En: http://www.lapatilla.com/site/2011/10/22/carlos-raul-hernandez-indignacion-malderrabia/
Carlos Raúl Hernández
Los habitantes de Níger, Liberia, Zaire, Burundi, Lesotho, Sierra Leona o Zambia, como balance del “socialismo africano”, son la encarnación del concepto de miseria atroz. Tienen un ingreso per cápita anual de 500 dólares o menos, una ingesta diaria por debajo de mil calorías, y mueren de males curables y hambre antes de los 35 años. En el otro extremo está un grupo de países con ingresos de entre 33 mil y 40 mil dólares, con expectativas de vida de -circa- 80 años, mientras un natural de Suazilandia vive 31 años.
Unas sociedades son hoy desarrolladas porque establecieron la mejor forma de organización en la lucha del hombre por dominar los peligros circundantes y los de su propia naturaleza, y poseen los mejores índices económicos, sociales y culturales. Aun quien gana relativamente menos, se beneficia por el simple hecho de pertenecer a ese entorno colectivo, como bien saben los inmigrantes.
Su principal patología es la sobre-alimentación. Se llama Síndrome X a la muerte por ingesta de grasas, automovilismo, sedentarismo, alcoholismo-tabaquismo, estrés y aburrimiento (infartos, cáncer, ateroesclerosis, diabetes, ACVs, obesidad). Eso requiere redefinir pobreza. Menos comen, para sorpresa de muchos, personas de mayores ingresos, que intentan llevar una vida más sana. Felipe González dijo una vez que “prefería morir de una puñalada en Nueva York que de hambre en Moscú”. Hoy los africanos prefieren morir de infarto en París que de tifoidea en Zimbabue.
Inglehart en su libro seminal sobre el cambio posmoderno cita la Encuesta Mundial de Valores. A más del 80% de los entrevistados en el Primer Mundo no les atrae ganar más dinero, comprensiblemente. Los jóvenes no conocen el hambre y poseen todo el arsenal tecnológico de la vida actual, la riqueza que se mide en indicadores materiales, IPad, IPod, BB, IPhon, tabletas, DVDs. Por eso sus aspiraciones apuntan, por el contrario, a fines sociales, ambientales, espirituales, intelectuales. En los países pobres el 85% ansía sobre cualquier otra cosa incrementar los ingresos.
Algunos, pocos, en España, Grecia, Irlanda, Portugal e Italia, están “indignados” con el Estado de Bienestar que pagan Alemania y Francia, que les da seguridad material y elimina el stress de la sobrevivencia. Tratan de imitar el París-mayo-68, que perseguía objetivos dramáticos: rechazar la Guerra de Vietnam, y luego la invasión a Checoslovaquia que dividió la izquierda a escala planetaria. Las consignas de hoy son vagarosas, vacías, tóxicas. William Camacaro, chavista venezolano, habla a nombre de los acampados en Wall Street, contra “el sistema financiero”, “los políticos”, “el sistema electoral injusto”, “los ricos”, “el capitalismo” y por una “auténtica democracia”.
Acuatizan en “propuestas” primitivas, radicalismo bolivariano con los mismos afiches del Che: impuesto a capitales volanderos (“Tobin”, rechazado en todas partes), oposición a los partidos políticos, a las privatizaciones y la austeridad fiscal. Proponen leyes inmobiliarias contra los propietarios, hostilizan el sistema financiero y la propiedad en general (como en Venezuela) y quieren revertir el llamado Proceso de Bolonia, que apunta a modernizar las vetustas universidades europeas.
Señalan problemas reales. El desempleo simboliza el desarreglo de la economía, pero requiere acciones contrarias a sus propuestas: reducir el gasto público, hoy subsidiado por la Unión Europea para evitar el colapso del Euro y la Eurozona. Privatizaciones y reducción de nóminas públicas sobre infladas. La experiencia mundial enseña que crear empleos requiere equilibrios macroeconómicos y condiciones para la inversión, no impagables sistemas de seguridad social, ni mercados laborales ultra protegidos (hay países que dan quince días de descanso contra stress). Eso contraría las propuestas “indignadas”.
América Latina superó circunstancias parecidas con las reformas a raíz de la Crisis de la Deuda nacida en México en 1984, gracias a la voluntad de un grupo de líderes continentales. Salvo en Venezuela y veremos Ecuador y Bolivia, los “indignados” locales no pudieron descarrilar el proceso. Tendrán que aprender eso para despejar su propio futuro.
Decía Ortega que la “sed insaciable” de conocer, la insatisfacción, curiosidad, querer siempre más y mejor, nos hizo salir de las cavernas y transformar el mundo. Saltar el anacrónico y falso debate indignado de “capitalismo” y “socialismo”, permitirá que Europa se sobreponga. ¡Ojalá los “indignados” no sean un estorbo!
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