FERNANDO OCHOA ANTICH | EL UNIVERSAL
domingo 23 de octubre de 2011 12:00 AM
Hugo Chávez y la camarilla que lo rodea están desesperados. El trágico espectáculo, que nos presentó la televisión oficial al reseñar su despedida para viajar a Cuba a realizarse un nuevo tratamiento, lo muestra claramente. La tristeza que había en todas las caras de sus seguidores contradijo sus propias palabras. Esta dura realidad fue ratificada en el informe médico del doctor Salvador Navarrete: Hugo Chávez se encuentra en un delicado estado de salud. La decisión de ser o no candidato es absolutamente personal. Si lo hace, aún conociendo lo avanzado de su enfermedad, sería un acto contrario a la ética que recibiría un inmediato rechazo de los venezolanos. Difícilmente, se vota por un candidato que, a simple vista, presenta tal deterioro de salud.
Es verdad, que la salud de un presidente de la República no es un problema personal. De todas maneras, el doctor Navarrete incumplió gravemente la ética médica al divulgar información confidencial de su paciente. Lo que hay que dejar en claro es que el mencionado doctor perteneció, si es que todavía no milita, en el chavismo. La oposición democrática no tiene nada que ver con lo ocurrido. Pareciera más un problema entre grupos enfrentados dentro del oficialismo en esa dura lucha que se ha desatado como consecuencia de la enfermedad de Hugo Chávez. En este momento, el punto central del debate es la designación de un nuevo vicepresidente de la República. No ha sido fácil escoger el nombre de una persona que satisfaga a todas las tendencias en pugna.
Los rumores van y vienen. El sector más radical sostiene que debe mantenerse la candidatura de Hugo Chávez bajo cualquier circunstancia. Los más moderados dicen que hacerlo podría comprometer el destino de la revolución, y que esa realidad obliga a escoger una figura del partido que sea capaz de ganar las elecciones. Por último el sector militar, del cual se muestra vocero el doctor Navarrete, considera que la única solución posible, ante la gravedad de Hugo Chávez, es una intervención de la Fuerza Armada. Un verdadero absurdo. Estamos a pocos meses de un proceso electoral. Lo único aceptable es dirimir en las elecciones del 7 de octubre, quien será el próximo presidente de la República. La obligación de la Fuerza Armada es garantizar ese resultado.
La desesperación es siempre muy mala consejera. En estos últimos días, y ante tan complejo panorama político, se han tomado un conjunto de decisiones, en una muy bien urdida maniobra, que busca provocar a la oposición democrática. Veamos a que me refiero: el primer problema curioso fue la displicencia como se reaccionó ante la pretensión Guyanesa de ampliar su plataforma continental. Han sido muchas las interpretaciones que se han hecho de esa actitud. La mayoría ha dicho que es el camino que ha tomado Hugo Chávez para fortalecer su liderazgo en el Caribe, pero también podría ser una forma de provocar una reacción en la Fuerza Armada. Este planteamiento, que parece un absurdo, ya ocurrió. Recuerden los sucesos del 11 de abril de 2002.
El segundo problema es la decisión de la Sala Constitucional sobre el caso de Leopoldo López. Un verdadero enredo. La sentencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos es, según los magistrados del Tribunal Supremo, inejecutable, pero Leopoldo López, de todas maneras, recupera sus derechos políticos, aunque no puede ejercer ningún cargo público mientras dure su inhabilitación impuesta por la Contraloría General de la República. Eso quiere decir, según parece, que Leopoldo López puede ser candidato presidencial, ganar las elecciones, pero no ejercer la presidencia de la República. Inexplicable. Solo le encuentro una justificación política a esta sentencia: sembrar algún tipo de intriga entre los candidatos de oposición.
