Leandro
Area
El título
pareciera repetir la consigna más subversiva de los años de la dictadura en
Venezuela. Al expresarla, en forma de grafiti, un muchacho de la época se
jugaba la vida al ser calificado de enemigo del régimen. Ay de aquél que osara
ventilar en las paredes de lo público lo que todo el mundo murmuraba en
privado. Los medios de comunicación, ni pío. La clandestinidad estaba de moda
para la libertad. Hoy estas exigencias de respeto político siguen vigentes. No
sería malo volver a la calle con este inocente reclamo.
Más aún
cuando se presume que viviendo en un sistema democrático, donde debieran
cumplirse Constitución, leyes y procedimientos que obligan, por plazo vencido,
a la elección de los miembros de una nueva Asamblea Nacional, el Consejo
Nacional Electoral, responsable administrativo de esa contienda, guarde
silencio mudo jugando con el ya deteriorado equilibrio mental del país. Con su
actitud no hace sino abrir paso a todo tipo de conjeturas, ninguna de ellas
sacada del sombrero de un mago ni de un plan conspirador.
O será
que quiere que le remachen aquello de impostor, y entonces salir, bajando
despacito por la rampa, con el país en vilo y en cadena nacional, a dar
declaraciones, encrispando más aún los resortes emocionales del país que no
están para tejemanejes ni empastelamientos, a menos que lo que se esté buscando
sea precisamente eso.
Y menos
todavía si le suponemos garante de las cuentas de la voluntad popular, no he
dicho fraudulento, el banquero, si se me permite la torpe alusión, de
nuestros capitales ciudadanos, que nos impone un hasta que a él le provoque,
cuando el cuento es que nosotros lo que queremos es, y ya, invertir en
democracia.
Pero
nada, que lo que hacen es que dilatan y retrasan, se hacen de alguna otitis,
culipandean, no responden, haciendo sospechar, hasta a las más inocentes
palomas, que se trata de un plan, de una fragua con la que se intenta crear
confusión, desesperación, desasosiego en la oposición, que viene navegando y
administrando con claridad de horizonte, polo a tierra, sus demonios internos.
Y este
retraso del período es más grave aún cuando la realidad, que es la mejor de las
encuestas existentes, enseña un índice de mayúscula desaprobación de la
ciudadanía a la gestión del gobierno en cualquier materia bajo su responsabilidad.
El hambre, la enfermedad, la muerte, la corrupción, el robo, la represión y los
presos políticos, la indolencia, el irrespeto y el embuste contumaz son las
evidencias más claras, patéticas, que no se pueden tapar ni con todos los dedos
de ambas manos.
El
ciudadano aspira a decir, es su derecho, lo que opina sobre los candidatos de
la oposición y del gobierno a la Asamblea Nacional, a través de elecciones
libres bajo el resguardo de observadores internacionales independientes,
capaces, honrados y respetados. Que las opciones políticas midan sus fuerzas,
su popularidad en todos los rincones del país. Que no se quede un venezolano
sin la posibilidad de votar. Que cese el manguareo con la fecha electoral que
hace enardecer los ánimos.
La oposición
está cumpliendo con su cronograma de actividades y no hay trampa que pueda
frente a una mayoría aplastante. Ojo con la abstención fruto de la desesperanza
que es a lo que juega este retraso maquinado por el gobierno a través de uno de
sus músculos más sumisos y sombríos: El Consejo Nacional Electoral.
Vía Que pasa Margarita
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