PEDRO
A. PALMA
Se están
cumpliendo 800 años de la sanción de la Magna Carta por parte del rey Juan de
Inglaterra, también conocido como “Juan sin Tierra”, quien el 15 de junio de
1215 se vio forzado a aceptar un pliego de 63 condiciones que le presentaron
los nobles de su corte. En este se listaba una serie de derechos de las
personas que tenían que ser respetados, así como algunas limitaciones a los
poderes del rey, quien ya no podría seguir reinando despóticamente, como hasta
ese momento lo había hecho, teniendo que subordinarse a la ley del reino, y en
algunos casos a las decisiones y aprobaciones previas de un conglomerado de 25
nobles especialmente elegidos, que tendrían la responsabilidad de velar por el
cumplimiento de las normas y mandatos contenidos en el documento sancionado.
Cansados
todos del despotismo y de las arbitrariedades del rey, además de los cuantiosos
impuestos que tuvieron que pagar los nobles para financiar una desastrosa
guerra con Francia que implicó la pérdida de vastos territorios para el imperio
inglés, los miembros de la corte insistieron en plantearle al rey la necesidad
de un cambio de rumbo, planteamiento que fue rechazado de plano por el monarca,
quien sostenía que su autoridad era absoluta y de origen divino, no debiéndole
obediencia o subordinación a nadie. Ante tal prepotencia, los nobles decidieron
rebelarse, tomando la ciudad de Londres y el tesoro del reino, lo cual obligó
al rey a negociar y a aceptar el pliego presentado. Sin embargo, este se negó a
acatarlo, máxime cuando el papa Inocencio III, el más poderoso pontífice en la
historia del cristianismo, había ordenado su anulación. Eso hizo que el
enfrentamiento de los nobles con el monarca continuara hasta la muerte de este
al año siguiente.
Ulteriormente
se introdujo una serie de cambios al documento, hasta su adopción a fines del
siglo XIII, habiéndose instalado el primer Parlamento en 1265, durante el
reinado de Enrique III. A pesar de los cambios introducidos, el documento
final mantuvo los principios esenciales de la Magna Carta, es decir, la limitación
a la autoridad del monarca, la necesaria aprobación previa del Parlamento de
ciertas decisiones, como la imposición de nuevos impuestos, y la preservación
de los derechos individuales fundamentales, tales como el derecho a la vida, a
la libertad y al disfrute y disposición de la propiedad, así como el derecho de
cada hombre libre a la justicia y a contar con juicios imparciales. En otras
palabras, se establecían los principios del Estado de Derecho.
La Magna
Carta ha servido de base a documentos fundamentales como la Declaración de
Derechos de Estados Unidos de 1791, la Declaración Universal de Derechos
Humanos de 1948 y las constituciones de múltiples naciones, la nuestra entre
ellas. Sin embargo, a lo largo de la historia han proliferado las violaciones
de tan importantes normas. En el caso de Inglaterra, fueron notorios los
reinados despóticos de muchos monarcas, como el sanguinario Enrique VIII, o la
rebeldía de otros, como Carlos I a mediados del siglo XVII, que llevó a una
guerra civil entre los partidarios de la monarquía y del Parlamento, hasta la
destitución del rey, su enjuiciamiento y ejecución en enero de 1649, dando
origen al establecimiento de un breve gobierno republicano encabezado por
Oliver Cromwell.
En el
caso de Venezuela, al igual que en el de muchos otros países latinoamericanos,
las violaciones de sus constituciones han sido frecuentes, siendo comunes los
casos en los que cínicamente se violan sus mandatos aduciéndose que las
decisiones violatorias se toman en línea con los preceptos que estas
establecen, usándose para ello frases como “dentro de la Constitución todo,
fuera de ella nada”. El importante aniversario de la Magna Carta que se está
celebrando hace propicia la oportunidad para levantar nuevamente la voz de
rechazo a las flagrantes violaciones de la Constitución y a las leyes, que con
tanta frecuencia aquí se producen.
palma.pa1@gmail.com @palmapedroa
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
No comments:
Post a Comment