LUIS OLIVEROS | EL UNIVERSAL
lunes 10 de octubre de 2011 09:05 AM
Al momento de leer estas líneas ya en Estocolmo-Suecia habrán anunciado el Premio Nobel de Economía de este año. Hay excelentes candidatos, como Anne Krueger, Alberto Alesina, Gordon Tullock, Robert Shiller (mi favorito por la actual coyuntura), Martin Feldstein, Richard Easterlin y hasta uno de la región como es Hernando de Soto. Ahora bien, ¿y por qué no tener confianza en que nuestro admirado y respetado Ministro de Finanzas pueda ganárselo?, ¿Por qué no premiar a semejante eminencia por sus brillantes aplicaciones en la economía venezolana?. Les presento mi defensa a esta postulación.
Es evidente que gracias a su gestión Venezuela cuenta con una economía enferma, no importa que por ejemplo crezcamos 3-4% del PIB este año, ese crecimiento llegará a muy pocos. La generación de empleos en Venezuela es mediocre, son bastante escasos los empleos de calidad que se abren cada año y a ese lamentable panorama debemos agregarle la inflación más elevada del planeta. Indudablemente el gasto público en Venezuela es un importante motor del crecimiento (aupado por el excelente panorama petrolero), pero con el pasar de los años la estructura del Estado venezolano se ha vuelto cada vez más pesada y menos productiva, con lo cual ese gasto pierde fuerza, muestra menos eficiencia y por lo tanto hoy es necesario más unidades de gasto para generar el mismo crecimiento de años anteriores.
Adicionalmente tenemos una maraña de inefectivos controles de precios que afectan el libre desenvolvimiento de los actores económicos, y para ponerle la guinda a este pastel económico está el tema fiscal caracterizado por un inmenso desorden, donde las divisas ya no van a donde deberían ir (al BCV a respaldar la moneda), sino pasan a engrosar fondos parafiscales, los cuales no solo se manejan sin ningún control, sino que atienden a una lógica política cortoplacista.
De sus valiosas manos Venezuela en plena bonanza petrolera pasó a ser el país de la región con el comportamiento macroeconómico más mediocre, al igual que sus pares en la OPEP, países que en su gran mayoría sí aprovecharon el boom, disminuyendo deuda y generando crecimiento. Además es indudable su huella en la destrucción del pequeño mercado de capitales venezolano y por lo tanto uno de los responsables de la eliminación no solamente de puestos de trabajo y empresas, sino de alternativas de ahorro en una economía con tasas reales negativas. Su sola presencia hace que los bonos venezolanos coticen con 2 o 3 puntos más de riesgo.
Esta economía de incentivos macabros que tiene su sello personal ¿es sustentable en el tiempo?, solo lo será si ponemos en una misma ecuación un barril de petróleo superando los $100 (y creciendo cada año), más un apetito por emitir deuda (no importa la tasa que tenga que pagar el país) que raya en la Gula y en la irresponsabilidad, lo cual nos garantizará que la arruga puede correrse por algún tiempo.
Por lo tanto, por su manera asombrosa de frenar en seco el desarrollo de una economía petrolera en años de boom petrolero (Ripley´s también debería estar buscándolo para un reconocimiento); por su afán de generar tantos incentivos macabros y enfermar más esta economía; por su increíble actuación en las intervenciones de las casas de bolsa; por su empeño en la destrucción de las instituciones; y por lo costoso que le han salido al país sus arcaicas y fracasadas ideas, es que yo lo veo como un claro merecedor, sin lugar a dudas, del Premio Nobel de Economía 2011
Es evidente que gracias a su gestión Venezuela cuenta con una economía enferma, no importa que por ejemplo crezcamos 3-4% del PIB este año, ese crecimiento llegará a muy pocos. La generación de empleos en Venezuela es mediocre, son bastante escasos los empleos de calidad que se abren cada año y a ese lamentable panorama debemos agregarle la inflación más elevada del planeta. Indudablemente el gasto público en Venezuela es un importante motor del crecimiento (aupado por el excelente panorama petrolero), pero con el pasar de los años la estructura del Estado venezolano se ha vuelto cada vez más pesada y menos productiva, con lo cual ese gasto pierde fuerza, muestra menos eficiencia y por lo tanto hoy es necesario más unidades de gasto para generar el mismo crecimiento de años anteriores.
Adicionalmente tenemos una maraña de inefectivos controles de precios que afectan el libre desenvolvimiento de los actores económicos, y para ponerle la guinda a este pastel económico está el tema fiscal caracterizado por un inmenso desorden, donde las divisas ya no van a donde deberían ir (al BCV a respaldar la moneda), sino pasan a engrosar fondos parafiscales, los cuales no solo se manejan sin ningún control, sino que atienden a una lógica política cortoplacista.
De sus valiosas manos Venezuela en plena bonanza petrolera pasó a ser el país de la región con el comportamiento macroeconómico más mediocre, al igual que sus pares en la OPEP, países que en su gran mayoría sí aprovecharon el boom, disminuyendo deuda y generando crecimiento. Además es indudable su huella en la destrucción del pequeño mercado de capitales venezolano y por lo tanto uno de los responsables de la eliminación no solamente de puestos de trabajo y empresas, sino de alternativas de ahorro en una economía con tasas reales negativas. Su sola presencia hace que los bonos venezolanos coticen con 2 o 3 puntos más de riesgo.
Esta economía de incentivos macabros que tiene su sello personal ¿es sustentable en el tiempo?, solo lo será si ponemos en una misma ecuación un barril de petróleo superando los $100 (y creciendo cada año), más un apetito por emitir deuda (no importa la tasa que tenga que pagar el país) que raya en la Gula y en la irresponsabilidad, lo cual nos garantizará que la arruga puede correrse por algún tiempo.
Por lo tanto, por su manera asombrosa de frenar en seco el desarrollo de una economía petrolera en años de boom petrolero (Ripley´s también debería estar buscándolo para un reconocimiento); por su afán de generar tantos incentivos macabros y enfermar más esta economía; por su increíble actuación en las intervenciones de las casas de bolsa; por su empeño en la destrucción de las instituciones; y por lo costoso que le han salido al país sus arcaicas y fracasadas ideas, es que yo lo veo como un claro merecedor, sin lugar a dudas, del Premio Nobel de Economía 2011
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