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Gustavo Coronel
La muerte y la enfermedad han puesto de nuevo frente a frente a dos viejos adversarios: Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez. El viejo guerrero de AD ha sido traído a su patria a descansar. El hombre fuerte quien trató de derrocarlo y asesinarlo está hoy seriamente enfermo y ha hecho todo lo posible por minimizar el impacto popular de su regreso. No lo logró del todo, pero si llevó a cabo un sabotaje comunicacional que impidió que el país se diera cuenta exacta de la gran manifestación popular que acompañó a CAP al cementerio. Ya la historia comienza a delinear los perfiles de ambos adversarios y dará su veredicto más temprano que tarde. Este es mi aporte preliminar a esa comparación que será inevitable.
Los orígenes.
Los orígenes de Carlos Andrés Pérez y de Hugo Chávez muestran algunas similitudes. CAP nació en los Andes, uno de once hermanos de la familia Pérez Rodríguez de Rubio, de clase media. Desde pequeño leyó mucho, se graduó de bachiller en el Liceo “Andrés Bello” de Caracas y estudió Derecho en la Universidad Central de Venezuela, sin completar sus estudios debido a su actividad política. Estuvo relacionado con el golpe de estado que derrocó al gobierno constitucional de Isaías Medina Angarita y se convirtió, a los 23 años, en el Secretario Privado de Rómulo Betancourt, el presidente de la Junta y luego fue el Secretario del Gabinete de Gobierno. La dictadura de Pérez Jiménez lo mandó al exilio y, al regresar al país a combatir la dictadura fue hecho prisionero, no una sino varias veces. A la caída de MPJ fue ministro del Interior del nuevo gobierno y, más tarde, llegó a la presidencia de Venezuela en elecciones libres y transparentes.
Hugo Chávez nació en Barinas, uno de seis hermanos en una familia de clase media trabajadora, de padre maestro y copeyano. Fue criado por su abuela Rosa. Como muchos venezolanos de extracción humilde buscó la carrera de las armas y se inscribió en la Academia Militar. Por admisión propia, fué un adolescente más interesado en el beisból que en la política. Sin embargo, desde sus años de cadete comenzó a conspirar contra el gobierno. En 1992, ya graduado, después de haber jurado lealtad a la constitución y al gobierno legalmente constituído, lideró un golpe de estado en contra de Carlos Andrés Pérez. Dotado de excelente memoria, ha tratado de compensar una educación sub-estándar con la lectura, frecuentemente apresurada e indigesta.
Ambos líderes son de clase media media a baja. Ello está en sintonía con la historia política de Venezuela, en la cual no ha habido una supremacía de las élites ni de la oligarquía, mientras que si ha existido una apreciable dosis de mobilidad social. Esta alta mobilidad social es una prueba del sentimiento democrático que anida en el corazón de los venezolanos. En nuestro país quien ha querido y se ha esforzado, generalmente ha podido: Betancourt, Gallegos, Herrera, Leoni, Larrazábal, Caldera, han sido productos de nuestra clase media. Aquí ha gobernado el mestijaze, no una aristocracia del dinero o de cuna.
La personalidad.
Carlos Andrés Pérez fué muy andino, muy formal. Sus ministros han dicho que siempre fue ceremonioso con ellos. Era un hombre cortés, de sonrisa fácil. No bien parecido, pero fisicamente atractivo, debido a su cálida personalidad. Intelectualmente arrogante, siempre pensaba que debía tener la última palabra y esto llevó a Gonzalo Barrios a decir que a CAP “le faltaba un poquito de ignorancia”. Escuchaba con atención pero tomaba sus propias decisiones. Tendía a sub-estimar las advertencias que le hacían y ello contribuyó a la pérdida de su poder político.
Hugo Chávez, por su parte, ha sufrido una transformación durante su permanencia en la presidencia, pasando de ser muy cordial y hasta humilde, a tener una actitud imperiosa, acaparando las reuniones y la discusión con sus largos monólogos que van desde la postura académica a la prédica semi-religiosa. A medida que ha pasado el tiempo esta característica se ha acentuado y ya nadie, con excepción de dos o tres allegados, osa discrepar de sus opiniones. Hoy en día critica y hasta regaña a sus colaboradores en público, lo cual es desconsiderado y torpe.
La caída de Carlos Andrés Pérez se debió, en gran parte, a su negativa a escuchar las advertencias que se le hacían en contra de algunos aspectos de su vida privada y sobre la peligrosidad de algunos miembros de la oposición. El creciente fracaso del gobierno de Hugo Chávez se debe, en gran parte, a su incapacidad para escuchar otra voz que no sea la del amo, Fidel Castro y a su actitud excluyente contra la clase media.
El Coraje.
Carlos Andrés Pérez fue un valiente, física y moralmente. Tanto durante la resistencia contra Pérez Jiménez como en la vida política organizada siempre fué de frente y dió la cara. Durante el golpe de Febrero 1992 exhibió gran presencia de ánimo y le robó la iniciativa a los golpistas, quienes trataron de asesinar a su familia. En horas controló la situación.
Hugo Chávez ha dado señales contradictorias sobre su valor y coraje. Al quedarse varado en el Museo Militar exhibió una clara falla de liderazgo, algunos dicen que de cobardía. Llevar a los soldados a Caracas bajo engaño fue también una señal de cobardía, esta vez moral. Sin embargo, al asumir publicamente la responsabilidad por el golpe se mostró moralmente valiente. En Abril 2002 se portó cobardemente, tanto al ordenar la represión del pueblo como con sus lloriqueos en Fuerte Tiuna.
La calidad democrática.
