JORGE LINARES ANGULO | EL UNIVERSAL
martes 1 de noviembre de 2011 12:00 AM
El pasado 26 de octubre se cumplieron 147 años del natalicio de José Gregorio Hernández. Ese día, despuntando el alba, la gente de Trujillo supo de la decisión del gobernador: declarar asueto en todo el estado. Horas más tarde se conoció la razón de fondo: el Presidente declaraba que estaba curado de su enfermedad y ello lo debía a un milagro del Siervo de Dios. El resto del día se consumió con la reproducción de esta noticia en los diversos medios, incluyendo los internacionales. En la noche, a través de la televisora estatal, ante la Fuerza Armada Nacional, el Presidente reiteró el milagro de su curación y, magnificando su identificación con la FAN, anunció aumento de sueldos y entrega de viviendas y autos, descargándola, allí mismo, de las cuotas iniciales. ¿Revela esto algo nuevo? Ana Teresa Torres, esa misma noche, en el programa de Leopoldo Castillo, nos dio la pista: se trata de un nueva estrategia, asomada en ocasiones anteriores, pero ahora bien montada: exhibir un poder político-religioso conjugado con el militar. En efecto, el Sr. Chávez no tuvo empacho en repetir allí, en una suerte de señera solemnidad, que esa era "su" Fuerza Armada, comprometida con su socialista revolución.
Hugo Chávez, todos lo sabemos, va a hacer todo lo posible por ganar la elección de 2012. Y este recurrir a lo religioso, apelando a la figura mítica de José Gregorio Hernández, entraña dos fines: identificarse con la población venezolana que tiene en el Venerable su más alto icono espiritual y persuadir a la misma de que su curación se debió al poder sobrenatural, divino y católico. Es evidente que ello apunta al desarrollo de una fuerte matriz de opinión capaz de hipnotizar a la nación creyente: Chávez ha sido salvado por el Siervo de Dios, un milagro que tiene una lectura inevitable: la mano celestial ha intervenido para que el Presidente siga en sus funciones pues esa es la Suprema Voluntad. Luego, es lo que conviene a Venezuela. Se trata, pues, de incidir en un sentimiento mítico-religioso muy profundo y aprovecharlo como fuerza política. Al mismo tiempo esto conlleva un efecto colateral nada desdeñable: desplegar la admiración y concentrar la atención en el hecho religioso y poner en segundo plano los duros y cotidianos problemas del colectivo nacional.
¿Será una estrategia exitosa y durable? Eso depende del grado de credibilidad de la población y de la respuesta de la oposición. Si la oposición insiste en la denuncia de los recurrentes y graves problemas y a ello añade las propuestas idóneas e impostergables, nada hará olvidar a la gente de que este Presidente tiene trece años mandando, ofertando siempre, con unos enormes ingresos petroleros que se despilfarran (caso Pudreval, por ejemplo) y se obsequian con mano llena al exterior. En cuanto a la credibilidad de la gente, hay que dudarlo. José Gregorio Hernández significa demasiado para Venezuela y su utilización política, que es una forma de banalizarlo, no va a confundir a un pueblo que asume su fe religiosa con transparente pasión y que en el curso de su historia ha sabido detectar las añagazas. La Sala Situacional de Miraflores ha dado muestras de una relancina capacidad para manipular la dinámica política de estos años, pero el pueblo venezolano ha hecho siempre uso oportuno de sagacidad y dignidad para librarse de los peligros que lo acechan.
Hugo Chávez, todos lo sabemos, va a hacer todo lo posible por ganar la elección de 2012. Y este recurrir a lo religioso, apelando a la figura mítica de José Gregorio Hernández, entraña dos fines: identificarse con la población venezolana que tiene en el Venerable su más alto icono espiritual y persuadir a la misma de que su curación se debió al poder sobrenatural, divino y católico. Es evidente que ello apunta al desarrollo de una fuerte matriz de opinión capaz de hipnotizar a la nación creyente: Chávez ha sido salvado por el Siervo de Dios, un milagro que tiene una lectura inevitable: la mano celestial ha intervenido para que el Presidente siga en sus funciones pues esa es la Suprema Voluntad. Luego, es lo que conviene a Venezuela. Se trata, pues, de incidir en un sentimiento mítico-religioso muy profundo y aprovecharlo como fuerza política. Al mismo tiempo esto conlleva un efecto colateral nada desdeñable: desplegar la admiración y concentrar la atención en el hecho religioso y poner en segundo plano los duros y cotidianos problemas del colectivo nacional.
¿Será una estrategia exitosa y durable? Eso depende del grado de credibilidad de la población y de la respuesta de la oposición. Si la oposición insiste en la denuncia de los recurrentes y graves problemas y a ello añade las propuestas idóneas e impostergables, nada hará olvidar a la gente de que este Presidente tiene trece años mandando, ofertando siempre, con unos enormes ingresos petroleros que se despilfarran (caso Pudreval, por ejemplo) y se obsequian con mano llena al exterior. En cuanto a la credibilidad de la gente, hay que dudarlo. José Gregorio Hernández significa demasiado para Venezuela y su utilización política, que es una forma de banalizarlo, no va a confundir a un pueblo que asume su fe religiosa con transparente pasión y que en el curso de su historia ha sabido detectar las añagazas. La Sala Situacional de Miraflores ha dado muestras de una relancina capacidad para manipular la dinámica política de estos años, pero el pueblo venezolano ha hecho siempre uso oportuno de sagacidad y dignidad para librarse de los peligros que lo acechan.
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