Para colmo, la ofensiva del régimen conduce a cerrar Globovisión. La razón es muy sencilla: ha mejorado en el rating. También puede ser una provocación. No hay que olvidar la huelga petrolera de diciembre de 2002. Hugo Chávez, o quien esté detrás de esta burda maniobra, está equivocado. La oposición democrática irá en paz a las elecciones y ganará, sea quien sea el candidato. Nuestro pueblo se cansó de tanto odio y violencia. 2 millones de dólares son difíciles de reunir, pero lo haremos. Le pagaremos centavo tras centavo a ese personajillo, que creo se llama Pedro Maldonado, presidente de Conatel, un subalterno más de Diosdado Cabello. Globovisión continuará en el aire. La familia Zuloaga y los empleados del canal no se doblegan fácilmente.
Es verdad, que la salud de un presidente de la República no es un problema personal. De todas maneras, el doctor Navarrete incumplió gravemente la ética médica al divulgar información confidencial de su paciente. Lo que hay que dejar en claro es que el mencionado doctor perteneció, si es que todavía no milita, en el chavismo. La oposición democrática no tiene nada que ver con lo ocurrido. Pareciera más un problema entre grupos enfrentados dentro del oficialismo en esa dura lucha que se ha desatado como consecuencia de la enfermedad de Hugo Chávez. En este momento, el punto central del debate es la designación de un nuevo vicepresidente de la República. No ha sido fácil escoger el nombre de una persona que satisfaga a todas las tendencias en pugna.
Los rumores van y vienen. El sector más radical sostiene que debe mantenerse la candidatura de Hugo Chávez bajo cualquier circunstancia. Los más moderados dicen que hacerlo podría comprometer el destino de la revolución, y que esa realidad obliga a escoger una figura del partido que sea capaz de ganar las elecciones. Por último el sector militar, del cual se muestra vocero el doctor Navarrete, considera que la única solución posible, ante la gravedad de Hugo Chávez, es una intervención de la Fuerza Armada. Un verdadero absurdo. Estamos a pocos meses de un proceso electoral. Lo único aceptable es dirimir en las elecciones del 7 de octubre, quien será el próximo presidente de la República. La obligación de la Fuerza Armada es garantizar ese resultado.
La desesperación es siempre muy mala consejera. En estos últimos días, y ante tan complejo panorama político, se han tomado un conjunto de decisiones, en una muy bien urdida maniobra, que busca provocar a la oposición democrática. Veamos a que me refiero: el primer problema curioso fue la displicencia como se reaccionó ante la pretensión Guyanesa de ampliar su plataforma continental. Han sido muchas las interpretaciones que se han hecho de esa actitud. La mayoría ha dicho que es el camino que ha tomado Hugo Chávez para fortalecer su liderazgo en el Caribe, pero también podría ser una forma de provocar una reacción en la Fuerza Armada. Este planteamiento, que parece un absurdo, ya ocurrió. Recuerden los sucesos del 11 de abril de 2002.
El segundo problema es la decisión de la Sala Constitucional sobre el caso de Leopoldo López. Un verdadero enredo. La sentencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos es, según los magistrados del Tribunal Supremo, inejecutable, pero Leopoldo López, de todas maneras, recupera sus derechos políticos, aunque no puede ejercer ningún cargo público mientras dure su inhabilitación impuesta por la Contraloría General de la República. Eso quiere decir, según parece, que Leopoldo López puede ser candidato presidencial, ganar las elecciones, pero no ejercer la presidencia de la República. Inexplicable. Solo le encuentro una justificación política a esta sentencia: sembrar algún tipo de intriga entre los candidatos de oposición.
Para colmo, la ofensiva del régimen conduce a cerrar Globovisión. La razón es muy sencilla: ha mejorado en el rating. También puede ser una provocación. No hay que olvidar la huelga petrolera de diciembre de 2002. Hugo Chávez, o quien esté detrás de esta burda maniobra, está equivocado. La oposición democrática irá en paz a las elecciones y ganará, sea quien sea el candidato. Nuestro pueblo se cansó de tanto odio y violencia. 2 millones de dólares son difíciles de reunir, pero lo haremos. Le pagaremos centavo tras centavo a ese personajillo, que creo se llama Pedro Maldonado, presidente de Conatel, un subalterno más de Diosdado Cabello. Globovisión continuará en el aire. La familia Zuloaga y los empleados del canal no se doblegan fácilmente.
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