ASDRÚBAL
AGUIAR
Cada
realidad histórica tiene su especificidad. Las enseñanzas viejas no se pueden
vaciar sin más, como el vino, en odres nuevos. No obstante, me refiero a la
experiencia chilena de 1980 con vistas a lo que hoy ocurre en Venezuela; pues
sus líderes democráticos, interpelados por una circunstancia electoral –el
referendo constitucional– forjan una narrativa de lucha que alcanza desbordar
al hecho comicial. Antes que derrotar a la dictadura militar de Pinochet les
anima empujar la transición hacia la democracia.
Los
demócratas chilenos –con Eduardo Frei Montalva a la cabeza– discuten así sobre
la unidad para la reconstrucción de la democracia. Saben que ella puede derivar
en un eslogan estéril, si no median requisitos y procedimientos claros al
respecto. Y observan que “la formación de un frente de partidos” jamás basta o
sirve para acabar con una satrapía “si se quiere suministrar una estrategia de
salida a la situación” dictatorial.
Unidad
para democracia significa enfrentar al régimen “a un hecho social de
envergadura que lo ponga contra las aspiraciones generales del país” e implica:
a) concordancia entre las más variadas organizaciones sociales, culturales y
políticas, “para buscar la clave del proceso de democratización en la expresión
de las aspiraciones fundamentales de la población”; b) una plataforma mínima de
tales aspiraciones, no propia de los actores políticos sino compartida por la
población al nacer de su pérdida de libertades y angustias cotidianas; c) la
solidaridad entre los sectores indicados y plurales para apoyarse mutuamente
–bajo el afecto y lealtad recíprocos que fraguan en el compromiso con un ideal
compartido– a fin de alcanzar el objetivo programático; d) el acuerdo directo o
indirecto para entender que dichas aspiraciones han de ser planteadas en el
seno mismo del conjunto de las expresiones sociales y organizaciones surgidas
de la lucha por la democracia; e) en fin, la consideración de vías plurales
para promover y perseguir tales aspiraciones, “lo que es una pieza clave del
método”.
En pocas
palabras, toda propuesta o acción encaminada al alcance de la plataforma
compartida mal debe ser demonizada por quienes consideren mejor sus
alternativas, pues todas a una son, en suma, vagones distintos de un mismo
ferrocarril. No se trata de “una operación de organismos superestructurales o
tradicionales”, tal y como reza el papel que aún conservo en mis archivos de
testigo de excepción de ese momento.
La
enseñanza no se hace esperar. La unidad exige preparar a la ciudadanía para que
constituya muy diversos “organismos generales de unidad (políticos y sociales)”
y compatibles “con la movilización solidaria de todos”.
Chile,
nación de larga tradición civilista, que acoge como a uno de sus fundadores
intelectuales al caraqueño Andrés Bello, ausculta en la hora, también, las
reglas de juego que a su vez han de regir entre los partidos políticos como
partes de una expresión social y política superior, si acaso apuntan
sinceramente a la reconstrucción democrática y no a la mera sustitución de una
autocracia por otra: a) el compromiso de salir de la dictadura y llegar a la
democracia, y b) el aceptar que la democracia es algo sustantivo: la
realización de los derechos humanos y su fundamento en el respeto a la dignidad
de la persona humana.
La
consecuencia surge como elemental. “Son antidemocráticos los modelos –o
comportamientos– en los que los derechos esenciales de la persona se definen
con relación a objetivos políticos unilaterales o se les subordina sea a una
doctrina, sea a la realidad o cuota de poder de un partido determinado”. Son
espurios y negadores de la democracia, entonces, los pactos o alianzas con
colectividades “que no garantizan a la ciudadanía un criterio invariable acerca
de estas materias”, en su perspectiva humanista.
“Un
consenso amplio” acerca de las bases de un período de “transición” hacia la
democracia, que no se frene en lo ominoso del panorama dictatorial y ponga la
mirada sobre el porvenir, se resume, como síntesis: a) en la restitución de las
libertades y del Estado de Derecho; b) la creación de una comisión que prepare
una reforma constitucional democratizadora; c) la formación de un registro
electoral depurado; d) restablecer la alternabilidad democrática; e) cerrar las
heridas del pasado; f) preparar un programa económico y social capaz de ofrecer
“una salida para hoy” y estabilidad en la etapa posterior; g) promover la
convivencia y la reconciliación, proscribiendo el amedrentamiento o la agresión
como forma de combate contra los seguidores del régimen, sometiendo a los
dictados de la justicia y con respeto de las garantías democráticas los actos
que merezcan castigo.
Nihil sub
solenovum.
correoaustral@gmail.com
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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