lanzador cansado, predecible y que no llega a home, lo inteligente
es “no hacerlo pitcher” haciéndole swing a lo poco que le queda en la
bola. No caigamos en la trampa. El CNE no es el centro de la campaña, es la
gente. La pelea es en las calles, donde un pueblo sufriente e incontenible
espera hacer suya una propuesta de esperanza y cambio que permita darle cauce
electoral a su ya larga indignación.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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