Carlos Andrés Pérez fue un gran demócrata. De eso no hay dudas. Fue presidente constitucional de Venezuela y siempre demostró respeto por la disidencia. Actuó con energía contra el terrorismo y el golpismo. Su lenguaje fue consistentemente digno e incluyente. Su actuación durante el proceso de nacionalización del petróleo fue ejemplar. La prueba del ácido de su calidad democrática la constituyó su salida de la presidencia, por la acción del Fiscal General de la República, una acción que él hubiera podido resistir y objetar. No lo hizo. La manera como aquel hombre enfrentó esa situación tiene pocos símiles en nuestra historia política. Su “hubiera preferido otra muerte” crece en el tiempo como una frase de suprema dignidad y de dramático contenido didáctico en lo político.
Hugo Chávez no es un demócrata. Su llegada democrática a la presidencia fue una decepción para un hombre quien deseaba llegar al poder por la vía de las armas. Obligado a actuar dentro de los carriles democráticos se dedicó sistematicamente a subvertir el orden constitucional, a eliminar la autonomía de las instituciones, a convertirse en un autócrata y, se puede decir con propiedad, en un dictador. Es lo que es hoy en día.
Filosofía Política.
CAP fue un populista, francamente tercer-mundista en su primera presidencia, aunque intentó un viraje de 180 grados en su segunda presidencia, sin darse cuenta de que su popularidad era debida a la manera como actuó durante su primera presidencia. En esa primera presidencia CAP fue un hombre de visiones sobre-dimensionadas, sin un equipo adecuado para concretarlas. En esos años hubo dinero en el país a manos llenas, ilegales condonaciones de deudas, corrupción, grandes obras y mucho mesianismo. Fue una presidencia teatral y excitante que terminó mál para la nación., después de la locura que fué la Gran Venezuela. En su segunda presidencia intentó hacer las cosas bien, eliminar subsidios, imponer disciplina fiscal, modernizar al país. Se rodeó de un brillante grupo de jóvenes tecnócratas. Y los venezolanos simplemente no lo entendieron. Su vida privada no lo ayudó, enredado con una barragana que mandaba ilegalmente.
Hugo Chávez es un populista y un tercer mundista, mucho más que lo que jamás fue CAP. Su filosofía política es “como vaya viniendo vamos viendo”. Lo que distingue su estilo es el odio y la agresividad contra los “ricos” (todos quienes tienen un título universitario, una casa y un auto), aunque – paradojicamente – vive como rico y su estilo de vida es muy dispendioso. Con lo que pagó por uno de sus relojes Suizos unos 1500 venezolanos pudieran comer por un mes.
Su popularidad está basada en la promesa y en el reparto de dádivas a los desposeídos, pero, en la realidad, está creando un país de limosneros (tanto pobres como ricos).
Impacto geopolítico.
CAP quiso ser un líder del Tercer Mundo. Coqueteó con los No-Alineados, habló insistentemente de un mundo multipolar, del Sur-Sur, de lo que se llamó en aquella época el Nuevo Orden Económico Internacional, sin que se supiera mucho con que se comía aquello. A pesar de estar firmemente en el campo del liderazgo democrático, apoyó al sandinismo en un momento y mantuvo una inexplicable amistad con el dictador y asesino Fidel Castro, a quien invitó al país y quien fue el primero, por cierto, en condenar el fallido golpe de Hugo Chávez. Su influencia y popularidad en América Central y en los países del Caribe llegó a ser significativa pero nunca fue tomado demasiado en serio en el hemisferio. En privado lo llamaban Locoven.
Hugo Chávez ya ha logrado un mayor impacto geopolítico que el que CAP jamás tuvo. Este impacto, sin embargo, ha sido fundamentalmente negativo para la democracia. Basado en el inmenso ingreso petrolero venezolano Chávez ha financiado campañas presidenciales en Bolivia, Ecuador, El Salvador, Paraguay, Perú, México, Argentina y otros países, a fin de tratar de poner en el poder a sus allegados ideológicos. Chávez ha servido de puerta de entrada a Latinoamérica para Irán y China. Se ha amancebado con Castro y creado una organización, ALBA, que no ha creado muchos adeptos pero ha servido de irritante en la OEA y en el hemisferio. Se ha alineado con el terrorismo internacional y se ha acercado al narcotráfico, hasta el punto de que varios de sus colaboradores más cercanos están identificados como cómplices de esa actividad. Está al mando de un gobierno forajido. En la OPEP, en la ONU, en la OEA, Chávez es considerado un “enfant terrible”. En los círculos de la diplomacia y de la política internacionales Chávez es visto como un payaso, pero uno peligroso.
El Legado.
El legado de CAP parece que irá de menos a más con el pasar del tiempo. A medida que su figura sea idealizada por quienes ya no recordarán quien era Cecilia o que hizo Orlando García, ni habrán oído sobre el barco “Sierra Nevada” ni sobre la locura que fue la Gran Venezuela, su figura de político democrático, modernizante, obediente de las leyes, se convertirá en un ejemplo de dignidad ciudadana.
Hugo Chávez también tendrá su lugar en la historia pero ese lugar no será amable. Tuvo a su disposición los mayores ingresos de la historia y los dilapidó. Dividió al país en dos bandos difíciles de reconciliar. Dejó colapsar la infraestructura del país y terminó de arruinar las empresas del estado. Prostituyó a los pobres, al convertirlos en limosneros. Utilizó un lenguaje destructor e indigno de un presidente. Se limpió el fundillo con la majestad presidencial.
A esperar el juicio de la historia.
Como decía Jorge Olavarría, un venezolano cuya estatura también crecerá con el tiempo, los molinos de la historia…. muelen. Olavarría se acercó a ambos con admiración, para después repudiarlos con vigor. Sus escritos ayudarán mucho a los analistas del futuro a evaluar a los grandes adversarios, hoy enlazados por la enfermedad y la muerte.
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