Saturday, October 8, 2011

El miedo a la libertad

En: http://www.lapatilla.com/site/2011/10/08/karl-krispin-el-miedo-a-la-libertad/

Karl Krispin

El concepto de mayor importancia para el ser humano es su libertad. Su imperio pleno es reciente habida cuenta de que en el siglo XIX todavía coexistían la esclavitud y la servidumbre. Para el  siglo XX la puja por alcanzarla  no cesó. En ciertos países como Chile y Suiza, son de hace tres cuartos de hora el divorcio y el voto femenino. En 1943 nos dimos nosotros el voto femenino y esta semana el mundo se sonrojó de vergüenza ajena al anunciar el monarca saudí que las mujeres comenzarían a votar. La lucha por la libertad no se detiene y hoy el mundo aspira por una política de inclusión global que logre que las declaraciones de justicia y libertad sean una realidad en el planeta. Un problema que viene ligado a esta discusión es cómo articular la libertad y dejar de tenerle miedo.
El miedo a la libertad existe de un modo más atropellador de lo que imaginamos. John Locke creía en la libertad y en la propiedad privada como elementos que se complementaban.  La propiedad es la conquista civilizatoria mediante la cual la libertad se lleva a cabo. Pero debe ser ejercida con la menor interferencia del Estado. Sin libertad económica toda la literatura constitucional no pasa de ser papelillo de carnaval. En el mundo hispano, el tema del bien común, del desprecio a la acumulación de riqueza y todas esas mojigangas inventadas por curillas semiletrados han calado de modo tal que le han otorgado al altanero Estado la posibilidad de condicionar nuestra vida  empresarial con sus retrecherías habituales. No olvidemos que en Venezuela las garantías económicas las suspende Betancourt al día siguiente de la promulgación de la Constitución del 61 y no sería sino hasta el malentendido y extraordinario segundo Gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez cuando se restituyan plenamente. Restitución que fue alegría de tísico al momento de las invasiones bárbaras que trajeron este ineficiente,  corrupto pero ya moribundo desgobierno.
El miedo a la libertad se expresa en el temor a emprender: en preferir el quince y último de una nómina estatal o estar sujeto a las derrochadoras  misiones de la actualidad. El día que seamos un país de empresarios, de capitalistas éticos y vigorosos aquí no habrá exclusión alguna porque nos convertiremos en el motor de nosotros mismos, creando riqueza y contribuyendo impositivamente a los fines de seguridad, educación, salud e infraestructura del Estado. Para ello hay que creer en el capitalismo y sus inobjetables bondades que, más allá de los propios vaivenes de su dinamismo, se conjugan en las sociedades prósperas. Que lo diga Chile, que pasó de ser una mísera franja de socialistas a una nación moderna que hoy exhibe el fruto de ese empeño colectivo.  Se habla de un 47% de bancarizados según las cifras de la Superintendencia de Bancos. En Chile ronda un 70%. Los informales llegan a un 45% según el BCV. Frente a este número debería privar el optimismo porque significa que casi la mitad de la población laboral no depende del Estado y no le tiene miedo a la libertad. Pero queda mucho por hacer.
El próximo gobierno de la Unidad Democrática, así en mayúsculas celebratorias, debe calibrar el paso hacia una economía competitiva que desmonte los perversos controles del Ogro filantrópico. Porque no podemos pasar de este socialismo majunche de los bárbaros a un socialismo light. Si el país se quiere subir al tren bala del futuro, convirtámonos en creativos afirmando el modelo empresarial privado. Que dejen los precandidatos de temblar ante el capitalismo. Que aprendan a ser libres. Y que el Gobierno regule pero para asegurar una economía próspera. Basta ya de socialismos, colectivismos comunales y  desperdicios mortecinos que hemos juntado para caminar a contravía del progreso.

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