He visto
con dolor a muchos venezolanos que, ilusionados y creyendo en pajaritos preñados,
se fueron a otras tierras, y ahora están pasando muchísimo trabajo,
paradójicamente por no tener trabajo, ni cariño, ni tierra, ni un café con una
arepa obsequiada por un amigo.
Comprendo
y comparto la desesperación y el dolor de los venezolanos que presencian cómo,
día a día, se destruye nuestro país. Pareciera que hay un gigante loco que, con
un martillote y en compañía de un ejército de enanos ciegos, sordos, aduladores
y enfurecidos, acaba con todo. Esos enanos están a punto de ser pisados por ese
gigante loco.
Vamos a
sincerarnos. Los venezolanos queremos vivir en paz. Los venezolanos queremos
trabajar e invertir aquí, en nuestra tierra, sin miedo, sintiéndonos seguros y
felices. Los venezolanos no merecemos ser humillados con racionamiento, escasez
y colas interminables. Los venezolanos tenemos derecho de trabajar en el
gobierno sin tener que ser eunucos que no pueden expresarse por temor a que los
boten.
Queremos
sentirnos orgullosos de nuestro trabajo en la petrolera o en un ministerio.
Queremos contribuir con el progreso del país, a pesar de que el presidente no
nos guste. Queremos trabajar con dignidad y sentirnos respetados, como lo sentí
durante 17 años cuando trabajé en el Consejo Venezolano del Niño, en el
Ministerio de la Juventud y, junto a la gran Alicia Pietri, en el Museo de los
Niños. En estas instituciones no importaba si yo era adeco, copeyano o
comunista.
Lamento,
profundamente, que estemos gobernados por los derechafascistacomunista que
tenemos. Yo, como muchos, soñaba con una sociedad justa. ¡Qué ironía! Pensaba
que algún día Venezuela sería gobernada por un hombre preparado, bueno y
honesto… Aún lo sueño.
Retomando
el tema. No se vuelvan locos. No es que yo piense que no deban probar suerte
quienes creen que deben irse, pero sean sensatos. Piensen bien la vaina. En
Venezuela, a pesar de todo lo malo, uno nunca está mal, siempre alguien nos
quiere y nos tiende la mano.
No crean
los cuentos de: “Yo tengo una tía que me dijo que me fuera y que puedo llegar a
su casa…”, “yo tengo unos amigos que se fueron hace seis meses y ya tienen
casa, trabajo y carro…”, “por más mal que me vaya, no puede ser peor que
aquí…”.
Pelar bola en cualquier parte del
mundo, incluso en Venezuela, es malo. Pero hacerlo en el extranjero, sin algo
tan simple como un amigo, un marroncito corto y una arepa en la mañana, es muy
triste.
Vía
El Nacional
Que pasa Margarita
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